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La insurrección cantonal y el cantón de Granada

DE NADA SIRVIERON LOS ESFUERZOS DE PI I MARGALL PARA EVITAR LA INSURRECCIÓN CANTONAL. EN POCO MÁS DE UN MES DESDE SU LLEGADA A LA MÁXIMA MAGISTRATURA REPUBLICANA, EL PAÍS ASISTIÓ A LA PROCLAMACIÓN DE NUMEROSOS CANTONES QUE SE DECLARARON INDEPENDIENTES.

TEODORO DE TIZIANO
Historiador

Tras la dimisión y huida del primer presidente republicano, Estanislao Figueras, cansado por la gobernanza imposible de España, de nada sirvieron los esfuerzos hechos por el segundo presidente republicano, Francisco Pi i Margall, para cambiar el rumbo del Estado. Así, pese a la política de reformas sociales que pretendía sacar adelante y pese al rápido avance en la redacción de la Constitución de carácter federal que se había comprometido ante el Congreso en presentar en el menor tiempo posible, no pudo evitar que los intransigentes se retiraran insatisfechos de las Cortes el 1 de julio de 1873, pretextando todo tipo de desacuerdos con la manera de conducir el proceso constituyente, que no era otro que el impulsar un proceso republicano federal desde abajo, a lo que en sí era contrario Pi i Margall, defensor de una república federal centralizada.

Insurrección cantonalista

Tras la retirada de la cámara, los republicanos intransigentes pusieron en marcha la insurrección cantonalista, que se extendió principalmente por el sur, por levante, por Extremadura y algunas localidades y comarcas castellanas. Casi de inmediato, dos sucesos destacados desencadenaron la revolución. Sevilla acordó transformarse en República Social y, en Alcoy, una insurrección obrera dirigida por miembros de la Internacional, bakunistas, tomó por la fuerza el Ayuntamiento dando muerte al alcalde republicano.
Las declaraciones cantonales de Málaga, Valencia, Castellón, Torrevieja, Salamanca, Tarifa, Algeciras, Almansa, Andújar, Bailén, Cádiz, o en Granada y Motril, principales capitales de nuestra provincia, no se hicieron esperar. Distintos pueblos y provincias se constituyeron en cantones independientes —pese a lo que opinan algunos autores, debido especialmente a las acusaciones de independentismo proferidas por determinados sectores conservadores contra estos movimientos revolucionarios, los cantonalistas no eran separatistas—. La verdad es que, exclusión hecha de algunos insurgentes concretos, los cantonalistas solo pretendían una construcción de la república federal desde abajo, de forma popular, llenando el proceso de un contenido social, no exento de ingenuidad.

Los cantones de Cartagena y Málaga

De todos los cantones constituidos el que tuvo una duración más prolongada fue el de Cartagena. Se proclamó el 12 de julio y sobrevivió hasta el 12 de enero de 1874, es decir, más allá del final de la República parlamentaria tras el golpe de Pavía el 3 de enero de 1874. Se constituyó al grito de ¡Viva la República federal!, lo que explicita sobradamente que los líderes cartageneros no pretendían independizarse de España, sino construir su especial modelo republicano popular.
Muchas de las medidas adoptadas por el cantón de Cartagena, liderado por el célebre Antonete Gálvez y por el general Contreras, como la adopción de la bandera roja —inicialmente, porque no disponían de tela roja al efecto, tomaron el pabellón de un buque turco con la media luna, lo que generó una situación realmente pintoresca hasta que también de modo sui generis fue solventado el detalle del emblema musulmán—, recordaban enormemente los decretos adoptados por la Comuna de París, como la emancipación de la mujer, la redención de los niños mediante la prohibición del trabajo infantil, la instauración de la jornada máxima de 8 horas, la limitación de los salarios, así como otra serie de medidas de índole político, social y religioso, cuya extensión exigían para todo el Estado.
Especiales características y duración tuvo en el sur el cantón de Málaga, declarado el declarado el 22 de julio. Los apoyos que el gobernador Sorier tenía en el Gobierno de España, que impidió reiteradamente que Pavía, encargado de reprimir la insurrección en Andalucía, tomara la ciudad por la fuerza, determinaron que se prolongase en el tiempo un mes tras la caída del granadino. Permitida la salida de la ciudad de Sorier y sus hombres en los últimos días del verano, éstos fueron detenidos y desarmados en Bobadilla por las fuerzas de Pavía, que finalmente entró en Málaga, poniendo fin así al cantón. Era el 19 de septiembre de 1873, por lo que el cantón malagueño fue el segundo de más larga duración de la rebelión cantonal tras el Cantón de Cartagena.

