ERIGIDA EN UNA DE LAS PARTES MÁS DESCONOCIDAS DEL BARRIO PATRIMON IO DE LA HUMANIDAD, SE HA PRESERVADO MILAGROSAMENTE. LA ESCASA POBLACIÓN DE SU ANTIGUA FELIGRESÍA HIZO QUE PRIMERO SE AGREGARA A LA PARROQUIA DEL SALVADOR Y POSTERIORMENTE QUE FUERA CLAUSURADA. HOY ES YA SEDE ECLESIÁSTICA DE LA IGLESIA ORTODOXA RUSA GRACIAS A UN CONVENIO CELEBRADO ENTRE LA DIÓCESIS GRANADINA Y EL PATRIARCADO DE MOSCÚ.
En el libro “Iglesias de Granada”, se define gráficamente al albaicinero templo de San Bartolomé, “como un dinosaurio a la espera de salir de su letargo”.
Y no está mal si se contempla por su tamaño, enclave entre las casas del viejo barrio, y por el silencio que le rodea.La bellísima iglesia de San Bartolomé, construida entre 1524 y 1554, se eleva en el horizonte albaicinero sobre los tejados de las casas y el entramado de calles de su antigua feligresía. Por su tamaño y ubicación, en una zona recóndita del alto Albaicín, es difícil contemplarla en plenitud, a pesar de estar construida en una llanura del antiguo barrio morisco, a la que solo se accede tras sortear una maraña de calles, epíteto del tradicional tipismo albaicinero.
Para su erección fue elegida la antigua aljama Al-burriana, un modesto templo del tiempo de moros
De mezquita a parroquia
Fue aljama. En ella se erigió el actual templo cristiano y hay quién señala que aún más antiguamente, también fue lugar de culto anterior a la presencia muslímica.
La parroquia de San Bartolomé, hoy desaparecida, fue una de las 23 parroquias originarias de 1501, tras las Pragmáticas de Conversión General, que organizó el territorio eclesiástico urbano de Granada. Para su erección fue elegida la antigua aljama Al-burriana, un modesto templo del tiempo de moros, que alguno señalan que se asentó a su vez sobre una antigua construcción de culto más antigua aún. A aquella aljama —jima en el dialecto nazarí—, se le agregó otra antigua mezquita más pequeña, situada en el lugar donde hoy están las Escuelas del Ave María de San Cristóbal, sobre la que al parecer se erigiera el desaparecido templo de San Lorenzo, y el bello portillo árabe que se conserva en la muralla medieval.
La parroquia de San Bartolomé gozó de la feligresía más numerosa de la ciudad, en su mayor parte sederos y labradores, por su cercanía con los límites de la ciudad y varios pagos y huertas, como Manflor, San Lorenzo, San Diego, San Antonio, la Albérzana o el “Marranico”. Sin embargo, la parroquia de San Bartolomé fue suprimida por la reordenación del territorio eclesiástico realizado en 1842, siendo agregada a El Salvador.
El templo: tal como es
De hermosa prestancia y generosa dimensión San Bartolomé sorprende cuando se descubre por primera vez.
Arquitectónicamente, su contemplación desde la calle Larga, viniendo de San Cristóbal y entrando en la placeta de su nombre por el extremo opuesto al que se encuentra, por la callejuela del Mataderillo, permite observar la generosa dimensión del templo, con proporciones casi épicas, teniendo en cuenta este escondido rincón del Albaicín de difícil acceso.
El aljibe
Memorable por lo demostrativo de su antiguo pasado musulmán, es la presencia de un aljibe junto a la portada de entrada que revela la existencia en el lugar de la antigua mezquita Al-Burriana. No es que la iglesia se construyera en el mismo espacio que la aljama porque, se sabe, que fue derribada después de finalizada la obra del templo cristiano, sino que se situaría junto al aljibe, que quedó integrado en la edificación de San Bartolomé, ubicando sobre parte de él, la capilla bautismal. La presencia de este elemento árabe y la permanencia del pequeño compás del que dispone la iglesia hacen pensar que San Bartolomé tenga más valor histórico.
El campanario
A lo largo del esbelto cuerpo del campanario se distribuyen cinco niveles con varios tipos de ventanas, entre las que llama la atención la del tercer nivel, pareada, con pilastra central retorcida, del mismo estilo que las columnas románicas. Aparece rematada con un pequeño alfiz curvo, adornado con llamativos azulejos que lo encintan, y otros distribuidos como un damero. En él se intercalan piezas de color tierra, azul y blanco, sugerentes como las que embellecen los alfiles de los arcos del cuerpo de las campanas. Acentúan su originalidad, la presencia de discos vidriados en verde oscuro, situados bajo el poderoso alero en el que se apoya la cubierta a cuatro aguas, en teja moruna, que cubre el lucido campanario. Culminan la obra, dándole gracia, una airosa cruz de hierro forjado en el vértice superior del tejado y dos cornisas de ladrillo talladas como maromas que dividen en tres partes el cuerpo de la torre. La obra del campanario se inició en 1566, doce años después de finalizar la construcción de la iglesia por el maestro Juan Alonso, que tardó cuatro años en levantarla en su emplazamiento, junto a la capilla mayor, por el lado más angosto del entramado de calles.
La portada
La portada principal, y prácticamente única, aunque existe otra portadilla lateral que abre hacia el compás, está situada a los pies del templo, junto al mencionado aljibe del siglo XIV. Es sencilla, de ladrillo y formada por un arco de medio punto enmarcado por un alfiz. Sobre él hay un pequeño nicho donde hace poco se ha colocado una imagen en piedra de la Virgen de la Candelaria. Sobre ella un óculo permite la luz natural al interior.
