las turbulencias políticas generadas tras la gloriosa de 1868 iban a traer, dentro del sexenio revolucionario, el primer ensayo republicano en nuestro paÍs. El 11 de febrero de 1873, tras la abdicación de Amadeo I de Saboya, en una reunión conjunta del Congreso de los Diputados y del Senado, constituidos en Asamblea Nacional, se acordaba la proclamación de la Primera República española, que tendría una efímera existencia.
César Girón
De Granada Histórica
Se cumplirá estos días ciento cincuenta años de la proclamación de la Primera República, que constituyó la etapa final del convulso periodo histórico que se conoce como Sexenio Democrático o Sexenio Revolucionario, que se inició en septiembre de 1868 con la Revolución Gloriosa, y que, terminó los últimos días de 1874, abriéndose paso a la Restauración. En medio quedan la Constitución de 1868 y la implantación de una nueva dinastía de corte constitucional liberal.
Sexenio y monarquía
Fue el Sexenio una época de confrontación política intensa entre partidarios de la república y monárquicos, además de carlistas, anarquistas y separatistas, tanto peninsulares como de las provincias de ultramar, llegando a simultanearse tres guerras civiles. Inicialmente los enfrentamientos entre los principales bandos, decantó el panorama político hacia la instauración de la monarquía constitucional, parlamentaria y de corte liberal moderno, que exaltaría al trono a Amadeo I de Saboya, elegido por Prim y Serrano principalmente, entre los varios candidatos que fueron barajados.
Inicialmente los enfrentamientos entre los principales bandos, decantó el panorama político hacia la instauración de la monarquía constitucional, parlamentaria y de corte liberal moderno,
Amadeo reinaría dos años. Habría sido un buen rey de no haber estado sometido a las presiones y conflictos desencadenados por la clase política española, que no lo apoyó tras el asesinato de Juan Prim, su principal valedor, unos días antes de su llegada a España. Proclamado rey constitucional, después de descartarse otras opciones, Amadeo I de Saboya reinaría con gran nobleza sorteando todo tipo de obstáculos. Tras su abdicación el camino quedaría despejado para la instauración de la Primera República.
Proclamación y duración
Fueron las cámaras reunidas en asamblea nacional constituyente quienes, tras declararse en sesión permanente durante varios días, las que finalmente declararon el advenimiento de la nueva forma de gobierno, inédita por completo para nuestro país.
Como república parlamentaria, la Primera República duraría menos de un año, solo once meses, el tiempo que va entre el día de su proclamación, el 11 de febrero de 1873, y el día en que Pavía disolvió el Congreso por la fuerza, el 3 de enero de 1874. No obstante, se mantendría otro año más como república autoritaria, con el parlamento disuelto y las garantías constitucionales suspendidas, regida por el general Francisco Serrano Domínguez —el general bonito—,
Como república parlamentaria, la Primera República duraría menos de un año, solo once meses, el tiempo que va entre el día de su proclamación, el 11 de febrero de 1873, y el día en que Pavía disolvió el Congreso por la fuerza,
que se aupó a la presidencia del poder ejecutivo, en donde estaría hasta el golpe de Estado militar del general Arsenio Martínez Campos en Sagunto, el 29 de diciembre de 1874, que supuso seguidamente el restablecimiento de la dinastía borbónica, de la mano de Cánovas del Castillo, restaurada en la persona de Alfonso XII, hijo primogénito varón de Isabel II.
La república liberal
La abdicación de Amadeo abrió paso a la República por acuerdo entre los radicales, que tenían mayoría en las Cortes, y los republicanos, no así los monárquicos, que rechazaron participar. Destacó en este momento el papel del radical Cristino Martos —cuya familia política estaba integrada por los llamados cimbrios—, frente a las reticencias manifestadas por Ruiz Zorrilla a renunciar a una solución monárquica.
Fue formalmente proclamada por Emilio Castelar, desde la tribuna de oradores del palacio del Congreso, que pronunciaría un histórico discurso,
Fue formalmente proclamada por Emilio Castelar, desde la tribuna de oradores del palacio del Congreso, que pronunciaría un histórico discurso, que incluía la siguiente alocución inicial que figura en el diario de sesiones y que ha sido literalmente recogida por el escritor e historiador José Calvo Poyato en su último libro, El año de la república:
“Señores, con Fernando VII murió la monarquía tradicional; con la fuga de Isabel II, la monarquía parlamentaria; con la renuncia de don Amadeo de Saboya, la monarquía democrática; nadie ha acabado con ella, ha muerto por sí misma; nadie trae la República, la traen todas las circunstancias, la trae una conjuración de la sociedad, de la naturaleza y de la Historia. Señores, saludémosla como el sol que se levanta por su propia fuerza en el cielo de nuestra Patria”.
