BERNARDO FRANCISCO DE MORA, EL PADRE Y MAESTRO, SEMBRÓ LA SEMILLA DE LA GENIALIDAD ARTÍSTICA EN SUS DESCENDIENTES, A LOS QUE FORMÓ EN SU TALLER. TODOS AVEZADOS CREADORES CONFORMARON UNA DE LAS MEJORES SAGAS ARTÍSTICAS DE LA HISTORIA DEL ARTE EN NUESTRO PAÍS. DIEGO, EL MENOR DE LOS VÁSTAGOS CIERRA DE ALGÚN MODO ESTE PANORAMA CREATIVO. EN 2029 DEBERÁ CONMEMORARSE SU TERCER CENTENARIO
Siguiendo el documento que el profesor Isaac Palomino Ruiz publicado en la página de la Universidad de Almería, cabe afirmar que la familia de Bernardo Francisco de Mora Ginarte y sus hijos es, como hemos avanzado, la gran saga de creadores del barroco nacional. En ella Diego Antonio de Mora López fue el último de los miembros de la saga de escultores conformada por Bernardo Francisco de Mora Ginarte y sus hijos José, Bernardo y Diego.
“Dieguito”
Bautizado el 30 de noviembre de 1658, fue el más joven de los hijos que formara Bernardo Francisco, que en alguna fuente aparece referido como el menor y también como “Dieguito”. Dice sobre él el profesor Palomino, que “Diego de Mora compendiaba en sí la doble genética de artistas. Por un lado, la paterna, con la figura de su padre y de su primo, también Diego de Mora”, el otro escultor, con él a veces existe confusión.
Por otro la heredada por su madre, Damiana López Criado y Mena, hija del escultor y retablista bastetano Cecilio López, sobrina y prima de Alonso y Pedro de Mena, respectivamente. De ahí tal riqueza genealógica.
Nuestro personaje, contrajo matrimonio en 1682 con Ana de Soto y Estremera. La unión se llevó a cabo en secreto ante la oposición de la familia del escultor. El matrimonio afincó su residencia en la casa-taller familiar de los Mora, una vez muerto el patriarca, junto al compás del convento de Santa Isabel la Real. Junto a esta tenía casa y taller su hermano Bernardo, con quien Diego de Mora mantenía gran unión.
su formación artística se llevó a cabo en el taller de su padre, instaurado en Granada hacia una década antes, procedente de Baza.
El matrimonio, sin hijos, acogió en su hogar a Francisca Ruiz Velázquez y Aibar al fallecimiento de los padres de esta, amigos del escultor. La joven fue tratada como la hija que les negó la naturaleza, y como tal respondió a sus nuevos padres. Atendió a Diego de Mora desde su viudez, en 1710, hasta su muerte el 16 de enero de 1729, nos revela el profesor Juan Jesús López Guadalupe.
Según Palomino, “su formación artística se llevó a cabo en el taller de su padre, instaurado en Granada hacia una década antes, procedente de Baza. En el mismo recibió también la maestría de su hermano mayor, el genial José de Mora. Estas dos vías de influencia artística marcan las dos primeras etapas del menor de los Mora, siendo una tercera la que alcanza hasta el final de sus días con una concreción de su estilo propio”.
En este último periodo, desarrollado en paralelo con el siglo XVIII, “Diego de Mora exhibe una evolución desde formas más rotundas hacia un modelado más suave y elegante”, concluye el autor del artículo.
Influencias
Así, es de notar como dice el profesor citado, que “su obra manifiesta patentes influencias de otros escultores, recogiendo la herencia de la escuela granadina de escultura desarrollada a lo largo del XVII. De éstos destacan principalmente Alonso de Mena y Alonso Cano. También parece plasmar en sus tallas, de manera puntual, algunos de los grafismos de Pedro Duque Cornejo, tanto en composición como en policromía.
De igual modo, el arte de la pintura deja su huella en las creaciones de Diego de Mora a través de las soluciones adoptadas para componer sus figuras: giros, inclinaciones, cabelleras, volúmenes y disposición de paños. A Juan de Sevilla, Bocanegra o Cano se unen los nombres de Claudio Coello o Carreño de Miranda, junto a los de diversos grabadores de cuyas obras bebe nuestro artista para conformar diversas soluciones plásticas”.
su obra manifiesta patentes influencias de otros escultores, recogiendo la herencia de la escuela granadina de escultura desarrollada a lo largo del XVII. De éstos destacan principalmente Alonso de Mena y Alonso Cano.
Es decir, que acoge en sí la sabiduría y maestría artística de estas figuras enormes del arte. Un proceso visto que “se compendia en una serie de características que erigen en propias de la producción escultórica de Diego Antonio de Mora López. Algo que se aprecia en los tipos corporales esbeltos, en los rostros estilizados, ojos, boca y otros detalles, con los que dota de gran realismo a sus creaciones.
Artículos
Sus tipos iconográficos más destacados fueron el Nazareno, con unas características propias de la escuela granadina de escultura o la Virgen de la Aurora entronizada, de gran difusión en el entorno de los Mora. Para más información y detalle se recomiendan sobre Diego los artículos publicados por los profesores Palomino Ruiz y López Guadalupe, en los Cuadernos de Arte de la Universidad de Granada y en la editorial Comares, así como el magistral artículo del Profesor Lázaro Gila Medina, realizado con el anterior, “La proyección de los talleres artísticos del Barroco granadino. Novedades sobre la saga de los Mora”, publicado también en Cuadernos de Arte de la citada institución (5, 2004, pp. 63-799).
En 2029 deberá conmemorarse el tercer centenario de su fallecimiento. Esperemos que Granada esté a la altura exigible.