LOS SUCESOS DE GRANADA

AQUEL MARTES DE HACE 105 AÑOS ESTALLÓ LA SITUACIÓN CONTRA LA CORRUPCIÓN POLÍTICA Y EL CACIQUISMO. LO QUE COMENZÓ SIENDO UN ASUNTO LOCAL DE ACUSACIONES AL ALCALDE Y SU ENTORNO DE MALVERSACIONES CON EL ARBITRIO DE CONSUMOS, ACABÓ SACUDIENDO A LA SOCIEDAD DE TODA ESPAÑA.

Sucesos de Granada, Revueltas

“Un conflictivo año de la vida española. Revueltas obreras. La corrupción política. Manifestaciones ante la casa del Alcalde. Disturbios y heridos. La carga de la Guardia Civil. Muerte de un estudiante. Enfrentamientos por toda la ciudad. Dos nuevas víctimas mortales. Una ciudad desolada. La destitución de los responsables. Un monumento que nunca se hizo”. Así podría resumirse de modo telegráfico lo sucedido en Granada en el espacio temporal más inmediato, de antes y después, de aquel trágico mes de febrero de 1919.

Unos acontecimientos que marcaron la vida nacional, permitieron el afloramiento de personalidades inquietas, entre ellas varias mujeres activistas, y la colocación de una placa en memoria de un estudiante muerto, caído junto a la calle Niños Luchando, Ramón Ruiz de Peralta, que estuvo presente en Granada hasta el año 2000, momento en que la comunidad religiosa de las Esclavas, con ocasión de una obra, decidió unilateralmente, quitarla de su fachada. Sobre esto último ya elevé constantes protestas, pero, nunca más se supo…

Contexto

En 1919 acababa de concluir oficialmente la Gran Guerra mundial con el armisticio de 1918; para entonces también se había producido la revolución rusa y el estalinismo comenzaba su siniestro ascenso; el mundo se debatía entre crisis y convulsiones y en Europa la mal llamada “gripe española” hacía estragos. La situación, el panorama social de España, era especialmente caótico. Continuas crisis gubernamentales, inestabilidad política y parlamentaria y un incipiente movimiento separatista catalán ponían en tela de juicio las más altas instituciones del estado.

La cuestión obrera era la nota más aguda de la actualidad social española en aquellos días. Producía verdadera inquietud el panorama de conflictos sociales planteados a principios de aquel año, que se acentuaron durante los primeros días del mes de febrero. La movilización obrera revestía caracteres gravísimos y constituía una seria amenaza contra la normalidad de la vida en el país. En casi todas las provincias surgía a diario una huelga. Algunas de ellas, como las planteadas en Sevilla, Barcelona o Cádiz, presentaban aspectos verdaderamente alarmantes, de modo que la continua agitación del

Primera Guerra Mundial

proletariado creaba un estado de zozobra generalizado que nadie desde las instancias del poder se preocupaba de calmar con soluciones eficaces y rápidas.

El movimiento obrero que por entonces intranquilizaba a la opinión pública era una consecuencia lógica del indiferentismo con que los poderes públicos habían mirado los problemas españoles, poderes que torpemente no resolvían las cuestiones más vitales de la población y habían permitido que el malestar social aumentara día tras día dejando así abierta la válvula de las protestas populares.

El trabajo atravesaba una de las crisis más graves conocidas hasta el momento. La carestía de vida se multiplicó en una progresión aterradora, las obras públicas cayeron estrepitosamente, los ansiados remedios que tanto prometían los dirigentes no llegaban y la falta de intervencionismo estatal en los sectores estratégicos de la economía fomentó el enriquecimiento de los especuladores.

El movimiento obrero que por entonces intranquilizaba a la opinión pública era una consecuencia lógica del indiferentismo con que los poderes públicos habían mirado los problemas españoles

Así las cosas, en medio de este desbarajuste social, el movimiento obrero salió de las ciudades invadiendo el campo. El obrerismo agrario, que tantas pretericiones e injusticias había sufrido, comenzó a dar señales de agitación mediante la organización de sus fuerzas y la manifestación de sus reivindicaciones. Este era acaso el peor peligro, el que más se temía en las ciudades, por riesgo a una invasión de las masas campesinas, como se estaba produciendo ya en algunas comarcas del país.

