pocos SON LOS que CONOCEN QUE la reconquista de granada fue casi un hecho en el siglo xii. EL REY ARAGONÉS Alfonso i el batallador ASEDIÓ la ciudad en espera de la sublevación de los mozárabes granadinos. finalmentE, tras guerrear en una meritoria campaña por todo el territorio granadino regresó a Zaragoza
CÉSAR GIRÓN
Granada Histórica
Quién fue Alfonso I
Alfonso I, conocido como el Batallador, es uno de los grandes reyes de la historia de España. Nació en el Pirineo aragonés, en la comarca de la Jacetania, en la localidad de Hecho, en 1073. Hijo de Sancho Ramírez y de Felicia de Roucy, fue rey de Aragón y de Pamplona entre 1104 y 1134 tras suceder a su hermano Pedro I. Murió en 1134 casi en el mismo lugar que había nacido, en la localidad oscense de Poleñino.
Destacó en la lucha contra los musulmanes a los que infligió contundentes derrotas en Valtierra, Cutanda, Arnisol o Cullera, en el reino de Valencia, además de las victorias que cosechó en Guadix o Córdoba cuando fue a tomar la ciudad y liberar de los sufrimientos que padecían a los mozárabes, que le habían pedido ayuda.
Durante su reinado llegó a duplicar la extensión de los reinos de Aragón y Pamplona tras la conquista, clave, de Zaragoza en 1118. Temporalmente, y gracias a su matrimonio con Urraca I de León, gobernó sobre León, Castilla y Toledo y se hizo llamar entre 1109-1114 «emperador de León y rey de toda España» o «emperador de todas las Españas», según destacan historiadores como Corral Lafuente o Lema Pueyo, hasta que la casi incontenible oposición de los nobles de aquellos reinos, forzó la anulación del matrimonio.
Sus victorias y hazañas fueron admiradas en su tiempo y fueron destacadas en toda Europa. En la Crónica de San Juan de la Peña, del siglo XIV, puede leerse:
«clamábanlo don Alfonso batallador porque en Espayna no ovo tan buen cavallero que veynte nueve batallas vençió».
Más allá de su éxito militar, durante su reinado efectuó un gran número de fundaciones, donaciones y concesiones con importantes efectos que influyeron, principalmente, en el reino de Aragón en general, y particularmente, en la historia del valle del Ebro en los siglos posteriores.
Expedición de conquista
Tras la conquista de Zaragoza los esfuerzos de Alfonso se concentraron en solucionar las dificultades surgidas en algunas partes de su reino, principalmente, en la amenaza que podría llegar desde Valencia, razón por la que a final de 1124 comenzó a preparar una expedición para mejorar su posición frente a los ejércitos almorávides.
Dos fueron sus acciones estratégicas. Por un lado, dificultar el paso de las tropas hacia Valencia, y por otro, intensificar la repoblación de los territorios conquistados.
Lanzó en el invierno de aquel año una hueste formada por aragoneses, normandos y francos a Peña Cadiella, la actual Benicadell, por ser esta localidad el paso usado por los musulmanes para ir de Alicante a Valencia —ruta cuya conquista y posterior defensa ha sido objeto de míticas crónicas—, pero sin duda alguna, la más importante de sus iniciativas sería la gran expedición contra Al-Ándalus y Granada.
Ardor guerrero
La moral de combate de Alfonso I era muy alta en este momento. Fue por ello que la expedición partió con un espíritu de gran exaltación. Documentos de los años 1124 y 1125 se referían al Batallador con los términos «reinando en España» o «en toda la tierra de cristianos y sarracenos de España», lo que da idea del triunfalismo que se vivía en el entorno del rey aragonés. Los mandatarios coetáneos, al contrario, no pasaban sus mejores días: Ramón Berenguer III, conde de Barcelona, venía de ser derrotado en la batalla de Corbins y Urraca I de León, la ya en ese momento exesposa del aragonés, moriría poco más tarde, el 9 de marzo de 1126, sin que pudiera ver el fin de la guerra civil que asolaba sus reinos.
