LA TAHÁ, LA ALPUJARRA MÁS AUTÉNTICA

De las faldas de Sierra Nevada cuelga un conjunto de pequeños pueblos blancos por los que parece no haber pasado el tiempo.

La Tahá

Siete son las maravillas del mundo, siete los colores del arco iris y siete son también los pueblos de La Tahá: Pitres, Capilerilla, Mecina, Mecinilla, Fondales, Ferreirola y Atalbéitar.

Eran municipios independientes hasta 1975, cuando decidieron fusionarse en uno.

Para su denominación recuperaron el nombre de La Tahá, que era como los árabes se referían a las distintas divisiones administrativas que componían el Reino nazarí de Granada.

Nuestro recorrido comienza por el Paseo Marítimo de Pitres y por la calle el Puerto.

Aunque de repente parezca que estamos junto al mar, seguimos en plena montaña.

Estos nombres no se deben a otra cosa que al carácter guasón de las gentes de Pitres: allá por 1905, el político Natalio Rivas acudió al lugar a dar un mitín en el que preguntó a los vecinos qué querían, a lo que contestaron «un puerto de mar».

Los pueblos de La Tahá

No quedó otra que «conceder» su deseo y desde entonces este pueblo en plena Sierra Nevada tiene puerto y paseo marítimo, aunque solo fuera para darle nombre a sus calles. La expresión «el loco Pitres» tal vez tenga relación con esta historia.

Iglesia de San Roque en Pitres

En nuestro paseo por la localidad, una parada en la Iglesia de San Roque es obligatoria. Su torre campanario, que sobresale de manera destacada entre el caserío alpujarreño, y su forma esbelta de estilo mudéjar, hace que, desde la lejanía, Pitres presente una estampa especialmente singular.

Este templo fue de los primeros en construirse en la Alpujarra, allá por 1530, pero tuvo que ser reconstruido en el siglo XX, debido a la Guerra Civil. La imponente imagen del Cristo de la Expiración y la elegancia de la Virgen de los Dolores llenan de recogimiento y belleza este llamativo templo.

Una estupenda opción para descansar y retomar fuerzas es el Restaurante «El Jardín del Mirador», una apacible terraza donde se puede disfrutar de excelentes productos, cocinados en la parrilla a baja temperatura durante horas, mientras contemplamos unas imponentes vistas de la comarca.

A continuación, subimos a Capilerilla a través de un bosque de castaños que deslumbra con sus colores otoñales y que nos abre paso a esta tranquila aldea. La pequeña Capileira es la localidad más alta de toda La Tahá, ofreciendo unas vistas privilegiadas del paisaje escarpado que nos rodea en todo momento.

subimos a Capilerilla a través de un bosque de castaños que deslumbra con sus colores otoñales y que nos abre paso a esta tranquila aldea

Mientras disfrutamos del sugerente paisaje alpujarreño, donde destacan los típicos bancales con huertos y árboles frutales, descendemos por el valle hasta llegar a tres pueblos muy cercanos entre sí, pero que son claramente identificables. Son Mecina, Mecinilla y Fondales:

Tres niñas guapas
tienen las Alpujarras
Mecina, ojos de sarracena
Mecinilla taller de nacar
y Fondales babuchas
de oro y plata.

Tres príncipes árabes
de tierras lejanas
lloran de nostalgia
al no poder respirar
sus aires ni beber
sus aguas.

Mecina peineta
de nieve y nata,
Mecinilla
donde los ruiseñores
mejor cantan
y Fondales, donde luce
lo bonito y la paz se palpa.

Este bonito poema de Pepe y Luis Gallart nos recibe a la entrada de Mecina, el segundo pueblo más grande de la Tahá. La Iglesia de San Marcos y San Cayetano es especialmente bella cuando recibe los últimos rayos de sol del día, al estar orientada al oeste. Frente a ella, un pequeño campo de hierba verde se extiende como una delicada alfombra que realza aún más el encanto del lugar. Mecina es un pueblo que creció en torno a una era comunal y sus calles se extienden como radios que parten de ella, conformando un entramado propio de otra época.

