DE ROMA HACIA KIMBOLTON

teodoro de tiziano

historiador

La actitud inicialmente favorable del papa Clemente VII a aceptar los razonamientos de Enrique sobre el divorcio con su esposa, se modificó ante la decisión de Catalina de Aragón y las presiones del emperador Carlos V, que estaba poco dispuesto a ver comprometida su estrategia. En plena efervescencia protestante, la cuestión se convirtió en una viva polémica sobre la primacía papal en la que participaron teólogos y hombres de letras.

Ruptura con Roma

El Papa se mostró indeciso, y no se atrevió a conceder el divorcio debido al control político y militar que por entonces Carlos V ejercía sobre Roma; designó al cardenal Campeggio para que junto con el obispo Wolsey investigara la cuestión. Sin embargo, Catalina se negó a defender su postura negando la competencia del tribunal que había de decidir (1529). La declaración de ambos prelados, contraria a los deseos del rey, determinó la caída en desgracia de Wolsey, al igual que ocurriría posteriormente con Tomás Moro. Enrique VIII solicitó la opinión de las universidades europeas, que se manifestaron a favor del divorcio. El papa Clemente se pronunció al fin contra la pretensión del monarca, y le ordenó acudir a la Santa Sede. Aconsejado por Thomas Cromwell y Thomas Cranmer, Enrique VIII rehusó presentarse, negando la autoridad del papa.

Confinada en Kimbolton

Enrique rompió definitivamente con Catalina (1533) y se casó con Ana Bolena, ya embarazada de la futura reina Isabel I. En 1533 el arzobispo de Canterbury, Cranmer, anuló el matrimonio del rey con Catalina; el monarca se separó de la obediencia a la Iglesia Católica de Roma (1534) y se hizo reconocer como jefe supremo de la nueva Iglesia de Inglaterra. La desobediencia de Enrique VIII hacia el papado desencadenó así la constitución de una iglesia nacional anglicana, aprobada por el parlamento, que hizo pública su renuncia a aceptar al papa como cabeza de la nueva Iglesia, papel que desde entonces debería desempeñar el rey de Inglaterra. Catalina fue confinada en el castillo de Kimbolton, pero nunca renunció al título de reina.

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