Revueltas obreras

Los trágicos sucesos de aquel martes 11 de febrero de 1919 fueron consecuencia del tortuoso panorama descrito y de la corrupción política que en aquellos días se adocenaba en el Ayuntamiento granadino.

Presidía la corporación el dirigente liberal Felipe La Chica y Mingo, un ser torpe y corrupto que durante cuatro mandatos comandó el consistorio de la ciudad gracias a los apoyos de su hermano, el poderoso Diputado en Cortes y Jefe del Partido Liberal en la provincia, Juan Ramón La Chica. Desde unos meses antes al acaecimiento de los funestos sucesos que se van a relatar, el Gobierno municipal estaba sumido en un marasmo por las acusaciones más que ciertas de malversación por parte del Alcalde de copiosas cantidades de dinero con cargo al impuesto de consumos. Felipe La Chica, pese a las peticiones de dimisión dirigidas desde los distintos partidos políticos, se mantenía en su cargo gracias al apoyo incondicional de su hermano, contribuyendo con su obstinada actitud, al fatal desenlace de la situación, que al final le costaría su destitución y la salida del Ayuntamiento por la más falsa de las puertas.

Desde pocos días antes se venían sucediendo las manifestaciones obreras en protesta por la penosa situación que atravesaba la ciudadanía. Así, se produjeron algunos incidentes de importancia en la manifestación convocada el 31 de enero por los gremios del sector de la construcción, que se desarrolló el miércoles día 5, desde plaza Nueva hasta el Gobierno Civil. Al paso de la marcha por Reyes Católicos, plaza del Carmen, Mesones, plaza de la Trinidad y Duquesa, se produjeron algunos incidentes debido a la intervención de piquetes que rompieron los cristales de varios establecimientos como los del café Royal y determinaron varias cargas policiales.

En esta manifestación participó Amelia Blanco, una conocida propagandista del activismo obrero granadino que vivía en la calle Mesones, arengando a la masa desde uno de los balcones de su domicilio.

Presidía la corporación el dirigente liberal Felipe La Chica y Mingo, un ser torpe y corrupto que durante cuatro mandatos comandó el consistorio de la ciudad gracias a los apoyos de su hermano

La concentración terminó con una entrevista con el Gobernador Civil, Aparicio, al que se le entregó una carta en la que los obreros protestaban por la crisis del trabajo, contra los capitalistas, los patronos y las autoridades municipales, como causas de sus males.

Por las calles

El día 9 de febrero, una manifestación formada por unos doscientos estudiantes que había partido a las nueve de la mañana desde la plaza de la Universidad portando un féretro con un muñeco que simbolizaba a Felipe La Chica al que pedían su dimisión, desencadenó varias cargas policiales en plaza Nueva y Reyes Católicos.

Posteriormente, a las diez y media los manifestantes reagrupados, tomaban por las calles Lepanto y Escudo del Carmen y trataban de tomar al asalto el Salón Regio, propiedad del concejal Ricardo Martín Flores, resultando varios heridos. La manifestación se disolvió definitivamente pasadas las once tras la intervención de una unidad montada de la Guardia Civil.

Precisamente el domingo día 9 de febrero, a las tres de la tarde, en el círculo de su partido en Granada, Juan Ramón La Chica ofrecía una conferencia en la que trataba de explicar los motivos de la agitación de la vida local granadina, claro está, exculpando a su hermano Felipe.

A pesar de ello, no pudo evitar que el día siguiente, el 10 de febrero, en medio de una inmensa manifestación que partió desde la plaza de la Universidad y siguió por las calles Escuelas, Ciprés, Duquesa, plaza de la Trinidad, Mesones, Reyes Católicos, Gran Vía —aquí fueron asaltados dos tranvías al paso de la comitiva— Triunfo, Real de San Lázaro y avenida de la estación de los trenes Andaluces, partiese para Madrid la comisión encabezada por Fernando de los Ríos Urruti e integrada por los representantes municipales Pascual Nácher, Fernández Sánchez-Puerta, Fernández de Córdoba, Palanco, Jiménez López, Sabrás y Ortega Molina, para pedir al Gobierno de Eduardo Dato la creación de una comisión que investigase la malversación del tributo de consumos y la destitución de Felipe La Chica como alcalde de la ciudad.

