EN BREVE GIMÉNEZ YANGUAS, UN GRANADINO POR LOS CUATRO COSTADOS, NACIDO EN MÁLAGA, O SEA, EN EL TERRITORIO DEL ANTIGUO REINO, SERÁ NOMBRADO DOCTOR HONORIS CAUSA POR LA UGR. HORIZONTE GARNATA CELEBRA ESTA DECISIÓN Y SE SUMA CON ESTAS PÁGINAS A TAN MERECIDO HOMENAJE.
En un mundo que avanza velozmente hacia el futuro, a menudo olvidamos que el progreso también tiene raíces. En la región de Granada, Miguel Giménez Yanguas, ingeniero industrial, historiador, filántropo, ha dedicado su vida a rescatar esas raíces industriales que nos conectan con un pasado repleto de historias, sueños y desafíos.
“Granadino”
Nacido en 1939 en “Málaga”, su vida ha sido un constante esfuerzo por preservar la memoria tecnológica de su entorno, recuperando máquinas y objetos que, más que piezas de museo, son testigos silenciosos de una era que transformó radicalmente la sociedad, es un puente entre la técnica y la memoria, un humanista que ha logrado que el patrimonio industrial adquiera una dimensión pública, llamando la atención sobre su estrecha conexión con la historia de las comunidades.
Su casa, ubicada en el Paseo del Salón de Granada, es un verdadero santuario de la historia industrial, repleto de ingenios restaurados y documentos históricos. Pero Miguel no se conforma con acumular recuerdos; su misión ha sido compartir este legado con municipios, universidades, museos y centros educativos, demostrando que el pasado no es solo nostalgia, sino una herramienta para comprender y valorar nuestro presente y futuro.
Su casa, ubicada en el Paseo del Salón de Granada, es un verdadero santuario de la historia industrial
“Me duele ver una máquina relegada al olvido, como quien siente tristeza por un libro olvidado en una estantería”, expresa Miguel con un tono que mezcla melancolía y convicción. En esta entrevista, sus palabras y reflexiones nos invitan a recorrer la vida de un hombre que ha convertido la conservación del pasado industrial en una obra de arte, una pasión que ha dado forma a su existencia y que ha dejado una huella imborrable en la comunidad local, científica y en sus compañeros ingenieros industriales.
Raíces y Vocación: La Herencia de una Pasión
La historia de Miguel Giménez Yanguas está íntimamente ligada a su familia, especialmente a su abuelo, Francisco Giménez Arévalo, un visionario arquitecto que contribuyó de manera significativa al desarrollo urbano e industrial de Granada a finales del siglo XIX. “Mi abuelo fue un pionero, un hombre que con su trabajo ayudó a dar forma a la ciudad que conocemos hoy”, rememora Miguel con orgullo.
«El primer edificio que hizo mi abuelo fue el de Las Hermanitas de los Pobres en la calle Gran Capitán en 1871 y el último fue el edificio de Cortefiel en Gran Vía, esquina Reyes Católicos, en 1908», comenta al hablar de sus raíces familiares.
Este legado familiar, en el que se entrelazaban la arquitectura y la ingeniería, fue el germen de su pasión por el patrimonio industrial.
Su niñez transcurrió entre las fábricas de azúcar de Granada y Málaga, donde su padre trabajaba como ingeniero industrial durante décadas.
“Fue director en fábricas de remolacha en la Vega de Granada, y posteriormente en las tres fábricas de azúcar del Marqués de Larios, en Málaga desde 1937 a 1943”.
«Yo me he criado en fábricas de azúcar entre hierros, máquinas de vapor y demás utensilios», recuerda con nostalgia. Esa cercanía con las máquinas, que a otros niños de su edad les hubiera parecido intimidante, despertó en él una fascinación por entender y preservar aquellos enormes ingenios que, con su vapor y su ruido, impulsaban el desarrollo industrial.
Desde muy joven, Miguel desarrolló una conexión profunda con la maquinaria, viendo en cada una de ellas no solo un medio de producción, sino un artefacto que encerraba la historia del progreso humano.
“Para otros eran solo hierros viejos, pero yo veía en ellas una historia que merecía ser contada”, afirma, “era conocedor del valor patrimonial que tenía
ciertos elementos de las azucareras, donde estaba todavía vivo el motor de la revolución industrial, que era la máquina de vapor”. A medida que crecía, su interés por la ingeniería y la historia se transformó en una verdadera vocación: la preservación del patrimonio industrial de su región.
