GRANADA Y EL ATENTADO VISUAL DE LAS PINTADAS

PERMITIR LA PROLIFERACIÓN DE PINTADAS EN UNA CIUDAD COMO LA NUESTRA ES CALLAR O RESIGNARSE. ES PERMITIR QUE LA DEJADEZ, LO SOEZ Y LO GROSERO, GANEN TERRENO, QUE LA HISTORIA SE DILUYA BAJO CAPAS DE SPRAY Y QUE LA BELLEZA SE RINDA ANTE LA SUCIEDAD

Granada, ciudad milenaria, histórica, referente en patrimonio ―no en vano atesora en su seno dos conjuntos monumentales declarados patrimonio cultural de la humanidad―, sufre desde hace años una lenta pero persistente degradación estética que avanza sin freno.

No se trata de la erosión natural del tiempo ni de las dificultades propias de la conservación patrimonial, sino de un fenómeno contemporáneo y evitable: la invasión de grafitis y pintadas indiscriminadas, muchas de ellas soeces, groseras y carentes de cualquier valor artístico, que cubren fachadas, escaparates, monumentos y mobiliario urbano.

GRANADA Y EL ATENTADO VISUAL DE LAS PINTADAS

Lo que en su origen pudo considerarse una forma de expresión juvenil o incluso un gesto artístico aislado, ha devenido en un atentado contra el paisaje urbano. No hay calle que se libre de esta marea de tinta y pintura que convierte en vulgar lo que debería ser noble y cuidado. El visitante que pasea por el Albaicín, por el Realejo o por el propio centro histórico, tropieza constantemente con este despropósito visual que degrada la imagen de la ciudad y ahoga su esencia monumental.

Más grave aún que el fenómeno en sí es la respuesta de las autoridades, o mejor dicho, su clamorosa falta de respuesta.

Frente a un problema que reclama medidas contundentes —limpieza sistemática, vigilancia, sanciones efectivas, campañas educativas—, la actitud dominante es la inacción, cuando no el silencio cómplice.

Todo lo demás han hecho declaración para quedar bien, anunciar que aplicará la Inteligencia Artificial al control de los grafiteros y a comunicar la realización de una contundente campaña de prevención y limpieza que nunca llega.

Realmente, más parece que se deja hacer, que se calla o se mira hacia otro lado, que sólo deja en claro que para nuestros dirigentes el deterioro de Granada no es más que un mal menor.

La sociedad civil no ha permanecido indiferente. Entidades como Granada Histórica llevan años denunciando este atentado que sufre la ciudad, reclamando soluciones y alzando la voz frente a la dejadez institucional. Sin embargo, sus protestas se estrellan contra un muro de indiferencia que no logra revertir la situación.

El resultado es evidente: Granada presenta hoy un aspecto deslucido, vulgar y abandonado, impropio de su condición y de su legado. Una ciudad que debería brillar como referente cultural y turístico en el mundo aparece ante propios y extraños con la cara manchada, afeada por una plaga que erosiona no solo sus muros, sino también la autoestima colectiva.

El tiempo apremia. Recuperar la dignidad visual de Granada exige acción decidida, compromiso político y colaboración ciudadana.

Callar o resignarse es permitir que la dejadez gane terreno, que la historia se diluya bajo capas de spray y que la belleza se rinda ante la suciedad.

Granada no merece tal destino.

Artículos relacionados

NO TE PIERDAS NADA

Sé el primero en saber cuándo saldrá nuestra revista gratuita

¡No hacemos spam! Lee nuestra política de privacidad para obtener más información.

Imagen de Celso Costa

Celso Costa

Celso Costa, Abogado granadino que trabajó para Putnam & Asociated LLP y que actualmente vive en Nuevo Madrid (Misuri). Sigue a distancia el juanmanismo, muy preocupado por su crecimiento

Comparte esta entrada

Comentarios y Reseñas

Un comentario

  1. Es una canallada que habría que perseguir muy seriamente, pero no más que la ocupación, aunque más antiestético. NO LO SOLUCIONARÁN, seguramente no les importa a nuestros políticos.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Revistas publicadas

Puede ayudar a HG con un donativo Importe voluntario