10 de febrero… partiese para Madrid la comisión encabezada por Fernando de los Ríos Urruti e integrada por los representantes municipales… para pedir al Gobierno de Eduardo Dato la creación de una comisión que investigase la malversación del tributo de consumos y la destitución de Felipe La Chica

En la Universidad

Pocas horas después, en la plaza de la Universidad, desde las ocho y media se fueron formando grupos de estudiantes y obreros que engrosaron una gran manifestación que se dirigió pasadas las nueve hacia el domicilio del Alcalde, que vivía en un lugar muy próximo, en la casa que hace esquina entre las calles Escuelas y Silencio, ante la cual, los congregados prorrumpieron en una silba imponente. De improviso sonaron diversos disparos que produjeron la consiguiente confusión y que causaron varios heridos, entre ellos Emilio Espínola, el portero del inmueble del primer edil, que recibió un tiro en el antebrazo.

Después de estos hechos el grupo de manifestantes se dirigió a la plaza de la Trinidad donde había numerosos guardias civiles, que inmediatamente cargaron contra ellos produciéndose las lógicas carreras, sustos y cierres de comercios. No obstante, los grupos disueltos se rehicieron de inmediato y tomaron por Mesones hacia Puerta Real, en la que apedrearon y asaltaron el Casino.

Tuvo que cargar la guardia de seguridad y la masa se dividió por esta razón en dos grupos que en medio de gran confusión se encaminaron, uno, hacia Mesones, donde en la puerta del Suizo fue herido de gravedad por una pedrada en la cara, el policía José Leyva Quintana, y otro grupo

los grupos disueltos se rehicieron de inmediato y tomaron por Mesones hacia Puerta Real, en la que apedrearon y asaltaron el Casino

hacia la Carrera de la Virgen, el cual fue destrozando todas las farolas, bancos y escaparates que encontró a su paso, siendo disuelto en el paseo del Salón por una unidad montada de la Guardia Civil que venía desde el cuartel de las Palmas. Nuevamente reagrupados los manifestantes se encaminaron hacia el Campillo tratando de tomar el teatro Cervantes y posteriormente por San Matías el Salón Regio, donde resultó apuñalado un guardia de seguridad.

Cuando los incidentes iban en aumento, la manifestación se disolvió espontáneamente debido a que comenzó a llover copiosamente.

La tragedia

Lo cierto es que hasta la fecha del lunes día 10 de febrero nada de notable importancia había pasado en Granada, donde la misma sensatez del pueblo hizo que se organizaran distintas manifestaciones y actos de protesta, pero en los que el orden primó siempre más que la revuelta. Los sucesos del día 11 fueron tantos que es prácticamente imposible hacer un relato completo y exactamente cronológico de todo lo sucedido aquel martes negro.

Alrededor de las diez de la mañana se congregaron en la placeta de la Universidad numerosos estudiantes. Entre ellos se comentaba con el calor propio de la juventud, los sucesos desarrollados el día antes. Entre los grupos de estudiantes se mezclaron elementos agitadores del mundo obrero que pusieron en marcha la manifestación instantes después de las diez y cuarto en dirección a la casa del Alcalde contra la que se lanzaron numerosas piedras. Los guardias de seguridad pretendieron contener a los manifestantes, pero los efectivos policiales resultaron insuficientes, por lo que fue enviada una sección de guardia civil al mando del teniente Gárate, jefe de la línea de Santafé.

Cuando las fuerzas de la benemérita aparecieron por la calle Duquesa, fueron recibidas con una nube de piedras y algún disparo al aire. La Guardia Civil cargó en dirección a la plaza de la Universidad desde las proximidades al Jardín Botánico donde se había detenido y formado, entrando algunos proyectiles por la ventana de un aula donde se estaba impartiendo una clase de Física, resultando heridos varios alumnos.

