LOS ALUVIONES DEL DARRO EN EL SIGLO XIX FUERON ESPECIALMENTE ACTIVOS RESPECTO A LA CENTURIA ANTERIOR. TANTO POR LA MAGNITUD DE LAS CATÁSTROFES PRODUCIDAS COMO POR LA FRECUENCIA DE SUS DESBORDAMIENTOS, PODRÍA DECIRSE QUE FUE EL SIGLO DE LAS INUNDACIONES. EL SIGUIENTE, EL XX, LE SIGUIÓ EN LA SECUENCIA DE CATÁSTROFES.
Riadas históricas. El calmo Darro
Recién comenzada la centuria, en 1803, el día 20 de septiembre para ser más exacto, como consecuencia de una tormenta de no más de 20 minutos, la crecida del Darro fue tal, que el agua desbordó los pretiles de la Carrera de su nombre, entrando por las ventanas de las primeras plantas de los edificios, con cuantiosas pérdidas materiales y algunas víctimas.
el agua desbordó los pretiles de la Carrera de su nombre, entrando por las ventanas de las primeras plantas de los edificios
Treinta y dos años más tarde, el 28 de junio de 1835, de nuevo, el agua saltó los pretiles de la Carrera del Darro y se dirigió enfurecida hacia la Plaza Nueva. La riada fue tal y de tanta fiereza que arrasando por completo el bellísimo Pilar de las Mujeres, del que se conservan testimonios gráficos y materiales.
Destruyó la totalidad de las tiendas situadas en las plantas bajas del Zacatín y los establecimientos comerciales de numerosas casas de Puerta Real.
el 28 de junio de 1835, de nuevo, el agua saltó los pretiles de la Carrera del Darro y se dirigió enfurecida hacia la Plaza Nueva. La riada fue tal y de tanta fiereza que arrasando por completo el bellísimo Pilar de las Mujeres
A los pocos días, el 18 de julio, se produjo un nuevo desbordamiento. El río inundó nuevamente Plaza Nueva y el Zacatín que aún estaban recuperándose del anterior. Produjo inundaciones en la zona de Bib-Rambla y sus aledaños que mantuvieron anegada la ciudad durante varios días.
Con otras ocasiones constatadas en los años 1839, 1851, o la formidable tormenta del 8 de diciembre de 1860 en la que la acción conjunta del Darro y el Genil arrasaron gran parte de la Vega, las crecidas más espectaculares del Darro estaban por venir. Acaso las más llamativas y calamitosas fueron las de 1884, 1887 y 1889, recién terminadas las obras de su encauzamiento, y que supusieron el reventón del embovedado provocando las más graves inundaciones del siglo.
El estallido de 1887
La primera, la de 1884, y la última de las citadas, por la espectacularidad que suponía ver el estallido de la bóveda que cubría el río y sus consecuencias, conmocionaron a la población granadina.
La ocurrida el 14 de mayo de 1887, además de causar numerosos damnificados en los barrios de la Virgen, del Matadero y de San Antón, provocó un reventón de la bóveda dejando a la luz el río por un socavón de más de 20 metros de diámetro, despidiendo escombros y sillares, algunos de más de 1.500 kilos de peso, a una distancia de 200 metros, que fueron a caer en el Campillo y en la calle San Antón, esquina Horno del Espadero.
por el agujero abierto surgió con un estampido propio del infierno una columna de agua que se elevó a casi 20 metros de altura
Relatan los periódicos del momento como por el agujero abierto surgió con un estampido propio del infierno una columna de agua que se elevó a casi 20 metros de altura penetrando por los pisos superiores y balcones de las casas de Puerta Real más próximas, inundándolas y dejándolas en un estado de absoluta desolación. El agua se derramó y los escombros se extendieron por buena parte de las calles Mesones, Alhóndiga, placeta de San Antón, Recogidas y los barrios aledaños. El más perjudicado fue el del Matadero donde las aguas llegaron a alcanzar más de 5 metros de altura.
Señalan las crónicas como el embovedado colapsó y fue hundiéndose paulatinamente, de modo que el caudal que llegó a aflorar superó en momentos la cantidad de 92 metros cúbicos por segundo. De no ser por la rápida y precisa intervención de numerosos efectivos de la Guardia Civil, los bomberos y numerosos ciudadanos dirigidos por el ingeniero de Obras Públicas, Luis de Rute, que aseguraron la zona, los daños pudieron paliarse y el número de víctimas que provocó fue contenido.
Suma y sigue
Pero las catástrofes provocadas por el río durante el siglo XIX no habían concluido, porque en los últimos momentos del mismo, se registró una nueva riada que agravó sus efectos por producirse con una avenida simultánea del Genil, que retuvo las aguas del Darro, provocando una nueva inundación preludio de lo que vendría en la nueva centuria.
En el siglo XX las catástrofes producidas por las crecidas del Darro no faltaron a su cita periódica.
Siendo igualmente espectaculares, fueron sin embargo menos catastróficas si se considera el número de damnificados y víctimas. Así, el desbordamiento conjunto del Genil y el Darro los días 6 y 13 de septiembre de 1949 dio lugar a grandes destrozos por toda la ciudad con un resultado de 3 personas ahogadas y daños considerables en el Sacromonte donde el temporal provocó numerosos destrozos -pocos días antes, el 30 de agosto, también se había desbordado el Beiro-.
El reventón del 51
En 1951 la crecida del 13 de septiembre afectó nuevamente al Genil y al Darro. La enorme cantidad de agua -270 litros de agua por metro cuadrado en menos de 1 hora- provocaron grandes arrastres a todo lo largo del cauce del Darro que atoraron el embovedado de tal modo que entró en carga, y previo desbordamiento por la zona de plaza Nueva y por los sótanos de la calle Reyes Católicos a través de los desagües avisando de la inmediata catástrofe que iba a producirse, con una fuerte vibración previa, el río reventó. Llamativo fue que por la rotura, de más de 50 metros cuadrados, se elevó el agua del río como un géiser contínuo durante más de 30 minutos.
por la rotura, de más de 50 metros cuadrados, se elevó el agua del río como un géiser contínuo durante más de 30 minutos
El surtidor de agua alcanzó una altura de más de trece metros proyectando los sillares arrancados a más de 100 metros. En aquella ocasión a pesar de la espectacularidad el Darro no produjo víctimas mortales, pero sí el Genil que arrastró a dos personas ahogándolas.
Inundaciones de 1963
En marzo de 1963 las abundantes precipitaciones caídas originaron las crecidas de los ríos Darro y Genil por lo que numerosas personas que vivían en cuevas en las riberas de los ríos tuvieron que ser evacuadas. Muy especialmente en la del Darro, donde en el barranco de los Naranjos y en Puente Quebrada se produjeron numerosos hundimientos de cuevas y derrumbe de viviendas.
De cuanto sucedió a causa de aquellas se informó muy detalladamente por un especial de la revista Garnata en su primera época de las que ya trataremos. Por su razón supusieron la creación del barrio de la Virgencica y el Chinarral.
(Continuará)