In Memoriam de Claudio Sánchez Muros: Un Banquete de Arte, Amistad y Fantasía

Quince años han pasado desde que nos dejó el amigo y maestro Claudio Sánchez Muros. Pintor, grabador y diseñador gráfico.

Se formó en las Escuelas de Artes y Oficios de Granada y en la Escuela de Bellas Artes de San Jorge de Barcelona. Fue profesor de Dibujo en la Escuela de Artes de Granada durante dos años, hasta que en 1978 decidió, por voluntad propia, dedicarse por entero a su creación artística. Recibió el Premio «Feria del Libro 1996» de Granada y, en 2002, la Medalla a las Bellas Artes «Mariano Fortuny», otorgada por la Real Academia de Bellas Artes de Granada, ambos en la modalidad de diseño gráfico.

Lo conocí en 1977, mientras me iniciaba en la técnica del grabado en el taller de la Escuela de Artes, guiado por el entrañable maestro Julio Espadafor, quien nos presentó. Como un guiño del destino, mi compañera, Gloria G. Perea, me habló entonces de un lazo anterior: su madre había sido vecina de la familia de Claudio durante la infancia. Recordaba los teatrillos caseros que él organizaba junto a su hermano Carmelo, a Isabel -ángel de la guarda actual de su legado- y a otros niños, sembrando imaginación y juego en la sombría posguerra granadina. Aquella escena, tan luminosa en su sencillez, fue el primer hilo que tejió nuestra amistad.

En los años ochenta, era frecuente encontrarnos en actividades culturales y celebraciones. Casi siempre iba acompañado de su inseparable amigo, el poeta Juan de Loxa. Granada bullía entonces de creación y camaradería. Nombres como Elena Martín Vivaldi, Rafael Guillén, Antonio Carvajal, Pepe Gutiérrez, Vicente Brito, Alejandro Gorafe, Juan Manuel Brazam, o Miguel Rodríguez-Acosta -quien impulsó el taller de grabado en el que Claudio participó activamente- compartían escena. También lo unían lazos profundos con Joaquín Forero, con quien expuso en varias ocasiones.

Recientemente hablé con la artista Carmen Ocaña de Claudio a inicios del pasado mes de junio, durante el vernissage de una exposición en el Ayuntamiento de París, frente al Panteón, donde ambos presentamos obras dedicadas a Federico García Lorca, junto a artistas de París y Granada. Evocamos entonces su dedicación lorquiana: diseños, escenografías, publicaciones… Carmen, conmovida, me prometió regalar dos ediciones que yo desconocía. Una de ellas, Claudio en verso, es un poemario exquisito, de edición cuidadísima, publicado por Entorno Gráfico Ediciones con motivo de la presentación de Il Ristorante di Claudio Sánchez Muros.

Los seis poemas inéditos de Claudio Sánchez Muros, presentados con el delicado diseño de Carmen Ocaña, son una revelación. Evidencian un talento muy culto, refinado, silenciosamente firme, que lo sitúa entre los grandes poetas granadinos de nuestro tiempo.

1. En su poesía se percibe una reflexión serena y profunda sobre el tiempo, el amor que cambia y esa soledad que persiste aun en compañía. El yo poético transita la melancolía no como un lastre, sino como el lugar desde el que mira, piensa y escribe. Hay una conciencia lúcida de lo ilusorio, de la lucha por mantener viva una emoción que ya se sabe frágil.

2. El poema es un homenaje íntimo a quienes ya no están. Desde la ausencia, siguen hablando en nuestro interior. El poema nos recuerda que la pérdida no borra el vínculo, solo lo transforma.

3. “Hoy te amo para mí solo”: el amor no se dirige al otro, sino que se repliega en uno mismo. Es un gesto interior, un espejo que revela el vacío y la ilusión que lo habitan. Inquieta. Descoloca. Porque nos enfrenta a una forma de amar no convencional: solitaria, introspectiva, honda.

Claudio Sánchez Muros, libro
Portada de Claudio en verso, Entorno Gráfico Ediciones, Granada, 2023

4. La imagen musical -“cifrada en fa o la”- sugiere la búsqueda de un tono vital, de una armonía que se ha perdido. La visión “casi perfecta” aparece cuando los colores se desdibujan. No hay nitidez, sino una belleza que emerge del claroscuro, del azul violeteado de la noche. La ausencia del ser amado tiñe la mirada, y es en esa neblina donde se alcanza una verdad emocional.

5. El poema ahonda en las relaciones humanas: el deseo de avanzar, la entrega al otro, la intimidad como revelación… y también el desgaste inevitable. La rutina y el tiempo erosionan incluso los vínculos más intensos. Pero el poema no es derrotista, sino consciente. Es la aceptación madura de esa complejidad.

6. “Es el borde en tu cuerpo lo que admiro” habla desde la diferencia. Uno brilla, arde, transforma. El otro contempla, intuye, se sabe en decadencia. Hay belleza en esa observación callada, en esa entrega sin exigencia. Es un poema sereno, lleno de una melancolía clara.

Después de leerlos, solo puedo confirmar lo que escribió María Zambrano: “La razón no lo explica todo… Por eso la poesía salva lo que callamos.”

Son versos que revelan lo silenciado, aquello que la poesía, con fortuna, logra expresar por nosotros.