Mecinilla aparece como un pequeño barrio de apenas una veintena de casas. Su origen hay que encontrarlo en la Edad Moderna, siendo el lugar elegido por familias acomodadas para asentarse.

Llegando al fondo del valle, nos encontramos con Fondales, y de su localización proviene su nombre, al encontrarse en lo más hondo del valle, junto al río Trevélez. Es un auténtico privilegio pasear por sus calles, ya que su arquitectura apenas ha sufrido cambios.

Recorriendo el laberinto de calles, uno parece haber retrocedido varios siglos atrás, pero también se percibe la arquitectura tradicional alpujarreña en todo su esplendor.

Los tinaos, los terraos y las peculiares chimeneas con forma de sombrero, de origen árabe, llenan de autenticidad esta zona de Granada.

Los terraos constituyen las cubiertas de las casas alpujarreñas, y se caracterizan por ser planos y por estar formados por vigas de madera, losas de pizarra, barro prensado y launa, lo que le aporta una alta impermeabilidad y también una gran personalidad.

Tinao en Fondales

A lo largo de los siglos, se ha comprobado lo eficientes que son estas construcciones, al permitir recoger el agua de lluvia, manteniendo la temperatura del edificio y todo ello sin filtraciones al interior.

Por su parte, los tinaos están formados igualmente por vigas de madera y losas de pizarra, pero su función es completamente distinta. Estas construcciones son una especie de soportales cuya utilidad es de lo más variada: desde almacén de productos, a lugar donde resguardarse de las nevadas invernales, pasando por un lugar fresco donde socializar en verano.

La cercana presencia del río engalana el entorno de estos pueblos con una vistosa gama de colores verdes, amarillos y naranjas, que solo el agua y la luz de la Alpujarra es capaz de originar.

Contemplando esta belleza, por un sendero medieval, llegamos a la pintoresca localidad de Ferreirola. Su nombre significa «pequeña mina de hierro» y es el diminutivo de Ferreira, otro pueblo de la cara norte de Sierra Nevada. Su significado nos da pistas de lo que podemos encontrar en esta localidad. Allí brotan aguas ferruginosas, siendo excepcional la de La Gaseosa, por ser única en la Alpujarra. Su agua contiene hierro, pero combinado con gas natural, que genera una suave sensación picante pero muy agradable, siendo muy apreciada por las gentes del lugar.

El emplazamiento de Ferreirola, semioculto entre barrancos, solamente es delatado por la Iglesia de la Santa Cruz, algo deteriorada. Resulta placentero recorrer los pintorescos rincones de este lugar sin apenas gente, con un silencio que a veces reconforta.

Camino de la Gaseosa en Ferreirola

El último de los pueblos de nuestro recorrido por La Tahá es Atalbéitar o «barrio del veterinario» en árabe. La palabra Albéitar sigue existiendo en español y es sinónimo de veterinario. Tal vez, varias generaciones de veterinarios vivieron en el pueblo, dándole nombre al lugar. Es una localidad bastante desconocida pero al mismo tiempo es de las que, con mayor pureza, conserva la imagen tradicional alpujarreña, contando con todos los elementos que un pueblo puede tener: una plaza principal con una fuente, pequeñas acequias que recorren sus calles, un lavadero a la salida, así como tinaos tan grandes que ocupan calles enteras, lo que se conoce como adarves.

La Tahá: un municipio con encanto y gran belleza, que merece la pena vivirlo despacio. La auténtica esencia de la Alpujarra

Terminando nuestro recorrido, comprobamos que La Tahá reúne todos los elementos típicos de la Alpujarra. Su arquitectura típica, la naturaleza que lo rodea y la tranquilidad de unos pueblos que aún escapan del turismo, hacen de La Tahá un municipio con encanto y gran belleza, que merece la pena vivirlo despacio. La auténtica esencia de la Alpujarra.

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Picture of Juan Ignacio Escribano Torres

Juan Ignacio Escribano Torres

(Granada, 1997). Es graduado en Derecho y Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad de Granada (2021). Actualmente es funcionario del Cuerpo de Administradores Generales de la Junta de Andalucía. Es miembro de la asociación Sociedad Civil Juntos por Granada.

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