VICENTE GONZÁLEZ BARBERÁN: YO SALVÉ EL PUENTE DE ALAMEDILLA

Se cumple ahora el primer aniversario del fallecimiento de Vicente González Barberán, un enamorado de Granada y un defensor del Reino y la región histórica de Granada.

Nació Vicente en Murcia el 9 de diciembre de 1930. Doctorado en Filosofía y Letras por la Universidad Complutense de Madrid y becario del CSIC. Amplió sus estudios en la Universidad de Würzburg (Alemania).

Tras una breve carrera docente como profesor de la Universidad de Sevilla, desempeñó la mayor parte de su carrera en Granada como delegado del Ministerio, en la Comisaría de los Planes de Desarrollo, gerente de la Gran Área de Desarrollo Industrial, presidente del Centro de Iniciativas Turísticas, consejero y delegado de Bellas Artes, delegado del Ministerio de Cultura, presidente de la Comisión Provincial del Patrimonio Histórico Artístico, presidente del Patronato del Museo Provincial de Bellas Artes, patrono de la Alhambra y del Generalife, director del Archivo, Biblioteca y Publicaciones del Patronato de la Alhambra y del Generalife, entre otros muchos y destacados cargos.


Residió en Granada desde 1969 hasta marzo de 2023 en que falleció. En el año 2010 la revista GARNATA, tenía el placer de entrevistarlo en su magnífico archivo-biblioteca. Entrevista que hemos recuperado hoy para HG.

Entrevista a Vicente González Barberán

La suya es una historia de amor con Granada.
Mi esposa es de Huéscar, mi madre también era de Huéscar, y tenía allí una casa, aunque vivió de soltera en la plaza de los Lobos. Después vivimos en distintas ciudades, pero pasábamos en Huéscar todos los veranos. Mi padre, Vicente González Jiménez, –que era ingeniero y que tiene una calle en Huéscar–, creó y dirigió allí el proyecto de potabilización y cedió los terrenos para los depósitos de agua.

¿Qué recuerdos tiene de esa etapa?
Granada era mi ciudad soñada, todavía recuerdo las visitas a la Alhambra, las historias y leyendas que me contaron de niño, y los libros sobre Granada de mi padre. En 1938 hice mi examen de ingreso de Bachillerato en el Instituto Padre Suárez, e incluso estudié segundo de Derecho en la Universidad de Granada.

¿Inició sus estudios sobre Granada entonces?
Cuando trabajaba en la Presidencia del Gobierno, en Madrid, siempre buscaba libros raros sobre Granada, nuestro famoso motorista, que se enviaba para destituir ministros, me traía libros de la Biblioteca Nacional. Nosotros tuvimos la primera fotocopiadora que hubo en España, una Rank Xerox gigante, y yo fotocopiaba las páginas que necesitaba. El ministro, Laureano López Rodó, que sabía mi amor por Granada, me ofreció la posibilidad de venir como delegado provincial del Ministerio y como gerente de la Gran Área de Desarrollo Industrial. Tenía treinta y nueve años, y ya no me marché, incluso he vivido en este mismo piso desde octubre de 1969.

Vicente González Barberán
Retrato de Vicente González Barberán encargado por el Ayuntamiento de Huéscar

Usted trabajó en la Oficina de Prensa de la Presidencia del Gobierno.
Sí, organicé la Oficina de Prensa y fui su primer jefe. También fui adjunto en el Gabinete Técnico del Ministerio que realizó los planes de desarrollo económico y social para España. Yo pertenecía al equipo técnico del Ministro. Mi labor principal era de asistencia, información y apoyo cultural, incluso preparé discursos y más de un prólogo para algunos ministros que no tenían tiempo para hacerlo.

Precisamente unos días antes del atentado estuve en el despacho de Luis Carrero Blanco

Como Consejero de Bellas Artes he tenido contacto desde Carrero Blanco a Felipe González. He tuteado a muchos ministros, y conocí las tensiones que hubo entonces, los grupos ideológicos distintos, los falangistas, la iglesia, la nobleza, los militares; incluso manejé documentos e información reservada.

