CUANDO SE TALEN LOS ÁRBOLES DE LA AVENIDA CERVANTES

DESDE ESTAS LÍNEAS PIDO A LA AUTORIDAD MUNICIPAL QUE REFLEXIONE SOBRE TAL ACCIÓN PLANEADA. QUE DEJE LA VIDA CORRER Y LOS ÁRBOLES VIVIR EN UNA DE LAS POCAS AVENIDAS DIGNAS DE CONSIDERARSE COMO TAL EN NUESTRA CIUDAD QUE VIENE A HONRAR LA MEMORIA DE UNO DE LOS MÁS GRANDES HOMBRES DE LA HISTORIA UNIVERSAL.

En las ciudades históricas los árboles no son ornamento: son memoria. Cada uno sostiene con sus raíces la continuidad de un relato urbano que no cabe en manuales de historia ni en discursos institucionales. Por eso, cuando una hilera de troncos veteranos cae bajo la orden de las motosierras, lo que se destruye no es únicamente un recurso natural, sino también una forma de ciudadanía, un vínculo invisible con el pasado y el futuro.

La paradoja es evidente cuando esa tala ocurre en una vía llamada Avenida Cervantes. Un nombre que remite a la imaginación, a la resistencia contra lo absurdo y a la dignidad de lo inútil. ¿Qué ironía mayor que talar árboles —símbolos de sombra, paciencia y vida— en una avenida dedicada al escritor que nos enseñó a cuestionar las lógicas estrechas del poder y la conveniencia? Si Don Quijote se levantara en esa acera, seguramente confundiría las sierras con nuevos gigantes, y no andaría tan errado.

Los argumentos oficiales son siempre los mismos: seguridad, modernización, reordenamiento, saneamiento incluso.

Otras talas

Tengo al menos cinco registros históricos desde 1886 a la actualidad de la tala de árboles indiscriminada en nuestra ciudad, que lo mismo entierra un río, que sepulta una acequia o que elimina una alameda, frondosa y viva, con los aplausos tan cómplices como incomprensibles de numerosos ciudadanos.

La última vez, en 2006, en Constitución. En aquella ocasión, junto con mis hijos y unos pocos ciudadanos que tratamos de evitarlo, sufrimos los insultos, abucheos e improperios de algunos vecinos del lugar que movidos por un no sé qué odio político vitorearon la eliminación de aquellos olmos y álamos negros, como si fueran empresarios de la madera deseosos de engrosar la bolsa. El resultado fue el que podemos contemplar en esa impersonal y grosera actual Avenida de la Constitución.

Los argumentos oficiales son siempre los mismos: seguridad, modernización, reordenamiento, saneamiento incluso. Palabras que parecen incuestionables, pero que en la práctica sirven como coartada para decisiones tomadas a espaldas de los ciudadanos. Se nos dice que los árboles estaban enfermos, que representaban un riesgo.

Y, sin embargo, rara vez se acompaña esa afirmación con estudios transparentes, alternativas planteadas o planes de sustitución que respeten la identidad del lugar. No quiero pensar ―que sí que lo hago―, que lo son para ser sustituidos por otros más pequeños, menos imponentes y, como está sucediendo en las últimas intervenciones, por otros de menos vida que vienen a engrosar los bolsillos del avispado de siempre ―sí la bolsa; sé lo que digo―.

La ciudad histórica, orgullosa de su patrimonio arquitectónico, parece olvidar que su riqueza no se limita a fachadas restauradas ni a placas conmemorativas. Los árboles son también patrimonio: un patrimonio vivo, cambiante, que ofrece lo que ningún museo puede dar —sombra, frescura, biodiversidad, la sensación de pertenecer a un espacio que respira.

Empobrecimiento de la Avenida Cervantes

CUANDO SE TALEN LOS ÁRBOLES DE LA AVENIDA CERVANTES

Al arrasar con ellos, la ciudad se empobrece doblemente: pierde un bien ambiental y un bien cultural. La Avenida Cervantes, sin sus árboles, deja de ser paseo y se convierte en simple calle. La memoria se sustituye por cemento, y el nombre ilustre se vuelve un gesto vacío, casi sarcástico. En realidad, no sabemos por qué razón deben ser abolidos salvajemente aquellos árboles que se plantaron hace ocho décadas, monumentales y maravillosos, que la exornan, sólo que alguien ha decidido poner fin a su existencia.

Porque cuando se talen los árboles de Cervantes no quedará más que una avenida para el olvido.

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César Girón

César Girón es granadino, nacido y criado en el Paseo de los Tristes, a los pies de la Alhambra. Se licenció en Derecho en la Universidad de Granada, donde tiene previsto doctorarse en breve con la tesis Aspectos administrativos de una nueva organización territorial del estado de las autonomías.

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Comentarios y Reseñas

3 respuestas

  1. Gracias estimado César , no te conozco , pero te sigo , expresas en palabras lo que yo siento , y te doy las gracias por difundir usando las palabras con “belleza “ . Defiendes como granadino lo que muchos también defendemos . GRACIAS !

  2. Tenemos que estar unidos para defender nuestras ciudades. Nuestros árboles son muy importantes y beneficiosos para todos, y es nuestro deber protegerlos de los malos políticos, que nos creen idiotas, y piensan que con vacías palabras, nos van a convencer… Hay que pararles los pies. Los árboles grandes no necesitan ningún tipo de cuidado ni poda alguna… Todo son beneficios, oxígeno, sombra, frescor y belleza. CUIDEMOS DE ELLOS, SON NUESTRA FAMILIA!!!

  3. No se puede expresar mejor la sensibilidad hacia la naturaleza y lo que representa para los que la apreciamos . Comparto y agradezco todo lo escrito .Espero que los responsables de este proyecto recapaciten , lean y escuchen lo que los vecinos están manifestando.

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