Primeros Pasos en la Conservación: Una Misión Personal
En la década de 1980, mientras el cierre de fábricas y el desmantelamiento de instalaciones industriales se aceleraban en Andalucía, Miguel decidió que no podía quedarse de brazos cruzados. Su primer gran proyecto fue la conservación de la maquinaria de la azucarera de San Isidro, en la Vega de Granada. “Luché contra viento y marea, pero al final logramos rescatar esas piezas que son parte esencial de nuestra historia, de esa industria, ya extinguida”, comenta.
Para él, cada máquina representaba un testimonio vivo de la industrialización de la región, un legado que debía ser protegido y difundido.
“En su momento se salvó lo que se pudo, hablando con los obreros, estuvieron a mi disposición, ellos tenían interés también en salvar las máquinas y que iban a sacar bastante más que para chatarra. Al final la maquinaria la encajamos, yo era consciente del legado histórico e industrial que significaba.
Una parte se fue a Madrid, al Museo Nacional de Ciencia y Tecnología, otra parte la compró el Ayuntamiento de Granada, tres máquinas de vapor que están expuestas, yo compré una, finalmente se salvaron todas las piezas históricas que había en San Isidro (fábrica de 1901), y no solamente de esta instalación, también se salvó de la Azucarera de la Vega en Atarfe que data de 1904 y de la Azucarera San José en Antequera, la más antigua de las tres, de 1890.”
“Las máquinas de vapor fueron sustituidas en el sector industrial en el primer cuarto de siglo XX por motores eléctricos, salvo en la industria azucarera, porque trabajaban en cogeneración, es decir, recibían vapor directo, con 8-10 kg/cm2 de presión desde las calderas.
Entonces, producían un primer salto térmico para la fuerza motriz de los molinos y maquinaria y el vapor de salida o de escape de la máquina de vapor no iba a un condensador, si no iba a fabricación, porque a lo largo del proceso de elaboración del azúcar hace falta vapor a baja presión para ser usado en los intercambiadores de calor y al sistema de evaporación al vacío. Hoy día, con los motores eléctricos se suple con un turboalternador.”
Explica con la precisión de un ingeniero y el entusiasmo de un amante de la historia, justificando la longevidad de estas máquinas en la industria azucarera.
D. Miguel ha dedicado su vida a documentar, restaurar y exhibir estas piezas, con el objetivo de que las futuras generaciones comprendan el valor de un patrimonio que ha sido, en muchas ocasiones, relegado al olvido.
La Casa Museo: Un Espacio para la Memoria y el Conocimiento
Cada rincón de su casa es un testimonio de su dedicación. Desde el taller de restauración hasta la sala de archivos, donde guarda planos y documentos de fábricas que operaron en la Región de Granada y otras partes de España. Todo refleja su incansable labor por recuperar y preservar la memoria tecnológica de su tierra. “Aquí paso horas devolviendo a la vida cada máquina, cada engranaje, como si fueran parte de mi propia historia”, comparte con humildad.
Entre las joyas de su colección se encuentran motores firmados por Thomas Edison, giroscopios de aviones de la Segunda Guerra Mundial y teléfonos antiguos que muestran la evolución de las telecomunicaciones.
“No es solo acumular piezas, es devolverles su dignidad y su función pedagógica”, asegura Miguel. Gracias a su esfuerzo, muchas de estas máquinas se exhiben hoy en museos y espacios públicos de Granada y provincia, donde sirven como herramientas educativas y como recordatorio de la riqueza industrial de la región.
Desafíos y Conflictos: Un Camino Lleno de Obstáculos
A pesar de su pasión, la labor de Miguel no ha estado exenta de dificultades. Su compromiso con la conservación del patrimonio industrial lo ha llevado a enfrentarse a intereses económicos y a la falta de apoyo institucional. Uno de los episodios más difíciles fue su intento de rescatar la maquinaria de la azucarera Nuestra Señora del Pilar, en Motril.
“Me declararon persona non grata y prohibieron mi acceso a las fábricas”, “En la fábrica del Pilar, que es una de las instalaciones de patrimonio industrial más importantes de España, tuve encontronazos con los propietarios», recuerda. Estos conflictos llegaron al punto de que la Sociedad General Azucarera, ya extinta, lo declaró persona non grata hasta prohibirle la entrada a sus instalaciones.
“Desgraciadamente, la Industria azucarera ya no existe, Sociedad General Azucarera la adquirió Ebro y luego se difuminó el sector azucarero y el lácteo con la venta a empresas extranjeras.”