Auto de procesamiento de los miembros del comité de salud pública de Granada

El cantón granadino

Casi al mismo tiempo que en el resto del país, el 20 de julio de 1873, los republicanos federales granadinos instauraron el cantón. Comienza así un breve período de veintitrés días, en el que se desvelan una serie de episodios históricos verdaderamente llamativos y particulares.

Como en otros lugares de España, los republicanos intransigentes, enardecidos y armados, decidieron declarar la república federal y el cantón independiente de Granada. En principio, el flamante Estado fue de carácter provincial, pero declaraba su simpatía y cordialidad con los nuevos estados vecinos que por aquellos días también se estaban declarando en todo el antiguo reino cristiano de Granada y en Andalucía, donde todas las capitales se declararon repúblicas independientes, se generó un particular movimiento hacia lo local que conllevó a la declaración de repúblicas independientes en distintos municipios granadinos. De este modo Loja y Motril, como lo hiciera la Comuna de París, erigieron Comités de Salud Pública que se autoconcedieron poderes constituyentes y comenzaron a actuar como gobiernos autónomos.

De este modo Loja y Motril, como lo hiciera la Comuna de París, erigieron Comités de Salud Pública que se autoconcedieron poderes constituyentes y comenzaron a actuar como gobiernos autónomos.

De este modo el fenómeno corrió como un reguero de pólvora y solo en nuestra provincia se crearon Comités de Salud Pública independientes en 20 municipios. Éstos fueron, además de Granada, Motril y Loja, los de Gualchos, Sorvilán, Polopos, Almuñécar, Pulianas, Arenas del Rey, Ogíjares, Santa Fe, Guadahortuna, Benalúa de las Villas, Nívar, Lújar, Dólar, Albuñol, Molvízar, Algarinejo y Güevéjar —recientes estudios han incluido también a Íllora y aún uno más pequeño como el comité de Torre de los Ingleses, la posesión del duque de Wellington en el Soto de Roma, que fue tomada en el mes de mayo anterior por 400 sans-culotes que declararían una comuna federal—. Las relaciones se tensaron al oponerse a su control por los comités correspondientes a los municipios mayores, que por ejemplo anecdótico, Motril declaró la guerra cantonal a Gualchos, como también Granada lo hiciera con Jaén. En este marasmo de singular connotación es que la Audiencia Territorial se instalase en Baza.

Miembros destacados

Lo primero que hizo el Comité de Salud de Granada fue adueñarse de los poderes civil, militar y económico frente al poder de Madrid. Fue nombrado un gobierno interino, presidido por Francisco Lumbreras Sáez —que jocosamente pasó a ser conocido como Paco I de Granada—, de origen riojano y que contaba con 40 años de edad, dos vicepresidentes, –destacando el insigne Ramón Maurell y López, federalista granadino, al que HG dedicará en próximos números un dossier especial, de 29 años, e ingeniero— dos síndicos o secretarios y diez vocales, entre los que encontramos a otras personalidades como los ciudadanos Manuel Chinchilla, Fermín Camacho Baltanás o Diego de la Cruz, todos ellos representantes de la pequeña burguesía —comerciantes y profesiones liberales—, que tomarían días después posesión de sus cargos en sus respectivas comisiones o ministerios, concretamente en, Gobernación, Guerra, Gracia y Justicia, Fomento, Hacienda y Peticiones.

Se incautaron del Boletín Oficial de la Provincia, que se editaba en la imprenta Viuda de Morell, y comenzaron a legislar. La primera medida fue, lógicamente, declarar independiente a la provincia y nombrar al Comité de Salud como único poder provincial. Al día siguiente fue publicado un extenso bando, del que se repartieron miles de ejemplares por la ciudad conteniendo las nuevas normas y medidas del cantón Granadino.

La primera medida fue, lógicamente, declarar independiente a la provincia y nombrar al Comité de Salud como único poder provincial.

Concretamente éstas fueron, la adopción como bandera cantonal la misma que la de la Primera República española, la proclamación de la separación de la Iglesia y del Estado —lo que muy probablemente llevaría al ciudadano Bullón a apresar al arzobispo, el polémico Bienvenido Monzón, y tenerlo retenido en el patio de su casa, atado, durante más de un día, hasta que intervino el propio comité que exigió su liberación y que el cantonalista pidiera disculpas por su atrevimiento—, la prohibición de todo culto fuera de las iglesias y la secularización de los cementerios; también, la abolición de todos los impuestos, la liberalización de estancos y puertos; el establecimiento de sueldos máximos y mínimos, fijados respectivamente, en 12.000 y 4.000 reales anuales; se suspendieron las pensiones; se incautaron de todos los fondos del Banco de España; se abolieron privilegios regios; se revisarían todos los títulos de propiedad; y se declaró la suspensión de todos los empleados públicos de la capital hasta nueva orden. Estas medidas, junto a otras que hoy contempladas solo pueden ser consideradas como disparatadas, se encuentran recogidas en el Boletín del Cantón Republicano de Granada, que puede ser fácilmente consultado en la base de datos del BOE.

