Las cosas falsas, o fakes, son engaños que se presentan como auténticos.
La distorsión histórica, o «historia fake», plantea desafíos en la comprensión del pasado. A lo largo del tiempo, mitos y leyendas han eclipsado hechos reales, alterando la percepción colectiva. Falsificaciones de documentos, manipulaciones y revisionismos históricos o la creación de mitos y territorios legendarios también han contribuido a la confusión.
Estos relatos erróneos pueden ser utilizados con fines políticos o propagandísticos, deformando la realidad. La preservación de la autenticidad histórica es esencial para comprender nuestras raíces y aprender de errores pasados. A través del discernimiento crítico, podemos separar la verdad de las falsedades y construir una narrativa precisa que arroje luz sobre nuestro legado.
La comunidad autónoma de Andalucía ha sido artífice de numerosas falsedades históricas que han influido en la percepción de un pasado falso. Entre ellas, destaca la idea errónea de que la región siempre fue homogénea cultural y lingüísticamente y la negación de la existencia del territorio de Granada y su reino. Y todo, para crear un “Estado fake”, legendario y que atesora unos símbolos identificativos, inventados hace sólo cuatro décadas. Cierto que el territorio de la actual Andalucía ha experimentado una diversidad histórica rica, con influencias fenicias, romanas, visigodas y árabes.
Otra falsedad común es la simplificación de la historia andaluza a la época de Al-Ándalus, obviando períodos anteriores y posteriores cruciales.
Pero lo más grave es la negación de buena parte de su diversidad, especialmente del territorio histórico de Granada.
Es vital desentrañar estas falacias para comprender la complejidad y la riqueza de nuestra historia, pero más que nada, para dar a conocer una Granada que no es Andalucía, ni parte de esa historia fake.
Nota: las fotos son de Ápate, la diosa griega de la mentira.
