EL ANDALUCISMO HA TRAÍDO POCAS COSAS RELEVANTES PARA NUESTRA TIERRA. BASADO SOBRE FALSEDADES NADA PUEDE DERIVARSE COMO VÁLIDO. ES COMO LA DOCTRINA DEL ÁRBOL DE LOS FRUTOS ENVENENADOS DE ORIGEN BÍBLICO, PORQUE TODO LO QUE DERIVE DE ESA FORMA DE PROCEDER Y ACTUAR ES TAN NULO COMO SU ORIGEN
La trampa del andalucismo oficial no es sino un proceso de aculturación que desfigura la identidad granadina. Esta es la síntesis del contenido que sigue. Lo que destaco a primera vista.
En las últimas cuatro décadas, Andalucía ha sido testigo de un proceso de construcción identitaria basado en un andalucismo institucional que, lejos de fortalecer las diversidades y riquezas culturales de sus territorios, ha homogeneizado y simplificado la complejidad de su historia. Granada, con su legado milenario y una identidad única dentro de la región, se ha convertido en una de las principales víctimas de esta estrategia uniformadora.
Granada, que ya soporta un secular abandono político y económico, ahora debe lidiar con un simbolismo que, en lugar de unir, genera rechazo
El reciente «Día de la Bandera», impuesto por el gobierno andaluz de Juan Manuel Moreno Bonilla, es solo el último episodio de este fenómeno. Una celebración que, bajo el pretexto de reforzar un sentimiento de pertenencia común, se aleja de las realidades culturales locales y se convierte en una herramienta más para borrar las singularidades históricas que diferencian a cada provincia andaluza. Granada, que ya soporta un secular abandono político y económico, ahora debe lidiar con un simbolismo que, en lugar de unir, genera rechazo entre quienes reconocen el valor de su herencia cultural diferenciada.
Una imposición centralista
El modelo de andalucismo es un movimiento falso promovido desde las instituciones autonómicas que no es inclusivo ni plural. Se basa en una visión centralista que prioriza ciertos símbolos, tradiciones y narrativas que, aunque puedan representar a determinadas provincias o sectores, ignoran otras sensibilidades culturales.
En el caso de Granada, esta tendencia centralizadora ha significado la invisibilización de su historia, desde su singularidad como último baluarte musulmán en la península -del reino nazarí- hasta su profunda relación con los movimientos intelectuales o su riqueza en tradiciones locales que poco tienen que ver con el pretendido legado de una patria legendaria que nunca existió o el folclore sevillano que monopolizan la representación de «lo andaluz».
El «Día de la Bandera» –incluido el desayuno de pan con aceite-, lejos de ser un gesto inclusivo, refuerza la uniformidad. ¿Qué sentido tiene para un granadino celebrar un símbolo que no reconoce ni su historia ni sus aspiraciones? Este tipo de iniciativas no solo carecen de raíces en las tradiciones locales, sino que actúan como una herramienta de propaganda política, desdibujando las auténticas demandas de una ciudadanía que, en su mayoría, no se siente identificada con el discurso oficial.
La aculturación de Granada: un proyecto deliberado
Granada no solo ha sido relegada en términos de inversión y desarrollo, sino que también ha sufrido un ataque sistemático a su identidad cultural.
En este contexto, desaparecen las voces que reivindican la riqueza cultural propia: desde el Argar, pasando por las huellas de la historia antigua, el medievo, el legado nazarí, las tradiciones propias de comarcas como las Alpujarras, o los movimientos sociales que han marcado nuestra historia lejana y reciente e incluso su papel como bastión de la educación innovadora y la renovación intelectual constante promovida desde la universidad u otros centros de pensamiento.
este proceso de aculturación, disfrazado de «andalucismo», ha pretendido integrar a la fuerza a la provincia y su territorio histórico en una narrativa que no le pertenece.
Un futuro por construir desde la autenticidad
Es necesario replantear el modelo de andalucismo que se ha implantado en las últimas décadas. Andalucía no es una región homogénea, y cualquier intento por construir una identidad común debe partir del reconocimiento de su diversidad interna. Granada, con su pasado y su presente, merece un lugar propio dentro de esta construcción, no como una provincia más, sino como una voz singular que enriquece el conjunto.
El reto no es sencillo, pero pasa por rechazar iniciativas como el «Día de la Bandera», que son meros artificios políticos, y apostar por un modelo de gobernanza y representación que respete y valore las especificidades culturales de cada territorio. Eso para los que quieran construir una Andalucía verdaderamente plural, donde Granada no sea una nota al pie, sino un capítulo imprescindible de su historia.
el reto no es sencillo, pero pasa por rechazar iniciativas como el «Día de la Bandera», que son meros artificios políticos
Al margen de la inculturación
Pero al margen de estas posiciones, para mí equivocadas, pienso que los granadinos deben tomar conciencia, de hecho, cada vez más recuperan memoria y comprenden que el camino al que nos condujeron hace más de cuatro décadas, y lejos de aceptar un proceso ordenado de inculturación, preconizamos el restablecimiento histórico de la verdad y que Granada recupere su identidad fuera de esta Andalucía inventada.