En la Transición se fueron eliminando muchos cargos políticos y sustituyendo por técnicos. Pero yo siempre he trabajado con temas culturales.

Vino en 1969 a Granada con el Polo de Desarrollo. ¿En qué consistió aquel proyecto?
Era la política del “despegue”, aunque se quebró a mitad de su vigencia. Se trataba de dotar a España de un sector industrial concediendo créditos fáciles y subvenciones para las empresas concentradas en un punto geográfico. Aquel invento triunfó en otras ciudades de España –el Polo Químico de Huelva, por ejemplo– pero a Granada llegó ya muy recortado debido una estafa que se había producido en Algeciras. Esta política cesó y a mí me costó muchos sinsabores, porque los proyectos de Granada se rechazaban en Madrid, había desconfianza en los resultados; así que llegó un momento en que el Gobierno abandonó la política de Polos.

Así quedó el coche tras el atentado

¿Cómo le acogió Granada?
Aquí se me recibió como a un “Mesías”, la industrialización resultaba vital, y hasta hubo una manifestación en la Gran Vía antes de mi llegada, porque era la demostración de que el Gobierno central por fin se acordaba de Granada. Me dieron tres despachos en el Gobierno Civil para mí y para mi equipo, al lado del despacho del Gobernador. En 1969 todos éramos nuevos: el alcalde, el presidente de la Diputación, el rector de la Universidad y el gerente del Polo.

Aquí se me recibió como a un “Mesías»…..hasta hubo una manifestación en la Gran Vía antes de mi llegada

En los años setenta había en nuestra ciudad cierta resistencia a su desarrollo por parte de algunos sectores sociales,

Fue una época de crisis.
Granada era principalmente agrícola. Carecíamos de industria. De las treinta y tantas azucareras de principios de siglo, todas habían cerrado, ya sólo quedaban dos en activo y a punto de cerrar. En los años setenta había en nuestra ciudad cierta resistencia a su desarrollo por parte de algunos sectores sociales, y la paralización de las ayudas del Gobierno no ayudó mucho. Los proyectos salían adelante con grandes dificultades. Además en 1964 los Rodríguez Acosta crearon el Banco de Granada, que también fracasó y resultó absorbido por el Banco Central en los setenta.

¿Cuál es el balance de aquella política de desarrollo?
El Polo dejó en Granada el polígono de Juncaril y el Aeropuerto. El polígono de Asegra fue iniciativa de un grupo de empresarios, anterior a mi llegada. Recuerdo las gestiones que se hicieron para comprar las fincas del polígono y el aeropuerto, pero de eso se encargaban los técnicos. El Aeropuerto costó mucho trabajo, había que ver la orientación y dónde iba a ir la autovía. La obra comenzó en 1970 y se inauguró en 1972. Lo cierto es que no se construyó en la mejor ubicación, se hizo en mitad de la Vega, el problema era la niebla por la mañana; pero lo hacíamos o nos quedábamos sin él, porque si se hubiera retrasado el proyecto no hubiera salido. En Granada, por nuestra geografía, tampoco había muchos espacios apropiados para construirlo.

El Aeropuerto costó mucho trabajo… lo cierto es que no se construyó en la mejor ubicación, se hizo en mitad de la Vega… pero lo hacíamos o nos quedábamos sin él

¿Recuerda cuál fue la primera empresa que se presentó al Polo de Desarrollo?
Sí, fue una empresa de los Rodríguez Acosta, firmamos los papeles en el despacho del gobernador. Yo entonces conocí a todo el que era alguien en Granada, pues me visitaban muchos empresarios para acogerse a las subvenciones y a los créditos.