El resultado de la votación constitutiva fue abrumador: 258 votos a favor frente a 32 en contra. Realmente no había otra alternativa posible, claro está, que debido a la ausencia de los monárquicos que rechazaron el compromiso de estar en la asamblea.
El primer gobierno
El primer ejecutivo fue de coalición. Estuvo integrado por cinco radicales y tres republicanos moderados, Pi i Margall, Salmerón y Castelar, que a la postre ocuparían la primera magistratura republicana en los meses siguientes. Sería presidido por el republicano federal Estanislao Figueras, mientras que el radical Cristino Martos sería nombrado presidente de la Asamblea Nacional, denominación que fue adoptada por la reunión extraordinaria de Cortes conjuntas que posteriormente serían también constituyentes, con el siguiente gobierno presidido por Pi i Margall, con el mandato de redactar y promulgar una nueva constitución, pero de orden republicano.
Los problemas que acuciaban al Estado en ese momento, y realmente durante todo el ensayo republicano, eran abrumadores: la guerra larga de Cuba, que se había iniciado en 1868 y que duraría diez largos años, los conflictos internacionales en los que estaba inmersa España, el incipiente movimiento cantonalista de corte decididamente revolucionario, comandado por anarquistas y republicanos, y la severa crisis económica y social. Y todo ello con el aditamento de la revolución en el campo andaluz, las huelgas obreras en los principales centros industriales, y la insurgencia carlista que promovían diferentes sectores conservadores y económicos con intereses en la Gran Antilla, que conspiraban desde la localidad francesa de Biarritz, que sumieron a buena parte del país, sobre todo en los tradicionales lugares de implantación del carlismo, en una durísima conflagración.
Los otros gobiernos
Tras la pintoresca dimisión y fuga de Estanislao Figueras, que fue presidente entre el 12 de febrero y el 11 de junio de aquel año 1873, vendrían los sucesivos gobiernos republicanos, que estarían presididos por Francisco Pi i Margall, del 11 de junio a 18 de julio, que dimitiría principalmente por no poder controlar a los partidarios de la insurrección cantonal; Nicolás Salmerón, del 18 de julio a 7 de septiembre, que según se ha mantenido dimitió por no querer firmar varias penas de muerte, cuando él había sido uno de los grandes defensores de su abolición; y Emilio Castelar que sería presidente tras la dimisión de Salmerón y hasta el 3 de enero de 1874, en que sería depuesto por el golpe de Estado de su paisano Manuel Pavía y Rodríguez de Alburquerque, cuando había solicitado a la cámara que
Nicolás Salmerón, del 18 de julio a 7 de septiembre, que según se ha mantenido dimitió por no querer firmar varias penas de muerte, cuando él había sido uno de los grandes defensores de su abolición;
le fuera declarado el estado de excepción y que se le concediesen poderes excepcionales para reestablecer el orden en el país. Acababa así la república parlamentaria y advenía la denominada república autoritaria presidida por el general Francisco Serrano Domínguez, que ocuparía la presidencia hasta el pronunciamiento en Sagunto del general Martínez Campos.
La diatriba republicana
Durante los cuatro gobiernos del período parlamentario, la diatriba republicana se enfrascó principalmente en el debate entre la construcción del estado como unitario o centralista, o como federal. Este debate trajo un fuerte enfrentamiento entre los partidarios de uno y otro tipo de federación, entre los patrocinadores de qué construcción debía hacerse desde la principal magistratura republicana hasta llegar a los inferiores estamentos sociopolíticos, y los defensores de la construcción en sentido contrario. Con ellos nacería la insurrección cantonal y el movimiento cantonalista, con la creación de los comités de salud pública y el intento de la construcción federal desde lo local.
la diatriba republicana se enfrascó principalmente en el debate entre la construcción del estado como unitario o centralista, o como federal
No obstante, aún en este momento, el modelo de referencia era el de la III República francesa, de modo que si bien es cierto que Pi i Margall trató de imponer el criterio de que la república diera acogida a los diferentes estados o cantones federados, prevaleciera la concepción unitaria de la federación. Frente a ello, el criterio centralista y conservador en la construcción de la república era mantenido por Nicolás Salmerón y Emilio Castelar, modelo que trataron de implantar durante sus mandatos y con el texto de Constitución federal republicana, que no llegó a promulgarse.
Período desconocido
A pesar de su cercanía en el tiempo y de las numerosas fuentes, la historiografía considera que el período histórico de la Primera República Española es un episodio poco conocido y estudiado.
La inestabilidad política, unida a una aguda crisis económica, política y social, así como la carencia de una conciencia colectiva y la ausencia de consenso en torno al proyecto político republicano, hicieron que su consolidación llegara a convertirse en una utopía de imposible realización.
A pesar de su brevísima duración en el tiempo, constituye un período apasionante de nuestra historia constitucional, del que ahora conmemoramos el 150 aniversario de su proclamación.