Como ya sabemos, la iglesia ha estado cerrada desde hace unos años, más por falta de atención que por estar en mal estado. Hasta hace nada, para visitarla era preciso un permiso, hoy eso, parece que ya no será necesario. El acceso al templo se hace por la portadilla con arco de medio punto rebajado que hay en el compás, a través de una desvencijada puerta por la calle de San Bartolomé.
El interior
En el interior del templo comprobaremos que su obra se corresponde con el austero sistema constructivo del arte mudéjar, típico de las iglesias albaicineras y granadinas de la época. La planta es rectangular y de una nave, con capilla mayor separada por un espléndido arco toral de medio punto apoyado sobre pilares redondos, cubiertos con armaduras complejas, capilla bautismal y la magnífica torre descrita anteriormente. Sin duda, lo más interesante de esta iglesia es la armadura mudéjar de la capilla mayor, formada por nueve paños cuajados de lazo, un vistoso racimo de mocárabes en el centro y otros seis repartidos en las pechinas sobre las que se apoya el alfarje.
La nave tiene otra magnífica armadura de par y nudillo, con tirantas que la cruzan, y un sencillo lazo en parte del almizate. A los pies del templo, en el hastial, hay una capilla bautismal, elevada sobre el plano del templo y situada sobre el antiguo aljibe lo que le depara originalidad. Está separada del cuerpo de la iglesia por tres escalones y un arco cerrado con una reja de madera, realizada a base de balaustres con tallas del escudo del arzobispo Pedro de Guerrero.
Sin duda, lo más interesante de esta iglesia es la armadura mudéjar de la capilla mayor
La verja es obra del maestro Melchor Fernández que también hizo el pequeño artesonado mudéjar que cubre la capilla.
Programa iconográfico
El programa iconográfico católico romano de la iglesia ha sido inexistente dada su clausura, encontrándose las pinturas y esculturas que la exornaban, así como el ajuar de la parroquia, principalmente, en la iglesia del Salvador. Pero no por ello vamos a ignorarlo.
Merece recordar que la iglesia tuvo un par de buenos retablos, que también están en el Salvador, adaptados a este templo. Es el caso del de Miguel Cano, hecho entre 1604 y 1608, según traza de Ambrosio de Vico, muy similar al que había diseñado para la iglesia de Santa Ana, que está instalado actualmente en el lado de la Epístola de la Colegiata. De este retablo formaban parte dos tablas con los martirios de San Bartolomé y San Lorenzo (ya demolida), titulares de las dos iglesias principales de la desaparecida parroquia de San Bartolomé. Otras obras de este retablo ocupaban partes del primer cuerpo, del banco y del sagrario fueron realizadas por dos discípulos de Pedro de Raxis, Juan Bautista de Alvarado y Juan García Corrales.
Otros maestros y elementos
Es de destacar que la iglesia de San Bartolomé se construyó prácticamente al mismo tiempo que la de San Cecilio, del Realejo, de ahí la razón de que algunos maestros que en ella intervinieron, lo hicieran también en este templo albaicinero. Ejemplo es este retablo de Cano que contó con las aportaciones de García Corral. De recordar, también, son las dos esculturas de tamaño natural que había a cada lado del testero principal de la Capilla Mayor, de San Bartolomé y San Lorenzo, ambas del siglo XVII y del círculo de Alonso de Mena, que fueron trasladadas a la iglesia del Salvador. En el muro de la izquierda hubo dos altares del siglo XVIII, dedicados a la Virgen de la Candelaria y a la Dolorosa, esta última, imagen que se subía en procesión al Cerro del Aceituno, en los orígenes de la Cofradía del Vía Crucis y que procedía de San José. Ambas imágenes eran de la escuela de Pablo de Rojas, y un buen Crucifijo, también del bastetano, que se encuentra en la iglesia del Salvador, de donde provenía originariamente.
Finalmente, no deben olvidarse, por su singularidad, los murales en color añil que adornaban el templo y que aún asoman sobre parte del blanco revoco de los paramentos y que ojalá se recuperen.
Cómo llegar
Por su localización se puede acceder hasta ella disfrutando de singulares panorámicas sobre el templo y del dédalo albaicinero.
Aunque llegar a la iglesia de San Bartolomé es fácil, hay que saber hacerlo. Lo mejor es ir desde el mirador de San Cristóbal, por la calle Larga, o desde la calle Pagés, por la de Carniceros. Sin embargo, lo más recomendable, por la excitante trama del barrio, es hacerlo desde la calle Agua o desde la cuesta de Alhacaba
La observación del templo desde la esquina de la calle de la Parra o entrando en la placeta por la callejuela del Mataderillo, supone descubrir su espléndida fisonomía mudéjar de tan delicada apostura, que hace difícil entender el estado de abandono que ha sufrido en estas últimas décadas. La panorámica que ofrece hacia esta típica calle albaicinera, sobrecoge por la evocación de su antiguo pasado.
Tanto subiendo por la otrora popular callejuela, como si se admira desde las calles Pardo y callejuela de San Bartolomé, se descubre la apuesta y muy arrogante torre campanario, magnífica obra de ensoñadora fisonomía mudéjar, construida en elegante fábrica de ladrillo, que la convierte en la mejor y más bella obra de albañilería de Granada en su género a juicio de los historiadores del arte, sin olvidar la prestancia, única, de otras iglesias granadinas de este género, como San Ildefonso, San Andrés o Santa Ana.