A veces los intereses personales se anteponían al progreso económico y social en aquella época

Pero aquí encontró algunos impedimentos para la industrialización.
A veces los intereses personales se anteponían al progreso económico y social en aquella época. Una persona muy conocida e importante me visitó en mi despacho para pedir que en Granada no hubiera aeropuerto ni industria, debido a que las empleadas de hogar dejarían de realizar su labor para trabajar en las fábricas, con la consiguiente pérdida de estatus de las clases acomodadas.

¿En qué consistió realmente su labor como gerente del Polo de Desarrollo?
Mi misión era doble, tenía que promover los polígonos industriales en Granada, cosa difícil porque no había suelo industrial, y conseguir un solar era casi imposible. Y por otro lado, mi labor era de representación del Gobierno con atribuciones culturales, es decir yo llegué a Granada, una ciudad culta, para salvaguardar el patrimonio e impedir que obras artísticas o antigüedades resultaran afectadas por la actuación político-social del Gobierno en materia industrial, para que no chocara la industria sino que se favoreciera el contacto con la Universidad y el Arte.

Difíciles años.
Sí. Era la época del “desarrollismo”, en los años setenta, con grandes construcciones y la fiebre de los rascacielos, a costa de tirar palacios sin distinguir entre lo viejo y lo antiguo. No había excesivo nivel cultural ni sensibilidad por parte de las autoridades, pues se permitió derribar edificios que nunca se hubieran debido tirar. Esto pasó en toda España.

No había excesivo nivel cultural ni sensibilidad por parte de las autoridades, pues se permitió derribar edificios que nunca se hubieran debido tirar.

yo no permití derribar ningún edificio antiguo en Granada, pero sí es cierto que alguna vez nos engañaron

En mi época yo no permití derribar ningún edificio antiguo en Granada, pero sí es cierto que alguna vez nos engañaron, pues se presentaban proyectos de construcción impecables y luego se realizaban otros, con más plantas, y después ya no tenía arreglo. Así sucedieron los desmanes cometidos en la Gran Vía. Mi labor era intentar impedir aquello, así que lo pasé mal y tuve grandes disgustos.

Pero salvó in extremis el puente de Alamedilla.
Sí, eso fue cuando yo era delegado provincial de Bellas Artes, era un cargo con mucho trabajo y mucho poder, pero sin sueldo, realmente no era un cargo político sino técnico. Entré en sustitución del profesor José Manuel Pita Andrade, que fue nombrado director del Museo del Prado. Tenía que controlar todos los proyectos de obras y derribos de Granada, y tenía la capacidad de pararlos. Recibí presiones fuertes, aunque nadie se atrevió a sobornarme; siempre fui una persona muy honesta, la prueba está en que no soy millonario.

¿Cómo sucedió?
Me avisó el ingeniero Miguel Giménez Yanguas de que iban a tirar el Puente de Alamedilla, que es el más largo del sur de España, realizado por ingenieros franceses, discípulos de Eiffel, en el siglo XIX. Entonces se dinamitaban estos puentes para vender el hierro como chatarra. Pude salvar el de Alamedilla avisando al Ministro que envió un telegrama al Gobernador Civil y éste a la Guardia Civil, para que pararan la detonación, pues ya estaban las cargas de dinamita puestas. También salvé el puente de Dúrcal, el puente del Hacho y el del Barrancón. Después construyeron los puentes modernos paralelos.

Entonces se dinamitaban estos puentes para vender el hierro como chatarra. Pude salvar el de Alamedilla avisando al Ministro… también salvé el puente de Dúrcal, el del Hacho y el del Barrancón… ya estaban las cargas de dinamita puestas…

Tengo entendido que su labor fue incansable en defensa del patrimonio granadino.
La última actuación en Granada en este sentido fue en 1931, en la II República. Cuando yo fui consejero provincial de Bellas Artes promoví algunas declaraciones de Monumentos Nacionales, Conjuntos Histórico-Artísticos y Parajes Pintorescos, como el Monasterio de Santa Paula, que lo querían tirar, la Abadía del Sacromonte, los puentes de hierro, etc., hasta el traspaso de competencias a la Junta de Andalucía en 1985.

