EL CRISTO DE LA MISERICORDIA ES SIN DUDA ALGUNA UNA DE LAS OBRAS MAESTRAS DE LA ESCULTURA DE NUESTRO PAÍS. Y ESO SIGNIFICA DECIR QUE DEL MUNDO ENTERO. HAY QUIEN LO HA CALIFICADO, COMO LA “OBRA EXCELSA” CUMBRE DEL ARTE BARROCO DEL ORBE”. Y NOSOTROS ASÍ LO SUSCRIBIMOS
CÉSAR GIRÓN
De Granada Histórica
Para ser así considerada, cumple todos los cánones previos a su hechura. Porque, ser obra máxima del arte barroco exige que haya sido realizada por uno de los grandes maestros cuya huella ha quedado patente en ser discípulo de otros notables creadores, de haber dejado huella su hacedor en otras obras coetáneas nacidas de sus manos, y, posteriormente, ser reconocido sin fisuras, por la historiografía, a lo largo del tiempo posterior como eximio maestro. Y este es el caso del bastetano José de Mora: hijo, nieto y hermano de escultores.
Un poco de historia
El Cristo no puede ser más granadino. Fue alumbrado por la gubia en una casa del Albaicín, en la calle Pagés, que aún se conserva, en no muy buen estado, pero en la que puede localizarse la huella del maestro. De un tamaño mayor que el natural, esta escultura está realizada en madera tallada y policromada a la que se han añadido elementos de distinta naturaleza como el pequeño sudario, de lino endurecido con cola, que se anuda con un cordón natural y no de talla.
En 1695, en el momento de mayor plenitud de su arte, el autor, realiza este Crucificado para la iglesia de San Gregorio de clérigos menores. Conocido durante los siglos XVIII y XIX como Cristo de la Salvación y Cristo de la Expiración, pasaría más tarde a la iglesia de San José, en la que actualmente se encuentra, donde recibirá los títulos por los que actualmente se le conoce, Cristo de la Misericordia y Cristo del Silencio.
José de Mora Hijo, nieto y hermano de escultor (Baza 1642-Granada 1724), fue el más destacado miembro de una familia de artistas que desarrolló una importantísima actividad en la Granada del Barroco. Los Mora, Bernardo Francisco y José, crearon su propio estilo, pudiendo hablarse no ya de una escuela granadina, sino incluso de una escuela de los Mora, como señalaron Gómez-Moreno, Gallego Burín o Emilio Orozco. Será esa escuela, la granadina, moldeada con las aportaciones de otra familia de escultores, la de sus parientes los Mena, y marcada por la influencia decisiva de Alonso Cano, la que permitirá explicar y contextualizar el arte de José de Mora
Convertido en imagen procesional en 1925, paseó por nuestras calles hasta 1975, en que por su estado de deterioro hubo de encargarse por la cofradía una réplica, que fue realizada por el escultor granadino Antonio Barbero Gor. Los últimos años en que tan magna obra salió en la madrugada del Viernes Santo, hubo de hacerlo reclinado sobre unas andas por temor que al ponerlo vertical la talla no resistiese el más leve movimiento. Tras este año fue reservado exclusivamente para el culto en su capilla.
Eximia opus
Ofrece un cuerpo esbelto, magro, proporcionado, de perfecto estudio anatómico, en el que predomina una severa verticalidad que transmite la quietud alcanzada tras la dolorosa muerte. De ella, las huellas más notorias se concentran en el expresivo rostro: los ojos sentornados y hundidos en las órbitas, la nariz aguda, la boca entreabierta mostrando los dientes. Vence la cabeza, impresionante en su dramatismo, sobre el hombro derecho, dejando caer masas de cabello cuyo modelado se prolonga con el pincel sutilmente. Y es que la policromía es perfecto complemento de la talla, mostrando José de Mora las excelentes dotes de pintor que también poseyó.
Las carnaciones, en pulimento y con tono de marfil, sin apenas acudir a la sangre como recurso de expresión, hacen que en esta representación se logre rebasar lo fisiológico de la muerte humana para alcanzar la plasmación de una idea trascendente.
Puede verse en este Crucificado, según se ha dicho, más a Dios hecho hombre que al hombre hecho Dios. En correspondencia con el sentido idealista con que se concibe esta escultura, la Cruz en la que se clava es plana y revestida de un rico trabajo de incrustaciones de marfil y carey.
Restauración Las múltiples vicisitudes sufridas por la imagen a lo largo de sus más de 300 años de existencia, le originaron problemas muy diversos en cuanto a su estado de conservación, siendo restaurada en 1994 por la Dirección General de Bienes Culturales de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía, por la restauradora Bárbara Hasbach Lugo, que le ha devuelto su magistral aspecto. Si bien, hoy, casi treinta años después, presenta nuevamente ciertos daños derivados del paso del tiempo, en distintas zonas, como en las uniones de los brazos. La magnífica Cruz original, considerada también otra obra clave del barroco español, se hallaba abandonada en un trastero desde el año 1926. Había perdido más del 75 por ciento de sus piezas originales, por lo se acometió su restauración, también, por la Administración autonómica. Es obligado para todos los granadinos y para aquellos que pasen unos días en Granada visitar esta obra sin igual en su capilla de la iglesia de San José, en la que también intervenidos y restaurados, lucen sendos retablos góticos, sensacionales, situados en sus laterales. Unas piezas únicas por muchos motivos.