LA PRIMERA REPÚBLICA EN GRANADA DEPARÓ EPISODIOS TAN EXÓTICOS COMO INSOSPECHADOS, AQUELLOS EN LOS QUE VOLUNTARIOS DE LA REPÚBLICA SE ENFRENTARON CON CARABINEROS, LA INSTAURACIÓN POR LOS FEDERALES INTRANSIGENTES DEL CANTÓN GRANADINO, QUE DURÓ HASTA QUE PAVÍA ENTRÓ EN LA CIUDAD, Y EN EL QUE NO FALTARON EPISODIOS COMO LA DETENCIÓN DEL ARZOBISPO.
TEODORO DE TIZIANO
Historiador
La instauración de la Primera República española fue algo insospechado. Realmente nadie en el país lo esperaba, pero se proclamó. Se produjo tras la renuncia al trono del monarca italiano, Amadeo de Saboya, harto de los desplantes y desprecios del pueblo español y más especialmente de la aristocracia y la clase dirigente. Una inesperada asamblea nacional, conformada por la reunión conjunta de ambas cámaras en el Palacio del Congreso, con el único encargo de buscar la fórmula de gobierno más procedente y estable para la España de aquel momento, concluyó con la instauración de la república por una mayoría abrumadora de los representantes, por 258 votos a favor, y solo 32 en contra. Con la aprobación favorable de la declaración que desde la tribuna defendió Emilio Castelar, la república fue proclamada el día 11 de febrero de 1873, como única solución posible dado el vacío de poder dejado por la renuncia de Macarroni I, denominación despectiva con la que vulgarmente los españoles se referían al joven monarca.
Proclamación en Granada
En Granada, la proclamación de la República tuvo lugar el día 12 de febrero de 1873, en medio del mayor orden y entusiasmo, desde el balcón del Ayuntamiento, según narran las crónicas del suceso. El joven abogado Melchor Almagro Díaz, ya por entonces un destacado seguidor de Castelar, del que llegaría a ser su lugarteniente y que de no haberle sobrevenido la muerte anticipadamente habría sido su sucesor al frente de los republicanos, fue uno de los que intervinieron y hablaron a las masas desde el balcón del consistorio. No era la primera vez que se hablaba al pueblo desde este mismo estrado público tratando de la libertad, la igualdad y la fraternidad.
El joven abogado Melchor Almagro Díaz, ya por entonces un destacado seguidor de Castelar, del que llegaría a ser su lugarteniente y que de no haberle sobrevenido la muerte anticipadamente habría sido su sucesor al frente de los republicanos
Casi como preludio de lo que iba a suceder algo más de un mes más tarde, con ocasión de la celebración de la tremolación del pendón por la festividad de la Toma de Granada, el síndico del Ayuntamiento Miguel Garrido Atienza, hombre apreciado e incluso venerado por sus contrarios, tomó el rojo pendón, y sin cubrir su cabeza con la protocolaria chistera de ocho reflejos, se dirigió con potentísima voz a la masa de granadinos hambrientos y ateridos de frío que se congregaban en la plaza, y vitoreó a los reyes con palabras de claro contenido republicano:
“¡Granada! ¡Por la libertad y la Justicia! ¡Por los valientes españoles del siglo XVI! ¡Granada! ¡Por la Ciencia, la Educación y la Fraternidad del niño! ¡Granada! ¡Por la emancipación de la mujer y la redención del obrero! ¡Viva Granada! ¡Viva España! ¡Viva la República!”.
Su proclama fue respondida por la muchedumbre con un entusiástico viva y con una cerrada ovación, que elevaron los ánimos de todos los presentes y a buen seguro, la fría temperatura ambiente.
Igual acogida tuvo la proclamación de la Primera República aquel frío día 12 de febrero, a pesar de que la incertidumbre de ciertos sectores sociales, especialmente los más católicos, así como los habitantes de pensamiento carlista dinástico y los monárquicos más acendrados, expresaron por determinados medios la preocupación por el panorama y por la incertidumbre que se cernía sobre Granada y todo el país. No en vano el Estado estaba imbuido en dos contiendas para ese momento, la Tercera Guerra Carlista y la guerra en Cuba, que habría de durar una década y que sería conocida posteriormente como la Guerra del 68, por el año en que se había iniciado, o como la Guerra de los 10 años, así como en la grave depresión económica que padecía el país debido a la inestabilidad sociopolítica y otros factores de vaivén internacional.