Ha enseñado la Alhambra y Granada a numerosas personalidades internacionales.
Sí, porque me lo pedía el Gobernador. Por mis cargos en Bellas Artes, Cultura, y en el Patronato de la Alhambra, fui comisionado por el Gobierno para acompañar a reyes, presidentes, ministros y embajadores extranjeros. Yo pasaba el día con ellos, les explicaba los monumentos que iban a ver, siempre de acuerdo con los programas previstos por el protocolo, entre fuertes medidas de seguridad y con traductores de la Universidad cuando era necesario, pues yo hablo varios idiomas. La mayoría de las veces la visita oficial ya había finalizado en Madrid, pero venían a Granada en visita privada, aunque el protocolo y la seguridad eran igual, salvo que no nos condecoraban por nuestros servicios, cosa que sí hacían cuando la visita era oficial. Las personalidades se solían alojar en varias plantas completas del Palace, y los llevábamos a comer al restaurante Sevilla.

¿Recuerda alguna visita en especial?
Muchísimas. Sandro Pertini rompía el protocolo, llevaba de cabeza a los servicios de seguridad, se escapaba, quería vivir la vida granadina y tomar churros en Bib-Rambla. Se saltó las normas que él había dictado sobre los límites de cambio de liras en el extranjero, cambiando más de la cuenta, y hasta quería comprarse un traje de torero.

También hubo visitas exóticas.
Muchísimas. Entre los más insólitos recuerdo al rey de Nepal, Birendra, que luego fue asesinado, tenía una educación británica exquisita; al Presidente Suharto de Indonesia, que exigió un control de seguridad férreo, de tal forma que cuando se marchó de Granada la prensa dijo que habíamos terminado “suhartísimos”. También Saddam Hussein, que medía casi dos metros y no se podía sentar en cualquier silla, la única que encontramos a su medida era el sillón del arzobispo en la Catedral, que era solemne y gótico, y recorrimos toda Granada cargando con el sillón para que se sentara Saddam. Los príncipes árabes se emocionaban mucho leyendo los poemas en las paredes de la Alhambra.

Saddam Hussein, que medía casi dos metros y no se podía sentar en cualquier silla, la única que encontramos a su medida era el sillón del arzobispo en la Catedral

La visita del embajador de Japón fue especial.
Cierto. En el almuerzo le ofrecieron tortilla Sacromonte. Cuando preguntó qué llevaba le dijeron que sesos y criadillas. Y él dijo: “de arriba y de abajo, tráigame una”. El embajador de Japón era un gran hispanista y experto en Hispanoamérica, así que para su visita enviaron a un profesor de Historia de América de la Universidad, en previsión de darle conversación. Durante el almuerzo y tras una demostración de los breves conocimientos de japonés del profesor, resultó que el embajador y él habían sido amigos en su etapa de estudiantes en la Universidad Hispanoamericana de Santa María de la Rábida, en el año 1948. El almuerzo terminó muy animado y con más copas de lo acostumbrado.

¿Cómo fueron los inicios del turismo en Granada? Porque usted fue Presidente del Centro de Iniciativas Turísticas (CIT), un antecedente del actual Patronato Provincial de Turismo.
Sí, eso también fue en los setenta. Era el inicio de la promoción en Europa de Granada y estuvimos en la feria de turismo de Bruselas. Lo que pretendíamos era crear el Patronato Provincial de Turismo y que se introdujera en el organigrama de la Diputación. Cuando aquello se consiguió ya se liquidó el CIT.

También fue presidente del Centro Artístico, Literario y Científico de Granada.
Apenas fui presidente algo más de un año. Yo no era ni siquiera socio, pero me ofrecieron la presidencia y acepté, salí en una votación de los socios del centro con todos los votos a favor excepto uno, que era el otro candidato; aunque me sobrecogió la responsabilidad por un cargo que habían ocupado personalidades insignes de Granada, escritores, artistas y políticos.