Actuaciones del cantón

No faltaron todo otro tipo de medidas concretas para hacer efectiva la república desde abajo. Con poderes considerados ilimitados en el ámbito provincial, se adoptaron acuerdos con medidas de toda índole, financieras, sociales, militares, e incluso de relación exterior y de cooperación con otros cantones. La más llamativa de las decisiones iniciales fue la de solicitar un “empréstito forzoso reintegrable de seis millones de reales que se repartirán entre los mayores contribuyentes de esta localidad”. Un préstamo que se solicitaba a las clases adineradas para sufragar el coste de constitución del naciente cantón granadino.

se adoptaron acuerdos con medidas de toda índole, financieras, sociales, militares, e incluso de relación exterior y de cooperación con otros cantones

En el aspecto militar, tras apropiarse de todo el material de guerra que encontraron, el Comité de Salud Pública organizó un contingente para perseguir y combatir a los carlistas y se aprobó una partida para comprar armas a otras potencias, con las que poder dotar a los batallones granadinos. De este modo obligaron a todos los ciudadanos entre 18 y 40 años a tomar las armas para defender el cantón y se adoptaron acuerdos tan llamativos como permitir la fundición de las campanas de las iglesias granadinas para fabricar balas y munición. Se dispuso la organización de varios batallones armados para ser enviados en ayuda a otros cantones vecinos. En este contexto se envió una columna de milicianos voluntarios a Loja, con la intención de que prosiguiese hasta Bobadilla y Montilla, para apoyar la insurrección cantonal y procurar la detención de las tropas del general Pavía, al que se le había encomendado por Salmerón someter a los cantonalistas en Andalucía y Granada.

Expolio patrimonial

Tanto el Comité de Salud Pública como el alcalde de Granada, siguiendo un reglamento municipal aprobado anteriormente y que interpretaron a su antojo, decidieron incrementar los trabajos de demolición de monumentos antiguos, que ya habían sido considerados insalubres o innecesarios tras la revolución de 1868. Fue el caso del convento de la Trinidad, la iglesia de San Gil, o la Puerta de Bib-Rambla. Tan terribles y negligentes actuaciones realmente respondían a la necesidad de dar ocupación a las clases obreras y acallar las demandas de los individuos y grupos mas radicales y socialistas —el alcalde envió, el 2 de agosto de 1873, a cientos de braceros para que derribasen la iglesia de la Trinidad, acabasen de desescombrar su convento y abrir la plaza del mismo nombre que existe desde entonces—

Tan terribles y negligentes actuaciones realmente respondían a la necesidad de dar ocupación a las clases obreras y acallar las demandas de los individuos y grupos mas radicales y socialistas

Política “exterior”

En un ejercicio de lo que podría calificarse como de relación exterior cantonal, todos los cantones andaluces decidieron unir fuerzas para enfrentarse al ejército de Pavía, mandado para sofocar la insurrección. Sin embargo, los dos batallones enviados por Granada no llegaron a presentarse para el combate. Fue un nuevo fracaso, como lo fue el envío de otro batallón, día atrás, a Loja y Montilla.
Con todo esto y en medio de este caos organizativo, el fin de la república federal granadina llegó el 12 de agosto de 1873. Las tropas al mando del general Pavía llegaron a Loja y Granada tras sofocar los cantones similares de Sevilla y Cádiz.

Aquel caluroso día que amaneció algo nublado, cuando la vanguardia de las tropas regulares se detuvo en las proximidades del Triunfo, la ciudad se entregó sin ningún tipo de resistencia y los insurgentes huyeron. Pavía nombró gobernador civil a Francisco Arias de Reina y dio por extinguido el cantón, que no llegó ni al mes de existencia. Con el desarme de los voluntarios republicanos y la destitución de los diputados que habían intervenido en este movimiento, que posteriormente serían encausados y juzgados por sus actos contra la patria, la aventura insurreccional federal granadina, había concluido.

cuando la vanguardia de las tropas regulares se detuvo en las proximidades del Triunfo, la ciudad se entregó sin ningún tipo de resistencia y los insurgentes huyeron

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