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El matrimonio de Alfonso I el Batallador y Urraca de Castilla fue un acontecimiento clave en la historia de la península ibérica en el siglo XII. Alfonso, rey de Aragón y Navarra, se casó con Urraca, hija del rey Alfonso VI de Castilla, en el año 1109.
Este matrimonio unió dos poderosas casas reales y generó expectativas de una península ibérica unificada bajo un solo liderazgo. Sin embargo, la relación entre Alfonso y Urraca estuvo marcada por tensiones políticas y rivalidades. La muerte de Alfonso VI dejó a Urraca como heredera de Castilla, pero las luchas de poder y las diferencias culturales entre los reinos complicaron la situación. A pesar de tener hijos en común, el matrimonio se disolvió en 1114.
El legado de este matrimonio reside en sus esfuerzos por consolidar el poder en la península ibérica y en la influencia que tuvo en las posteriores dinámicas políticas de la región. Aunque su matrimonio fue efímero, Alfonso I el Batallador y Urraca de Castilla dejaron una huella perdurable en la historia medieval de España.