¿Cuál fue su gestión al frente del Centro?
Yo me encontré una institución ya en decadencia. En el magnífico salón de actos del Centro Artístico había un bingo, algunos señores de Granada iban allí a jugar al billar y a tomar café. No había apenas actividades culturales, era más bien un casino. Intenté llenarlo de gente joven, de estudiantes y de doctorandos, con ganas de trabajar y darle vida musical y poética, como era en sus inicios. Pero los antiguos socios no me dejaron hacer reformas ni modificar los reglamentos y los nuevos, un grupo de unos treinta jóvenes, que yo había incorporado, no tenían voz ni voto. Al final dimití por cuestiones de incompatibilidades, pues no era un centro independiente, sino que se mantenía de las subvenciones y como me hicieron delegado del Ministerio de Cultura preferí dimitir; cuando me fui me dieron un carnet de socio de honor, aunque no he vuelto por allí.

Yo me encontré una institución ya en decadencia. En el magnífico salón de actos del Centro Artístico había un bingo, algunos señores de Granada iban allí a jugar al billar y a tomar café. No había apenas actividades culturales, era más bien un casino

El Centro Artístico tenía una gran biblioteca y archivo.
Sé que había una excelente colección de arte colgada en las paredes procedente de muchos artistas que habían sido socios del centro y una magnífica biblioteca que ocupaba una planta. Yo suponía que tenía que haber un archivo con documentos y una correspondencia digna de estudio, pero cuando fui presidente me dijeron que nunca había existido un archivo, y cuando insistí en verlo me decían que estaba perdido. En los ochenta supe que el Centro tenía grandes deudas. Finalmente se dividió entre CajaGRANADA y el Ayuntamiento. Del Centro sólo quedó un piso en el edificio Isabel la Católica.

Usted dio a conocer la guerra entre Huéscar y Dinamarca, la más larga de la Historia, con 172 años.
En realidad lo que duró tanto tiempo fue la falta de comunicación formal del fin de la guerra. Durante la Guerra de Independencia, el Ayuntamiento de Huéscar, el 11 de noviembre de 1809, declaró unilateral y oficialmente la guerra a Dinamarca y nunca se firmó la paz. Yo publiqué un artículo informando de esta curiosidad en 1981 y de ahí saltó a la prensa nacional e internacional. Entonces se abrió el proceso de negociaciones de Huéscar con Dinamarca. Se firmó la paz el 11 de noviembre de 1981 con grandes actos conmemorativos.

Durante la Guerra de Independencia, el Ayuntamiento de Huéscar, el 11 de noviembre de 1809, declaró unilateral y oficialmente la guerra a Dinamarca y nunca se firmó la paz

Vicente González Barberán recibe la Medalla de la Ciudad de Huéscar 2017

Tengo entendido que estuvo a punto de ser preceptor de los hijos de la Duquesa de Alba.
Sí, eso fue durante mi estancia en Sevilla, cuando era profesor de la Universidad, pero entonces yo era muy joven y Jesús Aguirre prefirió a un anciano jesuíta.

¿Qué balance hace usted de su carrera profesional?
Todavía sigo en activo, soy secretario del Patronato de la Fundación Infantes Duques de Montpensier, de la Real Casa de Orleans-Borbón, Duques de Galliera, y director del Archivo Orleans-Borbón, de Sanlúcar de Barrameda. Comencé en la Presidencia del Gobierno con 26 años, desde entonces he tenido cargos públicos toda mi vida, no he hecho oposiciones nunca ni he buscado trabajo jamás, siempre han venido a buscarme a mí; a lo largo de toda mi vida laboral he tenido grandes ofertas, eso sí, cuando un sitio no me ha gustado me he marchado. Al final he conseguido lo que siempre he anhelado: un piso para vivir y una buena biblioteca para mis libros.

Comisaría del Plan de Desarrollo Económico, Presidencia del Gobierno (1963) 1
Comisaría del Plan de Desarrollo Económico, Presidencia del Gobierno (1963) 2

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