Entre la Sierra de Cázulas y el mar Mediterráneo, se extiende un verde valle de clima tropical, no existiendo un lugar así en Europa, y está en Granada.
Valle del Río Verde
Verde, turquesa y blanco. Son los colores que adornan el valle del río Verde y hacen de este un lugar único, con una belleza luminosa. Jete, Otívar y Lentegí son los municipios que conforman este singular rincón granadino, donde la bonanza de su clima debido a la influencia del mar y al aislamiento del frío del interior, lo hacen idóneo para el cultivo de frutos subtropicales, pero también para disfrutar de un paisaje con tintes exóticos, que nos cautiva fácilmente.
Jete
Es el pueblo más bajo del valle, situado en el margen del río Verde.
Sus angostas calles recuerdan el pasado musulmán de su actual asentamiento, al igual que su denominación, que proviene del árabe y significa «orilla» o «ribera».
En el centro del pueblo encontramos la Iglesia Parroquial de San Antonio, un sencillo templo construido entre los siglos XVI y XVII.
Pero si hay un lugar que destaca sobre el resto es la ermita de Nuestra Señora de la Cabeza de Bodíjar.
Situada a 4 km de la localidad, se encuentra íntimamente ligada a los vecinos del pueblo, ya que desde el siglo XVII se celebra una romería el último domingo de abril.
En ella, los vecinos acompañan a la Virgen desde la Iglesia hasta la Ermita, por un camino que discurre por sus verdes laderas plagadas de árboles subtropicales, ofreciendo una panorámica idílica del valle, con el mar al fondo.
Otívar
Ascendemos por el valle y llegamos a Otívar, un pueblo que aparece como un espacio blanco entre el vergel que lo rodea. Un rincón inmejorable para divisar sus alrededores es el Mirador de Vista Verde, una espectacular terraza situada en las alturas que nos ofrece una panorámica montañosa del valle.
La plaza donde se encuentra este mirador está presidida por la estatua de Juan Fernández Cañas, conocido como el Alcalde Caridad, un guerrillero que liberó la zona de la invasión de los franceses en la Guerra de la Independencia, entre 1810 y 1812. El que fue alcalde de Otívar se negó a prestar juramento a José Bonaparte y logró escapar a la sierra cuando los franceses fueron a apresarle. Juan Fernández fue reclutando poco a poco a hombres del lugar, que suplían la falta de instrucciones tácticas con un perfecto conocimiento del terreno, logrando poner en jaque al ejército francés, obligándolo a replegarse.
Así, llegó a mantener el control español de localidades de la Alpujarra, el Valle de Lecrín y la costa del antiguo reino de Granada, incluyendo las ciudades de Málaga y Almería. Las hazañas de este guerrillero fundamentaron el discurso del albuñolense Natalio Rivas, el que fuera ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, en su ingreso en la Real Academia de la Historia en 1940.
Continuando nuestro paseo por las blancas y empinadas calles de la localidad, nos topamos con la Iglesia de San José, que fue levantada una vez terminó la segunda rebelión de los moriscos. Destaca por su retablo de estilo mudéjar.
Una de las principales joyas arquitectónicas de Otívar es el Palacete de Cázulas, considerado como una de las casas históricas protegidas de España. Se trata de un imponente y bello edificio que data de 1492, renovado en la actualidad para ofrecer servicios para celebraciones y alojamientos de lujo, en un oasis escondido lleno de tranquilidad y rodeado de árboles subtropicales.
A los pies del palacete encontramos el Cañón del río Verde, un paraje natural virgen donde podemos practicar el senderismo, tomar un baño en sus agradables pozas de agua cristalina y, para los más intrépidos, practicar el descenso de cañones o barrancos, siendo en esto último, un lugar de referencia nacional y perfecto para aquellos que quieren iniciarse en este deporte.
Sus aguas no son frías del todo, al no provenir directamente del deshielo.
Precisamente por la calidez de su agua y el color blanco de las rocas, esta adopta un color verde esmeralda, haciendo este lugar especialmente atractivo y pareciendo que estamos en un parque acuático.
Lentegí
Y llegamos a Lentegí, el pueblo más alto del valle. Está situado a más de 600 metros de altura y a apenas 18 kilómetros de la costa sexitana.
Dos magníficos miradores que nos ofrecen una inmejorable panorámica son el de la Era del Peñón y el de la plaza de la Iglesia de la Virgen del Rosario, donde se entremezclan las escarpadas montañas de la Sierra de Almijara, el verdor de la vega del río Verde y el azul del Mediterráneo.
Es un auténtico placer pasear por sus recoletas y encaladas calles, salpicadas de fuentes y bellos rincones, en las que podemos deleitarnos del aire puro del valle.
Finalmente, esta auténtica carretera de montaña finaliza en Almuñécar, tras recorrer todo el valle del río Verde.
Una magnífica opción para disfrutar de los atractivos del valle es recorrerlo a través de la conocida como Carretera de la Cabra.
En el puerto del Suspiro del Moro, donde la leyenda cuenta que Aixa le dijo a su hijo el rey Boabdil «llora como mujer lo que no has sabido defender como un hombre», parte esta famosa carretera que poco a poco va ascendiendo hasta entrar en el Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama y pasar el Alto de la Cabra Montés, donde se pueden observar las primeras vistas del mar Mediterráneo.
Un oasis tropical en Granada
El particular microclima de la zona, entre la Sierra de Almijara y el mar Mediterráneo, no solo permite el cultivo de frutos tropicales como el aguacate, la chirimoya, el mango y el níspero, sino también la producción de vinos muy especiales en Jete.
Granada es el primer productor mundial de chirimoya
Sin embargo, es necesario mencionar el caso de la chirimoya, al ser Granada el primer productor mundial de esta fruta. Las condiciones únicas de temperatura y humedad hacen que este sea de los pocos lugares donde se pueden plantar chirimoyos. Recientemente se ha introducido una nueva variedad de esta fruta, de tono rojizo, sin pepitas y, lo que todavía es más importante, con menor necesidad de agua.
A este respecto, el asunto del agua dejaría de ser un quebradero de cabeza para los agricultores del valle si estuvieran construidas las conducciones de Rules, que llevarían agua de Sierra Nevada suficiente para regar las plantaciones, explotando los recursos con los que cuenta nuestra provincia de Granada y generando riqueza y empleo en una zona que vive principalmente de este sector.
Finalmente, resulta especialmente recomendable disfrutar de la gastronomía de la zona, donde sus restaurantes ofrecen productos de primera calidad y en los que los frutos tropicales ocupan un papel protagonista. Asimismo, se pueden llevar a cabo visitas a fincas de cultivos subtropicales y rutas de senderismo por zonas agrícolas, entre otras opciones de agroturismo sostenible.
Estos y otros atractivos pueden y deben disfrutarse en este auténtico oasis tropical en Granada.