Seco de Lucena, Brillante jurista y orador, versátil periodista, soñaba con el liderazgo de Granada en un proceso de toma de conciencia regionalista en Granada y Andalucía oriental.
Granada guarda en la memoria los nombres de muchos hijos ilustres que tuvieron poco tiempo para demostrar al destino que habían hecho fructificar las cualidades que habían recibido. Parece un sino fatal que muchas de las figuras señeras que aquí vieron la luz, tuvieron que abandonar el mundo demasiado pronto, tras haber brillado intensamente, dejando una obra hecha, una estela marcada en el tiempo, teniendo que contrarrestar en intensidad la brevedad de la duración de sus vidas.
Federico García Lorca es una de ellos; otro Ángel Ganivet, otro más, menos conocido pero, también significativo para la vida de esta ciudad, Francisco Seco de Lucena. Vivieron de prisa, como si presintieran que su tiempo era más corto que el de la mayoría de los mortales.
Amigo de Ganivet
Nuestro personaje nación en Ceuta, en 1867, plaza donde estaba destinado su padre, Manuel Seco Escalada, que era militar. La enfermedad de su madre hizo que la familia se trasladase a Sanlúcar de Barrameda, donde tenían parientes, en busca de mejores aires. Era menor de tres hermanos, siendo el mayor Luis, el periodista fundador del periódico “El Defensor de Granada”, con quien se llevaba diez años. Un nuevo traslado, esta vez por enfermedad del padre, les lleva a Sevilla, desde donde, tras la muerte de éste, y por iniciativa del hermano mayor, Luis, la madre y los tres hijos ―Francisco tenía en ese momento 10 años―, se instalan en Granada, concretamente en el número 9 de la calle Lucena.
La influencia y tutela de su hermano mayor durante los años de adolescencia y juventud fue decisiva para orientar sus futuras actividades. Luis ya se había destacado en Sevilla como joven y culto periodista, universitario y pintor, y su consagración definitiva llegó con la fundación de El Defensor, con la financiación y el apoyo valioso de José Genaro Villanova, rico empresario y político granadino.
En aquellos primeros años granadinos, Francisco contó con la actitud de un personaje que iba a convertirse en símbolo de una Granada romántica y soñadora. Ángel Ganivet García.
Juntos estudiaron el Bachillerato y la carrera de Derecho y aunque el escritor se marchó a Madrid, mantuvieron siempre amistad. Paco Seco de Lucena fue el autor del prólogo a la última obra del literato, “El escultor de su alma”, cuyas cuartillas le remitió poco antes de morir. Dicho texto expresa muy bien cómo había llegado al corazón de su amigo, descubriendo en él las más íntimas motivaciones, matizadas de un cierto misticismo, y “su labor interna de autocreación y de robustecimiento moral”. La obra se editó en agosto de 1904. De alguna manera sus destinos se asemejan, pues si Ganivet murió a los 33 años en 1898, Francisco murió a los 37, el día 4 de octubre de 1904, hace por tanto ahora 120 años.
Periodista, abogado y político regionalista
Junto a su hermano Luis y otros notables en “El Defensor”, Paco Seco se inició en el oficio periodístico y en las tareas de redacción, demostrando su fluidez con la pluma. Allí empezó a publicar sus primeros artículos sobre temas de Historia de Granada, como por ejemplo el que tituló: “Arte y Ornato”, o sobre la insurrección morisca de la Alpujarra, un tema que siempre le fascinó, sobre todo la figura de Muley Hacén, tanto que planeaba escribir una tragedia sobre este personaje.
