GRANADA TAMBIÉN HUELE A AZAHAR: EL VALLE DE LA ALEGRÍA

En el Valle de Lecrín, la explosión de olor y color de sus naranjos y limoneros en la primavera hace de este un lugar único que cautiva por su exuberante belleza.

Talará, Chite, Melegís, Restábal… Quizás no le suenen demasiado los nombres de estos pueblos, pero quedan muy cerca cada vez que un granadino decide bajar a la costa para disfrutar de sus suaves temperaturas.

Lecrín: el Valle de la Alegría

A medio camino entre la Vega de Granada y la Costa Tropical, el Valle de la Alegría, ese es el significado de Lecrín, vocablo de origen árabe, se erige como un pequeño paraíso salpicado de pequeños pueblos blancos, olor a azahar, cumbres pintadas de blanco y sugerentes historias del reino nazarí de Granada.

el Valle de la Alegría, ese es el significado de Lecrín, vocablo de origen árabe

Aunque la comarca del Valle de Lecrín está formada por hasta ocho municipios, entre los que se encuentra su capital, Dúrcal, nuestro recorrido va a detenerse en los municipios de Lecrín (compuesto por los núcleos de Talará, Mondújar, Chite, Murchas, Acequias y Béznar) y El Valle, donde Melegís, Saleres y Restábal conforman este municipio.

valle de la alegria lecrin

Mondújar es la puerta de entrada a Lecrín y también es allí donde se alza un cerro rocoso coronado por el Castillo de Zoraida, siendo muchas las historias que acogieron sus ruinosos muros.

La tradición cuenta que este fue el regalo de bodas de Muley Hacén, penúltimo rey nazarí de Granada, a su favorita, Zoraida o Isabel de Solís, cautiva cristiana convertida al Islam por amor. Las luchas de poder entre Muley Hacén y su hijo Boabdil le obligaron a refugiarse a él y a Zoraida en este castillo, donde, según la tradición, murió, siendo enterrado en el lugar más alto de Sierra Nevada, que fue llamado Mulhacén por su nombre.

Allí fue encontrado también el tesoro de Mondújar en el siglo XIX, destacando entre sus piezas un collar de oro que se conserva en el Museo Arqueológico Nacional.

Para llegar a este recóndito lugar hay que subir una estrecha vereda empinada que culmina en el que posiblemente sea el mejor mirador del Valle de Lecrín.

Allí aún se conservan los decadentes muros de un castillo azotado por el paso del tiempo, que bien merecería una restauración para poner en valor y en conocimiento de los granadinos este enclave tan singular.

Si descendemos a la población de Móndujar, nos adentramos en un acogedor pueblo donde su centro neurálgico es la Iglesia de San Juan Bautista, dedicada a la Encarnación. Puede considerarse el principal edificio religioso de la zona, siendo muy visible desde la carretera que nos lleva a la costa, especialmente bella cuando se encuentra iluminada por la noche. De porte renacentista, su portada recuerda al estilo de Diego de Siloé, mientras que en su interior de una sola nave destaca su armadura mudéjar, su retablo neoclásico y varias esculturas de gran valor, entre ellas las tallas de San Juan Bautista, Nuestro Padre Jesús y la Virgen del Rosario.

Abandonando las estrechas calles de Mondújar, llegamos apenas sin darnos cuenta a la localidad de Talará, la cual forma un único núcleo urbano junto a Mondújar. Su singular nombre es de tiempo nazarí y significa “barrio de los árabes”. En ella se sitúa la sede el ayuntamiento así como los principales servicios y comercios del municipio de Lecrín.

Continuando nuestro recorrido valle abajo, dejamos a nuestra derecha y a más altitud, Murchas, y a la izquierda, Chite. Entre bancales de naranjos y limoneros surcados por acequias y la bonanza climática que caracteriza este lugar, vamos divisando los primeros brazos del pantano de Béznar, que aporta un grado más de belleza a este valle. Este embalse, que recoge las aguas de los ríos Dúrcal, Albuñuelas, Torrente y el barranco de la Luna, ofrece actividades náuticas como vela, catamarán, hidropedales o kayak.