El otro libro nació tras un viaje en coche desde Granada hasta el norte de Italia, culminando en Venecia, junto a sus amigos María Jesús Casermeiro y Manuel García. Ambos firman la introducción, iluminando con palabras, diseños y fotografías el espíritu del viaje. Además de una poética Nota inicial de su querido hermano Carmelo. Las páginas del libro recorren, como un mapa sensorial, los paisajes reales y los rincones imaginarios de Claudio, cargados de nostalgia, humor y belleza. Allí, entre platos inventados y collages imposibles, se percibe su trazo fresco, su ironía sutil, ese espíritu lúdico y enigmático que lo caracterizaba.

Portada de Gran Ristorante, Granada, Entorno Gráfico Ediciones, 2023

Claudio servía ideas con la misma gracia con la que se ofrece un vaso de limonada con hierbabuena en un caluroso mediodía: para refrescar el alma y preparar al espíritu para el festín de lo simbólico.

Su arte fue siempre un banquete: no solo visual, sino existencial. Collage, escenografía, metáfora y juego se unían en sus manos con la precisión de un chef de la imaginación.

Gran Ristorante Claudio Sánchez Muros no es simplemente un libro: es un festín poético-gastronómico-visual. Un lugar donde la belleza y la inquietud se sientan a la misma mesa.

Como aquellos legendarios fogones de Leonardo y Botticelli -que, según cuentan, abrieron en Florencia la taberna Le Tre Rane-, Claudio nos invita a un banquete ambiguo, anfibio, que salta del papel al plato, de la palabra al collage, sin pedir permiso. Las ideas hierven. Las emociones burbujean.

Ilustraciones de Gran Ristorante


Este libro es heredero de aquella mesa secreta. Collages que son platos, platos que son ideas. Un menú que nos habla con ingredientes abstractos y sabores sin receta. Cada estación del alma tiene aquí su carta. Hay obras que no se miran: se saborean. Algunas entran como un cuchillo; otras dejan un poso dulce, ácido, enigmático. Es el arte servido como manjar, que a veces hace que la boca se haga agua.

La palabra banquete proviene del italiano banchetto (banquito), que aludía originalmente a un tentempié informal. Con el tiempo, adquirió un carácter fastuoso, influido por la cultura francesa, y hoy designa una experiencia memorable más que una simple comida.

¡Ah, el Banquete de Platón! Qué distinto, qué deliciosamente subvertido se presenta aquí, visto a través del prisma de Claudio. Olvidemos los tratados pesados: entremos en su cocina irónica, juguetona, refinada. Porque en este banquete, como en el de Platón, el apetito se abre para el intelecto, no al revés. La comida es un pretexto, una escenografía para lo verdaderamente esencial: la conversación, el juego de las ideas, la risa inteligente.

Y el vino, claro. Pero no para emborrachar, sino para desinhibir. Como en la paideia griega, Claudio nos ofrece una copa de chianti para aflojar la lengua y encender el pensamiento. Cada bandeja es una excusa para la reflexión. Y cada reflexión, una delicia.

La sobriedad y el humor se entremezclan. La mesa es un escenario. El pensamiento, el plato principal. Como en el Banquete platónico, la educación del alma se cuece lentamente, entre el perfume de las flores y las músicas suaves. El arte de Claudio, como el de Sócrates, invita sin imponer, alimenta sin saciar, y deja siempre hambre de más.

Imagen de Gran Ristorante

Collage de Gran Ristorante

El libro se compone de diversos alimentos y dos cuentos, repartidos en: Antipasto, Fra Piatto e Piatto, Primo Piatto, Secondo Piatto, y Menù Turistico e Pío (menú turístico y piadoso). El Dessert se divide entre “per adulti” y “per bambini”, con dulces, bebidas, cioccolata y café.

Como broche final, dos ilustraciones: el Pollito Poeta y el Perrito Pintor, que protagonizan sendos cuentos líricos que cierran esta construcción, rematada con un texto final: Il Conto.

Este menú simbólico nos lleva por un viaje que atraviesa la gastronomía, la religión, lo ancestral, lo sensual, lo numérico, lo jeroglífico… De lo salado a lo dulce, de lo frío a lo abrasador, de lo crudo a lo sofisticado. Es un banquete visual y conceptual donde cada plato es una historia, cada collage un mundo, y cada lector un comensal.


Con este libro, Claudio nos deja una exquisita serie de creaciones surrealistas, irónicas y profundamente humanas. Manjares imposibles condimentados en sus cocinas secretas, servidos con su humor refinado, su inteligencia mordaz y su corazón generoso.

Hoy, seguimos sentándonos a su mesa con los sentidos bien abiertos. Y con cada lectura, con cada imagen, con cada guiño de su arte, brindamos por su memoria.

Bon Appétit, querido Claudio.


José Manuel Darro, 15 de Julio de 2025

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Comentarios y Reseñas

4 respuestas

  1. Estupendo banquete relleno de exquisitos manjares literarios y biográficos. Gracias, querido José Manuel. Felicidades y un fuerte abrazo ♥️

  2. Para conocer mejor la obra de Claudio Sánchez Muros se puedr acudir a la colección Genil de literatura y consultar «Un belvedere con vistas al mar», volumen firmado por el artista, y el estudio que le dedica José Antonio González Núñez titulado «El ilustrador bienaventurado».

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