Aquella Granada
Cuando la república advino en 1873, Granada estaba sumida en una gran hambruna, consecuencia de la inestabilidad política, principalmente, que había hecho que miles de familias se encontrasen en la más paupérrima miseria. En aquellos momentos el Ayuntamiento estaba constituido por una mayoría de miembros del partido republicano, entre cuyas filas militaban personalidades como Francisco Lumbreras Sáez, Ramón Maurell López, Juan Almendros o Miguel Garrido Atienza…
La ciudad era una capital de notable importancia en el panorama nacional, a pesar de su aislamiento geográfico. Ello no impedía que siguiera siendo una ciudad de notable importancia sociopolítica y cultural, cabeza de todo orden; sede de la Audiencia Territorial cuya jurisdicción se extendía a las provincias que históricamente conformaban su área de influencia, Almería, Jaén y Málaga, además de capital universitaria por excelencia, y titular de todo tipo de demarcaciones y divisiones de las organizaciones militar, eclesiástica, económica y administrativa. En 1873 Granada tenía censados 71.233 habitantes (en 1857, el partido judicial de Granada, que se extendía a 29 municipios tenía censadas un total de 97.103 personas y la capital en el censo de 1877, 76.006 habitantes). Y entre los vecinos de Granada no faltaban relevantes nombres de profesionales de primer orden nacional, en especial del ámbito jurídico, médico, científico y de las humanidades.
En lo económico Granada seguía siendo una ciudad con presencia destacada del sector terciario, pero el sector primario era preeminente, con una dependencia destacada de su población de las rentas provenientes de la producción agrícola.
Conflicto en las calles
Un episodio claramente demostrativo de la tensión social que se vivía en Granada sucedió el 6 de junio de 1873. Con motivo del altercado que tuvo lugar en una taberna de la calle Elvira, entre un paisano y un carabinero, por el que resultó muerto el primero, que era cabo voluntario de la milicia popular y de oficio zapatero, se produjo una reacción inusitada. Los carabineros, que se encontraban en el cuartel de la Merced, dispararon en defensa de su compañero, cuando era llevado preso dirección al Triunfo. La revuelta que generó este acontecimiento provocó varias muertes y el inicio de una feroz contienda entre dos bandos, milicianos y carabineros, que duraría más de 6 horas en distintos escenarios de la ciudad. Se levantaron barricadas con todo cuanto encontraron a mano aquellos tumultuosos vecinos granadinos, vigas, muebles, enlosado de las calles, arbustos y todo tipo de materiales de acarreo.
Los enfrentamientos se produjeron principalmente en Plaza Nueva, la plaza del Carmen, delante del Ayuntamiento y sus alrededores, la plaza de la Trinidad, en Puerta Real, y en las proximidades de San Justo y Pastor. El saldo de víctimas de los disturbios, fue según recogen las fuentes, de al menos 40 heridos que necesitaron asistencia en el Hospital de San Juan de Dios, y un total de 19 muertos, de los cuales tres fueron oficiales de carabineros.
El saldo de víctimas de los disturbios, fue según recogen las fuentes, de al menos 40 heridos que necesitaron asistencia en el Hospital de San Juan de Dios, y un total de 19 muertos,
La contienda ciudadana se produjo ante la pasividad del Capitán General interino, Joaquín Rodríguez Termes, y de las fuerzas a su mando, compuesta entre otros destacamentos de tres escuadrones de caballería del ejército, un regimiento de infantería, intendencia y sanidad, y cuerpos auxiliares, además de 1.200 miembros de la Guardia Civil. La negativa a actuar por parte del Gobierno fue tal que, por el mismo presidente de la república, Estanislao Figueras, se accedió a que se rindieran los carabineros y que abandonaran la ciudad, no sin antes entregar las armas a los voluntarios de la república, a los que además les subió el sueldo dos pesetas. Por el contrario, los más 1.300 carabineros y sus familias, tuvieron que abandonar la ciudad apresuradamente, quedando abandonados a su suerte.
Los violentos sucesos de aquellas jornadas en Granada, provocaron la huida de la Capitanía General del general Joaquín Rodríguez Termes, que la abandonó oculto en un cajón transportado por un carro que salió del edificio por la puerta de atrás. En octubre del año siguiente, 1874, su actuación sería enjuiciada por un Consejo de Generales, que le condenó a la pérdida del empleo militar.
La dimisión de Figueras
Los sucesos de Granada fueron de tal relevancia, que por parte de la historiografía oficial se señala que, junto al intento de proclamación del Estado Catalán en el mes de marzo, que solo pudo ser abortado tras la disolución del ejército en Cataluña, y la siguiente imposibilidad de contener los desmanes federalistas de los republicanos intransigentes, sería sin duda uno de los episodios que provocaron su dimisión como presidente de la república. Figueras, sin previo aviso, ni explicación, tras celebración del Consejo de Ministros que tuvo lugar el 9 de junio de 1873, abandonó su cargo con aquellas palabras que pronunció:
“Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!”
y sin demora, se dirigió seguidamente a la estación de Atocha donde cogió un tren con destino a París.
Krausistas
A Estanislao Figueras le sucedería Francisco Pi i Margall, que ocupó la presidencia el 10 de junio y que, a pesar de sus esfuerzos de contener la construcción de la república federal de abajo arriba encargando la redacción definitiva de una constitución federal a Castelar, a causa de las actuaciones de los republicanos intransigentes que culminaron con la insurrección cantonal, dimitió el 18 de julio siguiente, ocupando la presidencia el almeriense Nicolás Salmerón, que se había formado en la universidad granadina, donde como trataremos más adelante, se inició en el krausismo y en su amistad con Francisco Giner de los Ríos.