EL GENERAL MIGUEL CAMPINS Y AURA, HÉROE DEL DESEMBARCO DE ALHUCEMAS EN 1925, FUE NOMBRADO COMANDANTE MILITAR DE GRANADA EN 1936. ALLÍ LE SORPRENDIÓ EL INICIO DE LA GUERRA CIVIL, AFRONTANDO CON DIGNIDAD SU TRÁGICO DESTINO, QUE CULMINÓ CON SU FUSILAMIENTO EN SEVILLA, SÍMBOLO DE ENTEREZA Y MEMORIA HISTÓRICA.
Este año, en que se cumple el primer centenario del desembarco de Alhucemas, resulta obligado evocar la figura del general Miguel Campins y Aura, uno de los protagonistas de aquella acción militar decisiva, por su posterior vinculación con Granada. Como jefe de grupo, participó el 8 de septiembre de 1925 en la operación anfibia que abrió el camino al final de la guerra del Rif y que es recordada como la primera maniobra moderna de este tipo, antecedente de Normandía. Su actuación fue destacada y heroica, lo que lo situó entre los oficiales más reputados del ejército africanista.
De Alcoy a Alhucemas
Miguel Campins y Aura (Alcoy, 18 de marzo de 1880 – Sevilla, 16 de agosto de 1936) fue un meritorio militar africanista cuya trayectoria lo llevó de las campañas en Marruecos y el histórico desembarco de Alhucemas a ocupar la Comandancia Militar de Granada en 1936, donde sería una de las primeras víctimas de la Guerra Civil. No obstante, antes ocupó otros empleos militares de importancia y prestigio como la subdirección de la Academia General Militar de Zaragoza.
Formación y primeras campañas
Nacido en Alcoy (Alicante), perteneciente a una familia de tradición militar, era hijo del teniente de Infantería Miguel Campins Cort y Juana Concepción Aura Calvo. A los cinco años de edad perdió a su madre y su hermano menor debido a la epidemia de cólera morbo que sufrió España. Al año siguiente, marcharía a Cuba con su padre que solicitó prestar servicio en aquella provincia española de ultramar, donde ya había servido con anterioridad.
meritorio militar africanista cuya trayectoria lo llevó de las campañas en Marruecos y el histórico desembarco de Alhucemas a ocupar la Comandancia Militar de Granada
Tras regresar a España a cargo de su tío materno, el joven Miguel Campins ingresó en el Colegio Preparatorio Militar de Trujillo en 1896 con vistas a preparar su ingreso en la Academia de Infantería de Toledo a la que accedió en 1897 con muy buenos resultados en el examen de ingreso.
Pronto fue destinado a Marruecos. Allí desarrolló buena parte de su carrera, forjándose en las duras campañas del Rif que marcaron a toda una generación de oficiales africanistas.
Su expediente lo llevó también por la Escuela Superior de Guerra, donde adquirió sólida formación de Estado Mayor. Participó en la II Guerra de Marruecos entre 1911 y 1915. Regresó al mando del Regimiento de la Corona n.º 71 como comandante al mando de la expedición tras el trágico suceso de Annual, en 1921.
De nuevo en el Rif
En 1922, Miguel Campins, al mando de su batallón, se unió a la columna del general González de Lara en plena campaña del Rif. Participó en la toma de varias poblaciones y destacó especialmente en Erguina y Casas de Fumini, lo que le valió la felicitación oficial del ministro de la Guerra y una audiencia con el rey Alfonso XIII. Ese mismo año, su regimiento, junto al Tercio de Extranjeros de Millán Astray y Franco y las Fuerzas Regulares de Ceuta n.º 3, recibió la Medalla Militar.
en 1925 formó parte del histórico desembarco de Alhucemas, ascendido entonces a coronel
Poco después, asistió a cursos de aeronáutica junto al comandante Mola, formándose como observador aéreo y participando en operaciones desde Melilla. Fue también comandante militar de Ronda antes de volver a África, donde combatió en Yebala y Tetuán. En 1925 formó parte del histórico desembarco de Alhucemas, ascendido entonces a coronel. Finalizada la guerra, participó en la creación de la Academia General Militar y recibió la prestigiosa Legión de Honor.
El desembarco de Alhucemas
El 8 de septiembre de 1925, España y Francia realizaron el célebre desembarco de Alhucemas, considerada la primera gran operación anfibia moderna de la historia. En ella participó Campins, entonces comandante, como jefe de grupo junto al general Saro. Coordinó el desembarco de tropas en la bahía, bajo intenso fuego enemigo, en una acción que resultó decisiva para doblegar la resistencia de Abd el-Krim el Jatabi.
El éxito de la operación, que fue antecedente técnico de Normandía dos décadas más tarde, elevó el prestigio militar español y consolidó la reputación de Campins como oficial valiente y capaz.

Granada en 1936
Ascendido a general de brigada, Miguel Campins fue destinado a la Comandancia Militar de Granada, donde le sorprendió el alzamiento militar del 18 de julio de 1936. Los testimonios de la época muestran que su posición fue compleja: intentó evitar un derramamiento de sangre inmediato, y que no se alineó con los sublevados al haber jurado lealtad a la República. Esa actitud, interpretada como vacilación o resistencia, le acarreó la desconfianza de los conspiradores.
Detención y fusilamiento
Tras la consolidación de la sublevación en Granada, Campins fue arrestado. Trasladado a Sevilla por orden del General Queipo de Llano, con urgencia, en un avión. Fue sometido a un consejo de guerra sumarísimo por “alta traición” el 14 de agosto y fue condenado a pena muerte aquel mismo día mediante sentencia que no admitía apelación. La conmutación de la condena fue solicitada por el General Franco, con el que tenía una estrecha amistad. Sin embargo, fue rechazada por Queipo de Llano.
el 14 de agosto y fue condenado a pena muerte aquel mismo día mediante sentencia que no admitía apelación
En la madrugada del 18 de agosto de 1936, Miguel Campins fue fusilado en el barrio sevillano de la Macarena, junto al cementerio de San Fernando. Testigos circunstanciales, realmente trabajadores que se dirigían en tranvía a su labor que fueron obligados a asistir a la ejecución, destacaron la entereza y serenidad del general en sus últimos instantes, en un claro ejemplo de dignidad que aún hoy merece recuerdo y respeto, por los estudios sobre la República y la democracia.
Un militar entre dos épocas
La figura de Miguel Campins y Aura refleja la paradoja de una generación de oficiales: forjados en las campañas coloniales y laureados en acciones como Alhucemas, acabarían divididos y a menudo víctimas de la propia Guerra Civil. Su vida, entre el heroísmo militar y la tragedia política, es testimonio del turbulento destino de España en la primera mitad del siglo XX, y es inseparable de la historia de Granada.