“La memoria industrial es parte de nuestra identidad, y no podemos permitir que se pierda”
Sin embargo, nada de esto ha detenido su pasión ni su compromiso con la causa. Actualmente, paso a paso la Fábrica del Pilar ha ido recuperando su personalidad, desde el propio ayuntamiento, incluso con un proyecto museístico que ha sido premiado por FUPIA (la Fundación de Patrimonio Industrial de Andalucía). Aun así, su determinación no flaqueó. “La memoria industrial es parte de nuestra identidad, y no podemos permitir que se pierda”, defiende con convicción.
En cuanto a dificultades técnicas: “Ha habido varios retos, el mayor en cuanto a peso, por los medios limitados que tenía, con un taller sin puente grúa, fue la máquina de vapor que compré en la última fábrica de azúcar de Almuñécar, con 5000 kilos, que ahora se encuentra en el patio de mi casa”, también cita “ La máquina de la Alcoholera de San Isidro me tomó tres veranos restaurarla”
Esta lucha constante no ha pasado desapercibida. A lo largo de su carrera, Miguel ha recibido numerosos premios y reconocimientos, como el Premio Nacional de Ingeniería Industrial (2008) y el Premio Andrés de Vandelvira (2003) por su defensa del patrimonio. Fue uno de los asesores principales de la redacción del Plan Nacional del Patrimonio Industrial del Ministerio de Educación, Cultura y Deporte de 2015. Además, es medalla de oro al mérito por la ciudad de Granada en 1996.
Miembro de la Academia Malagueña de las Ciencias, Miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Nuestra Señora de las Angustias de Granada, Miembro de la Academia de Medicina de Granada y Miembro de la Academia de Ciencias Matemáticas, Físico-Químicas y Naturales de Granada.
Sin embargo, su mayor satisfacción no viene de los galardones, sino de saber que su trabajo ha servido para preservar una parte fundamental de nuestra historia común.
Un Hombre Generoso y humilde: Difundiendo el Conocimiento
Además de restaurar y conservar, Miguel ha sido un entusiasta divulgador de su obra. Ha participado en publicaciones especializadas y ha ofrecido conferencias donde comparte su experiencia y conocimientos. “Siempre estoy dispuesto a ayudar a quien quiera investigar sobre el patrimonio industrial”, asegura con modestia.
Su casa, además de museo, es un centro de documentación al que acuden investigadores y estudiantes de todo el mundo para consultar sus archivos y conocer de primera mano las historias que guardan esas máquinas y documentos.
Su generosidad no se limita a abrir sus puertas; ha cedido piezas a museos y colaborado con instituciones educativas para que el patrimonio industrial no sea solo un recuerdo, sino una fuente viva de aprendizaje y reflexión.
“Es un placer ver cómo la gente se interesa por estas historias, cómo descubren en cada objeto una parte de nuestro pasado que aún tiene mucho que enseñarnos”, comenta con satisfacción.
La Comunidad y el Futuro del Patrimonio Industrial
Para Miguel, la conservación del patrimonio industrial no es solo una cuestión de nostalgia, sino una tarea colectiva que requiere el compromiso de toda la sociedad. “Es fundamental que las instituciones y la comunidad se involucren en la preservación de este legado”, subraya. Su trabajo ha ido más allá de la restauración individual; ha promovido la creación de espacios y programas educativos que permiten a las personas conocer y valorar la historia tecnológica de la Región de Granada y del resto de Andalucía.
“Es fundamental que las instituciones y la comunidad se involucren en la preservación de este legado”,
Su deseo es que, tras su nombramiento como Doctor Honoris Causa por la Universidad de Granada, más personas se sumen a esta causa, y que el patrimonio industrial, tantas veces ignorado, reciba la atención que merece. “No podemos hacerlo solos; necesitamos que todos entiendan el valor de lo que tenemos”, insiste. Este reconocimiento, más que un honor personal, para él, es un llamado a la acción para que la memoria industrial de la región sea valorada y preservada para las futuras generaciones.
Es conocida la lucha por preservar todo este patrimonio y la búsqueda de un lugar en Granada para la ubicación de un museo de patrimonio industrial regional y que no se vaya a otros lugares, lejos de donde cumplieron su servicio. “sería una deslealtad que se fuera a otro sitio”.
Sobre su legado comenta: “la UGR me ha pedido ahora todo lo que está relacionado con San Isidro, que es bastante y que cerró en 1984, donde mi padre fue director.”
