Tenemos que repensar nuestra arquitectura si queremos conservar todo el patrimonio granadino y no solo unos cuantos monumentos. Lo que identifica nuestra ciudad y lo nuestro también son los barrios como el Realejo y otros llenos de encanto, los cármenes y sus jardines, nuestro paisaje y nuestras vistas.
Barrio histórico granadino
La contemporánea Casa Realejo –o Casa R, como la llama su arquitecto, Rubens Cortés– ha aparecido en numerosos medios, lo que ha puesto de relieve además de la belleza intrínseca de Granada, el encanto del Realejo. Ha dicho de ella la revista “Desingboom” que “reinterpreta la casa patio española” y que es “una versión moderna de algo vernáculo”. La revista “Room” afirma que es la “reinvención de la arquitectura andaluza”, “de la clásica casa patio andalusí”. “Granada Hoy” dice que es “una impresionante construcción blanca en pleno barrio histórico granadino”. A mi juicio aquí hay varias cuestiones a analizar, aunque el quid está en esto: “barrio histórico granadino”.
Lo confieso, la casa me encantaría en cualquier otra parcela, en el Realejo, sin embargo, me duele. Esto entronca con los planteamientos del historiador del arte Salvatore Settis, ¿con qué actitud debe la sociedad –en nuestro caso la granadina– contemplar la destrucción de su patrimonio?
Un Carmen en Granada
De la incultura de los burócratas, así como de la necesidad económica de los promotores y constructores, podemos esperar estos resultados, pero que los arquitectos –más que técnicos, artistas– contribuyan a la debacle local me deprime profundamente. Porque algo que los medios especializados y generalistas omiten (¿ex profeso?) es que antes de la Casa R existía un edificio “vernáculo”, por usar el mismo vocablo que “Desingboom”, que ha sido derribado, un antiguo carmen.
La RAE explica lo que es: “En Granada, quinta con huerta o jardín”, la palabra procede del árabe hispánico y este del árabe clásico “karm” ‘viña’. Por otro lado, el precioso “Pequeño diccionario visual de términos arquitectónicos” que Cátedra publicó en su colección de Cuadernos de Arte en 2013 dice del carmen:
¿No es maravilloso que se reconozca el arte y arquitectura granadinos de esa forma… y, por el contrario, incomprensible, que nosotros nos autoinmolemos?
“Término usado en Granada para designar cualquier finca rústica, villa o palacete con huerto o jardín adornado con fuentes, albercas, arrayanes, jazmines y otras plantas aromáticas”.
Y dicho libro sitúa el “carmen” delante de dos casas de la Antigüedad, la griega y la romana, algo que nos debería enorgullecer, además no se dedica ni una sola página del “Pequeño diccionario” a las casas de otras ciudades vecinas de Granada cuyos patios son bien conocidos. Cuando se habla de “gineceo” (esos espacios interiores donde hacían vida las mujeres antiguamente) se representa en el “Pequeño diccionario” el de la Alhambra y cuando se habla de “palacio” sirve de ilustración, de nuevo, nuestro monumento más preciado. ¿No es maravilloso que se reconozca el arte y arquitectura granadinos de esa forma (al menos tres veces en un compendio exquisito y breve) y, por el contrario, incomprensible, que nosotros nos autoinmolemos?
Y otra cosa que llama la atención de esas revistas especializadas que he mencionado: la identificación de lo andaluz con lo andalusí, como si al-Ándalus nunca hubiera llegado hasta los Pirineos, y de lo andaluz con lo granadino, como si aquel no fuera un territorio vecino y distinto en sus raíces e historia que ha borrado y suplantado a la otra mitad oriental del Sur, la granadina.
Repensar nuestra arquitectura
Se cuenta por el Realejo que uno de los últimos propietarios que tuvo el carmen donde hoy se asienta la Casa R, antes de que lo adquirieran los actuales propietarios, lo vendió precisamente porque no consiguió los permisos oficiales para derribar la casa, como era su pretensión, aunque sí pudo destruir a su antojo el jardín, excepto el pinsapo y el cedro –que estaba protegido, pues ya era viejo en los años cincuenta–.
la Casa Realejo ha perdido una oportunidad de oro: mantener el legado granadino
Deberíamos repensar nuestra arquitectura, porque es cosa de todos. No hay que remontarse a las tropelías urbanísticas de la Granada del siglo XIX, eso ya no tiene arreglo, pero no podemos repetir los crímenes cometidos por el desarrollismo del siglo XX –como cuenta César Girón en su “Granada, la ciudad perdida” (2023)–. El tiempo nos juzgará a todos, no solo a los arquitectos, también a los granadinos.
Sin duda Rubens Cortés es un genio, pero creo que en la Casa R ha perdido una oportunidad de oro: mantener el legado granadino con una intervención singular, tal vez en la misma línea de su propio estudio en el centro de Granada, una belleza que volvió a su estado original desnudando vigas, columnas, ladrillo, piedra, sin esconder las huellas del pasado, a través de un trabajo de decapado y limpieza, con algunos elementos contemporáneos magistralmente escogidos, metal, cristal, concreto, allá donde hiciera falta. No entiendo por qué no siguió el mismo criterio en ese viejo carmen del Realejo, que hoy forma parte ya de la ciudad perdida.