Iglesia San Juan Bautista, Mondújar

Especialmente recomendable resulta realizar alguna de ellas al atardecer, con los últimos rayos de sol iluminando este tranquilo rincón.

Siguiendo nuestro camino, pasamos al municipio de El Valle, y nos recibe la localidad de Melegís. Lo primero que llama la atención es su extraordinario mirador que ofrece unas inmejorables vistas del valle que, en primavera, se muestra especialmente exuberante. Podemos disfrutar de unas hermosas vistas donde destacan los campos de cítricos, el pantano de Béznar, las montañas de la Sierra de Los Guájares y, en primer plano, Restábal, capital de este municipio.

Un simple paseo por las calles de Melegís nos da la idea del importante pasado de este pequeño lugar, con multitud de casas con escudos señoriales. De hecho, llegó a ser capital del Reino nazarí de Granada, al ser residencia de la Corte en el siglo XV. Su Iglesia de San Juan Bautista, declarada Monumento Nacional, fue construida por Bartolomé Villegas en 1567, mismo año en el que, según la leyenda, se plantó en su puerta un olmo que aún sigue dando sombra a los melegileños. Paseando por sus calles también descubrimos un bello rincón donde existe un Lavadero exquisitamente conservado. Aunque desde los años 70 ya no se le da el uso para el que fue construido, cuenta con una bonita decoración granadina presidida por un Cristo del Paño de Moclín.

Abandonamos Melegís y una magnífica opción para dirigirnos a Restábal es a través de la ruta del Azahar. Se trata de un sendero circular de apenas 5,1 kilómetros que comienza y termina en el mirador de las Alvirillas de Melegís y nos permite, pasando por huertas, campos de naranjos y ríos, llegar a la vecina localidad de Restábal.Restábal es la capital del municipio de El Valle y, curiosamente, fue residencia durante unos años del conocido hispanista de origen irlandés Ian Gibson, uno de los escritores que más ha estudiado la figura de Federico García Lorca y que quedó prendado de la belleza y la tranquilidad de este valle, considerándolo un paraíso terrenal.

Para terminar, nos adentramos en un paisaje que contrasta con todo lo visto hasta el momento en el valle. Se trata del Barranco de la Luna en Saleres, un cañón de origen kárstico, por el que circula el río con el mismo nombre entre verticales paredes, donde podemos encontrar restos de fósiles marinos como moluscos, conchas y espinas de peces, de la época en la que todo este lugar estaba cubierto por el mar. Un sendero señalizado permite visitar este escondido enclave partiendo de la propia localidad de Saleres.

Como colofón a nuestro recorrido por el Valle de Lecrín, es necesario hacer mención a su gastronomía, como uno de sus principales atractivos para el visitante. Esta abarca un gran repertorio de comidas típicas como el remojón de naranja, el puchero de hinojos o cualquier plato donde el cítrico lecrinense tenga un papel protagonista.

Su historia, su valor paisajístico y natural, y su riqueza patrimonial merecen ser puestos en valor

En definitiva, el Valle de Lecrín, a medio camino entre la turística Costa Tropical y la bella Granada, cuenta con un atractivo propio que es digno de visita. Su historia, su valor paisajístico y natural, y su riqueza patrimonial merecen ser puestos en valor y darlos a conocer a los granadinos para valorar y disfrutar de la tranquilidad del “Valle de la Alegría”.

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Juan Ignacio Escribano Torres

(Granada, 1997). Es graduado en Derecho y Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad de Granada (2021). Actualmente es funcionario del Cuerpo de Administradores Generales de la Junta de Andalucía. Es miembro de la asociación Sociedad Civil Juntos por Granada.

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