Los grupos de manifestantes retrocedieron rápidamente hasta la plaza de la Universidad, pasando de esta a la de la Encarnación, replegándose a toda prisa ante el acoso de la fuerza pública. La Guardia civil hizo una nueva carga cuyas consecuencias fueron funestas, puesto que entre los grupos que huían en dirección a la calle Niños Luchando, se vio desplomarse al suelo a un joven. Era el estudiante de tercer año de Medicina, Ramón Ruiz de Peralta, hijo de un conocido Secretario Judicial del mismo nombre, domiciliado en el número 10 de la calle Santa Paula. Al mitigar la acción policial, rápidamente, los compañeros y otras personas lo recogieron de en medio de un inmenso charco de sangre y lo trasladaron hasta el hospital de San Juan de Dios donde ingresó ya cadáver.

La Guardia civil hizo una nueva carga…. se vio desplomarse al suelo a un joven. Era el estudiante de tercer año de Medicina, Ramón Ruiz de Peralta, hijo de un conocido Secretario Judicial del mismo nombre

La muerte se la había producido un balazo en el segundo espacio intercostal izquierdo que le atravesó el corazón. El cuerpo de Ramón Ruiz de Peralta fue colocado inmediatamente en la sala de operaciones que regaló a la Facultad de Medicina, Manuel Rodríguez-Acosta Palacios poco antes de morir en 1912, lugar en el que se produjeron desgarradoras escenas entre amigos y familiares de la primera víctima mortal de aquel martes negro.

En la misma carga en la que murió Ramón Ruiz de Peralta, resultaron heridos también por sendos disparos, el joven de 23 años y vecino de Pinos Puente, Antonio Castro Gil, que fue alcanzado en el hombro izquierdo, y el estudiante de Correos, Francisco Entrena, que recibió un balazo en el brazo derecho que le produjo la fractura del húmero; ambos quedaron ingresados en la Sala de San José del Hospital de San Juan de Dios.

No cesa el fuego

Los sucesos continuaron por toda la ciudad. Universidad, Gran Vía, Puerta Real, Mesones, Triunfo, estación de Andaluces, Bibarrambla, Ayuntamiento y en numerosos pueblos de las proximidades. Se cerraron todos los comercios, los tranvías y coches dejaron de circular y se cerraron todas las casas particulares, por lo que la población ofrecía un aspecto desolado. Pero el fuego desencadenado no cesó.

Como los grupos manifestantes se corrieron al centro de la población la Guardia Civil ocupó la calle de Reyes Católicos, Plaza Nueva, Zacatín, Plaza de Bibarrambla, Mesones, Puerta Real, Embovedado y todas las bocacalles aledañas a estas principales. La magnitud de lo sucedido fue tal que es imposible referir detalladamente lo que ocurrido en todos esos lugares.

El fuego con algunas intermitencias, duró todo el día, pero muy acentuadamente hasta las cuatro de la tarde. Así, alrededor de las tres y media, resultó muerto de un balazo en el cuello, en la esquina de la calle López Rubio con Reyes Católicos, el obrero Ramón Gómez Vázquez, que después de recibir el impacto quedó tendido ante la cervecería Calancha.

Los camilleros de la Cruz Roja, que desde los primeros momentos de la mañana prestaron servicio, condujeron a las cuatro de la tarde a la casa de Socorro, a una señora herida en la cabeza. La infortunada, que falleció nada más llegar al establecimiento, se llamaba Josefa González Vivas, tenía veintiún años y hacía un mes que había contraído matrimonio. Aunque esta nueva víctima estaba domiciliada en la calle de la Alhóndiga, se hallaba, cuando fue herida, en el segundo piso de la casa número 9 de la calle Mariana Pineda, cuyos tabiques fueron atravesados por las balas, una de las cuales le alcanzó mortalmente.

El saldo de víctimas se vio engrosado aquella tarde, con otros numerosos heridos por arma de fuego que llegaron por distintos medios a la casa de Socorro.

El saldo de víctimas se vio engrosado aquella tarde, con otros numerosos heridos por arma de fuego…. El listado de heridos por armas y contusiones de aquella jornada fue verdaderamente alarmante.

