La conmemoración que hacemos del centenario de la muerte de Ramón Maurell y López (1844-1923), es un recordatorio perenne de la importancia de cada vida
La historia de este personaje casi anónimo para la grandísima mayoría de los habitantes de Granada, nos sirve como recordatorio de que cada vida, sin importar cuán modesta, tiene un impacto. En un mundo obsesionado con los nombres en luces brillantes, esta efeméride nos insta a mirar más allá de la superficie, a explorar las historias enterradas en la oscuridad del olvido.
A medida que celebramos el centenario de la muerte de Ramón Maurell, recordamos que el legado no siempre se mide en monumentos o discursos públicos. A veces, el mayor impacto reside en las pequeñas acciones que, con el tiempo, se convierten en oleadas que transforman la sociedad. Que nos impulsan ahora y que nos han de servir para construir la Granada que siempre debió ser, lejos del engendro andalucista. Ese que nos impusieron para, falseando la historia, construir un pretendido estado falso, inexistente, que nunca fue tal y que los que pretendieron en adocenarse al socaire de la política comenzaron a construir hace apenas cuatro décadas. No han reparado para ello en casi acabar, no ya con nuestra tierra, sino con la historia real de nuestro país. Han inventado una realidad que nunca fue tal y han pisoteado los auténticos legados políticos de nuestro encomiable pasado.
Hoy, elevamos nuestras voces en agradecimiento y reconocimiento a la diosa Mnemósine, que nos apoya en recordar a aquellos cuyas vidas han pasado más o menos desapercibidas —Maurell, Seco de Lucena, Echevarría, por citar algunos—, pero que ahora sirven para apoyar nuestro discurso, que es el mismo que el que ellos enarbolaron.
Aunque el nombre de Ramón Maurell es casi anónimo, no es un personaje que se haya perdido en el viento del tiempo, su esencia perdura, recordándonos que, en última instancia, cada vida cuenta, que el proyecto en favor de Granada, es posible.