En el periódico tenía a su cargo la organización interna del trabajo de redacción, como redactor jefe, mientras su hermano se dedicaba a tareas externas de relaciones con la sociedad. Además, escribía sobre política, arte, literatura, toros, espectáculos y lo que hiciera falta. Luis llega a decir que era inevitablemente el que cargaba “con cuantos embolados se presentaban”. Utilizaba heterónimos, como “Paquiro”, cuando escribía de toros, o “Don Pascual”, para críticas de arte y teatro. También cultivó con gran maestría la poesía satírica. Y, cómo no, fue director de “El Defensor” en 1898, momento en el que se impulsa aún más desde él, el pensamiento regionalista.
Pero la cualidad que le hizo destacar de manera determinante, orientando su futuro, fue la oratoria, una habilidad que ejerció, tanto en el foro, abogado brillante, como en sus discursos políticos. Se calcula que llegó a pronunciar más de cien de ellos, discursos y disertaciones, que muchos preparaba mentalmente con unas cuantas notas, y sin escribirlos, eran de una elevada intelectualidad y corrección. Uno de los más celebrados fue el que ofreció cuando todavía era un joven prometedor abogado en el
Paraninfo de la Universidad de Granada, sobre “El concepto jurídico de la guerra” en 1891, un tema que trató otras ocasiones, desde una posición antibelicista.
La causa regionalista
La inclinación por la política le llevó a defender el Regionalismo como propuesta. El 6 de enero de 1898 ofreció una sonada conferencia en la Cámara de Comercio llamada “El Regionalismo”, en la que abogaba por una conciencia regionalista para Andalucía oriental diciendo:
“El regionalismo no es político. Su forma práctica es la descentralización administrativa, compatible con todas las formas de gobierno”.
En su conferencia reflexionaba sobre la situación de Granada con las siguientes palabras, que resultan totalmente aplicables a la actualidad:
“La verdadera causa de nuestra decadencia sólo debe ser atribuida a la falta de amor al país nativo y a las cosas de la tierra (…). A los granadinos nos falta esa cohesión, ese espíritu de unidad, que hace posibles las más difíciles empresas y allana todos los obstáculos (…). No apreciamos en lo que vale lo que cerca tenemos. Padecemos la funesta manía del absentismo”.
Y también:
“La centralización ha matado las energías regionales y en Andalucía y en Granada ha hecho que lo esperemos todo del Estado (…). Los grandes males del centralismo son los ministros, los diputados cuneros, que no encuentran en el mapa sus distritos, y los caciques”.
Una muerte inesperada
A finales del verano de 1904, Francisco Seco de Lucena, Paco, se había ido a Málaga a pasar unas vacaciones con su madre, doña Manuela Lucena y su hermana Ángeles, cuando una repentina fiebre les obligó a regresar a Granada.
Al parecer se trataba de una infección sin importancia que sin embargo empezó a agravarse de tal modo, que el 4 de octubre, inesperada y sorpresivamente, moría en medio de la incomprensión general, causando una gran consternación entre los allegados y la sociedad granadina, que puso de manifiesto sobre todo con ocasión de su multitudinario entierro, una impresionante expresión de duelo en la que podría verse a representantes de todos los sectores sociopolíticos granadinos.
Cuentan las crónicas de aquellos momentos que mientras el féretro, en carroza de caballos empenachados al estilo de la época iba ya por la Plaza Nueva, todavía había gente en la comitiva por Puerta Real.
La prensa madrileña, como “La Época” y sobre todo “El Liberal”, se hizo eco de una muerte tan prematura y también la de provincias como “El Radical”, de Almería y “El Liberal” de Sevilla, destacando su defensa de los intereses regionales, de forma que durante los días siguientes seguían recogiendo en el periódico las notas de condolencia que enviaban los que le conocieron y apreciaron, entre ellos el de José Canalejas, por la vía del jefe local del Partido Democrático, al que se encontraba vinculado.
El día 5 de octubre de 1904 recibió sepultura en el patio segundo del cementerio municipal de San José de Granada, en donde hoy día puede encontrarse su testimonio en un singular y solemne panteón a él dedicado por la ciudad. Granada y el ángel que lo custodia lo lloran.