Los más graves fueron Mariano Cañete Martínez, de 28 años, natural de Guadix y domiciliado en la calle San Diego, que fue herido por un disparo en la región frontal de la cabeza, en la calle del Príncipe, que a punto estuvo de costarle la vida. Y también a Manuel Gómez Montes que fue alcanzado de gravedad en el abdomen. El listado de heridos por armas y contusiones de aquella jornada fue verdaderamente alarmante.

Señal de Duelo

Todos los balcones de la ciudad se enlutaron en señal de duelo por las víctimas desde aquel mismo día, incluidos los balcones del palacio Arzobispal y los de la Universidad, donde las banderas quedaron izadas a media asta. Algunas campanas repicaron a difunto y la práctica totalidad de las farolas, bancos y escaparates de Granada quedaron destrozados, apareciendo la calle como un auténtico campo de batalla. Los enfrentamientos no cesaron hasta que el Gobernador Militar ordenó la salida de los lanceros de Lusitania y el acuartelamiento de la Guardia Civil. Por la noche las calles aparecían desiertas y desoladas, sólo las patrullas militares transitaban por ellas.

Las protestas ante el Gobierno de la Nación no se hicieron esperar. El Diputado Rodríguez-Acosta, la Cámara de Comercio, el claustro universitario, López Doriga, los alumnos de Medicina y numerosas entidades y particulares, exigieron la inmediata destitución de los responsables de las cargas policiales.

El Gobernador Civil, Aparicio, era llamado aquella misma noche a Madrid, quedando nombrado en su sustitución el Secretario General, José Francés Álvarez de Perera, que apenas que se hizo cargo de la

el Gobernador Militar ordenó la salida de los lanceros de Lusitania y el acuartelamiento de la Guardia Civil.

situación, decretó, por expresa disposición del Ministro de la Gobernación, la suspensión en el cargo del Alcalde de la ciudad, auténtico desencadenante de la brutal represión de aquel martes negro, día 11 de febrero de 1919.

Felipe La Chica Mingo, se refugiaba fuertemente custodiado por la Guardia Civil en la casería del “Cizo”, frente a la antigua de San Jerónimo, en el camino de Alfacar. Al teniente Gárate que había ordenado la carga en la Universidad, le fue abierto un sumario que acabaría con su degradación.

Monumento

El homenaje a las víctimas tuvo lugar el jueves día 13 con un entierro multitudinario, en el que la comitiva fúnebre partió de distintos lugares de la ciudad, el cadáver de Josefa González Vivas lo hizo desde la calle Mariana Pineda, el de Ramón Ruiz de Peralta desde la de Tendillas, y el del obrero Ramón Gómez Vázquez, desde la casa del pueblo.

Toda Granada se congregó a dar el último adiós a las víctimas. Las protestas llegaron de toda la provincia y de toda España. Incluso el Concejal Ricardo Martín Flores, con gran habilidad, ofreció el Salón Regio para ofrecer un homenaje a las víctimas, para las que la universidad pidió que se erigiera un monumento, que, pese a la voluntad inicial de muchos intelectuales, como sabemos, nunca llegó a levantarse.

Por iniciativa de su padre, en memoria del joven estudiante Ramón Ruiz de Peralta, se colocó una lápida conmemorativa en la plaza de la Encarnación, en la fachada del convento de las Esclavas, en el mismo lugar en que cayó abatido, en la que decía: “Ruiz de Peralta. 1919”.

Allí estuvo hasta que con ocasión de la limpieza y pintura de la fachada fue retirada y nunca más se supo. De nada sirvieron las protestas de Granada Histórica.

El silencio y la indiferencia hicieron el resto…

Toda Granada se congregó a dar el último adiós a las víctimas. Las protestas llegaron de toda la provincia y de toda España

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César Girón

César Girón es granadino, nacido y criado en el Paseo de los Tristes, a los pies de la Alhambra. Se licenció en Derecho en la Universidad de Granada, donde tiene previsto doctorarse en breve con la tesis Aspectos administrativos de una nueva organización territorial del estado de las autonomías.

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