“Hay muchas piezas sectoriales que se podrían exponer en facultades; pero, por ejemplo, para telefonía, en la Escuela de Telecomunicaciones hay más necesidades que espacios.”
este artículo debe significar, no solo un homenaje a un personaje importante y crucial en el patrimonio regional, sino también una reivindicación ante el olvido
También este artículo debe significar, no solo un homenaje a un personaje importante y crucial en el patrimonio regional, sino también una reivindicación ante el olvido. Es fácil contemplar cómo se retrasan actuaciones o como se ningunea desde instituciones labores que quedan fuera de lo establecido; pero que son fundamentales para entender de dónde venimos, qué fuimos y qué camino ya emprendimos. Sobre los cimientos del patrimonio es como se pueden construir pistas para recorrer el futuro.
Un Legado Duradero: Reflexiones de un Visionario
Miguel Giménez Yanguas ha demostrado que una sola persona, con pasión y dedicación, puede marcar la diferencia. A lo largo de su vida, ha rescatado del olvido máquinas, documentos y relatos que conforman un mosaico de nuestra historia industrial. Cada pieza restaurada, cada archivo recuperado, es un acto de resistencia contra el olvido y un tributo a las generaciones que impulsaron el progreso industrial.
“No he pensado en hacer memorias, me gusta más usar las manos para la restauración que para manejar el bolígrafo”
Ha sido de las primeras personas en Granada y en España, seguramente, con la iniciativa de salvar el patrimonio industrial, que iba directamente a chatarra. Posiblemente ha creado escuela y ha contribuido decididamente a que se valore el patrimonio.
“He sido profesor durante 43 años, y llegamos a montar un taller de restauración en la Facultad de Ciencias, ese material ha sido expuesto en las facultades, como mobiliario urbano”. Sonriendo comenta: “Llenamos de trastos varios municipios en espacios públicos, en Granada, Málaga, Almuñécar y Motril.
En cuanto a escribir sus memorias dice: “No he pensado en hacer memorias, me gusta más usar las manos para la restauración que para manejar el bolígrafo”.
Su trayectoria ha sido reconocida no solo con premios, sino también con el respeto y admiración de la comunidad académica y cultural. Pero más allá de los galardones, Miguel se siente recompensado por haber contribuido a que el pasado industrial de Granada y de su región no se pierda en el polvo del tiempo. “Mi mayor satisfacción es ver cómo este legado cobra vida en manos de otros, cómo inspira y educa a quienes se acercan a él”, concluye.
Con su dedicación incansable, Miguel ha logrado que la historia no se conserve solo en libros, sino también en las máquinas y documentos que, por su empeño y generosidad, siguen contando su historia. Para él, cada engranaje, cada plano restaurado, es una victoria contra el olvido, una pieza más en el complejo rompecabezas de nuestra memoria colectiva.
“Preservar el pasado no es solo recordar lo que fuimos, sino también entender lo que podemos ser”, “Desgraciadamente tenemos un desierto industrial en nuestra Granada” reflexiona Miguel. Su casa-museo, su taller de restauración y su impresionante archivo documental se han convertido en un faro para quienes desean conocer la verdadera dimensión de nuestra historia industrial. Él ha sabido combinar la precisión de la ingeniería con la sensibilidad del historiador, creando un legado que perdurará más allá de su vida.
“Salvar la máquina, disfrutar restaurándola, acabar con un aspecto estético y echarla a andar”
Mientras continúa trabajando en su taller, Miguel sigue soñando con un futuro donde la sociedad valore y cuide el patrimonio que él ha dedicado su vida a rescatar. “Espero que, cuando ya no esté, otros tomen el relevo y sigan luchando por lo que yo empecé”, concluye, mirando con orgullo y esperanza hacia el porvenir.
sigue soñando con un futuro donde la sociedad valore y cuide el patrimonio
Con su incansable dedicación, Miguel Giménez Yanguas ha demostrado que la historia no pertenece al pasado, sino a aquellos que la preservan para el futuro. Su obra es un testimonio vivo de cómo la pasión y la perseverancia pueden transformar realidades, recordándonos que cada máquina restaurada, cada documento rescatado, es un fragmento de la identidad que compartimos. Gracias a su labor, la Región de Granada ha recuperado un legado que, de otro modo, habría desaparecido en el silencio del olvido.
2 respuestas
Gran artículo profundizando en la vida y obra de Giménez Yanguas y su pasión por la preservación del patrimonio industrial de Granada
Un articulo magnífico,