El pintor valenciano Joaquín Sorolla y Bastida (17 de febrero de 1863 – 10 de agosto de 1923) es uno de los grandes maestros de la pintura universal, además de una de las personalidades más interesantes del panorama artístico español de los siglos XIX y XX. También hay que reconocerle que ha sido y es uno de los pintores de nuestro país con mayor proyección internacional (París, Londres, Nueva York, etc.) y una de las figuras capitales de la Historia del Arte. Este año se conmemora el centenario de su fallecimiento y desde HG queremos homenajearlo.
Especialmente conocido por sus playas y paisajes, con una visión muy particular de la luz y el color, quedó fascinado –algunos críticos sostienen que más bien obsesionado– por los jardines y patios de la Alhambra y el Generalife, así como por Sierra Nevada, que en sus diversas visitas pintó repetidamente.
En estas composiciones granadinas, donde no hay presencia humana, la vegetación, los mármoles, las cerámicas, la luz, el agua y las fuentes son protagonistas. El impacto visual que le causó la sierra, así como algunas calles de nuestra tierra, puede verse igualmente en su producción.
Sorolla coleccionista
Por otra parte, Sorolla fue un incansable coleccionista y la cerámica una de sus pasiones, en especial la granadina. Se sentía atraído por su decoración vidriada en tonos azules y verdes y se hizo con numerosas piezas.
Su primera visita a Granada tuvo lugar en 1902. Regresó en 1909 y en 1910, así como en 1917, viaje este último motivado por la realización de unos bocetos (en Láchar) para un retrato de Alfonso XIII, aunque no deja de visitar Granada, donde exclama: “¡Cuán hermoso es esto, Dios mío”.