En este contexto Alfonso I emprendió una de las campañas más osadas de la Reconquista. La incursión ha pasado a la historiografía con el nombre de la «Hueste de España», que supuso de facto, en uno de sus aspectos, la “primera conquista de Granada”, que como ahora veremos casi fue total…
La expedición militar de Alfonso I por Al-Ándalus, según la Crónica de San Juan de la Peña (en aragonés)
En el anno de Nuestro Sennor de MCXXV, plegó sus gentes et con él don Gastón de Bearne, don Pedro vispe de Caragoça, don Esthevan vispo de Jacca; en el mes de octubre entraron en la tierra de los moros, tallando et destruyendo plegoron a Valencia; et depués passaron Xucar et talloron Dennya, depués passaron Murcia, depués fueron a d’Almeria, que la clamavan en aquel tiempo Urcia, et a la raiz de una sierra et montanna fincaron sus tiendas, et en el lugar que dizen Alcaçar tenieron la Nadal con gran goyo et abastamiento de viandas.Enpués esto fueron a Granada et, talando et destruyendo, depués cercó Cordova; y el rey sennor de todos los reyes moros d’Espanna con todo su poder ixió a dar batalla en el lugar que yes dito Azinçol et fueron vencidos los moros, et fue y el rey de Córdova et morieron grandes gentes de moros que no y havía conta.
Hacia Granada
Alfonso I y su mesnada partió el día 2 de septiembre desde Zaragoza y otras localidades aragonesas. Puso rumbo a Granada con un ejército, según se dice por distintas crónicas, formado por cuatro mil caballeros y quince mil infantes —las fuentes ofrecen cifras que pueden ser exageradas y quizá habría que reducirlas a mil o mil quinientos caballeros y un número indeterminado de peones—.
Con tan considerable compañía de armas, cuentan las fuentes que el 29 de aquel mismo mes llegó a Plasencia de Jalón, localidad donde hay constancia de la concesión al merino —juez— Benzo Fortuñones, de unas tierras y varios exaricos —siervos de la gleba de origen musulmán—.
Días después, el 20 de octubre, llegaría a Valencia y, desde aquí, marchó hacia el sur pasando por las localidades de Alcira, Denia, por el desfiladero de Játiva y Peña Cadiella (Benicadell), para poder atravesar Murcia. Tras ello, pocas jornadas más tarde llegó a Vera y Almanzora, lugares desde los que prosiguió adentrándose por tierras de la actual provincia de Almería.
Consta como durante ocho días acampó en Purchena, deteniéndose en Tíjola, desde donde hubo de preparar la marcha y asalto de la importante localidad de Baza, que poco después saquearía.
Por tierras granadinas
Después de Baza proseguiría su avance por el territorio de Granada, de tal modo que el 18 de noviembre lo hallamos al frente de sus huestes en las proximidades de Guadix, ciudad a la que puso en asedio con la intención de asaltarla, acción que sin embargo aplazaría por unas semanas, hasta el 4 de diciembre en que se empleó en ello, tratando de tomarla penetrando desde Graena. Hasta este momento, durante diciembre efectuó distintas operaciones militares en localidades próximas ubicadas en Sierra Nevada, por la Alpujarra concretamente, enrolando sus fuerzas en distintas escaramuzas y logros de conquista. Solo después de ellas volvería sobre sus pasos y puso en asedio a la localidad de Guadix, empresa en la que pasaría el fin de aquel año 1125.
Alfonso continuaba preparando su inserción por el territorio de Al-Ándalus y más especialmente la conquista del importante emirato granadino —había dejado de serlo en 1090 tras la invasión almorávide—, de una relevante importancia en Al-Ándalus.
Para el momento en que el Batallador acometió el sometimiento de Granada, la expedición duraba ya cuatro meses, casi la mitad de los nueve que duraría en total.
Principado cristiano
El objetivo inicial de Alfonso I el Batallador era establecer un principado cristiano en Granada, como los antiguos principados de Antioquía, Trípoli o el reino de Jerusalén lo eran en oriente próximo. Para ello pretendía apoyarse en la población mozárabe que había solicitado insistentemente su ayuda al rey de Aragón, pues se veía sometida al fanatismo religioso del periodo almorávide.
A pesar de la oposición del gobernador granadino, que porfió en evitarlo, el rey de Aragón envió mensajeros a los mozárabes de toda la región para que le ayudaran en la conquista uniéndose a sus huestes, con la promesa de que podrían ocupar y repoblar las tierras reconquistadas al oeste y sur de Zaragoza, amén de obtener el dominio de Granada y otras localidades.
La fallida conquista
En este contexto acentuado por la proximidad de la mesnada cristiana cerca de Granada, los mozárabes granadinos plantearon a Alfonso el Batallador una rebelión interna contra la autoridad gobernante con el apoyo de la hueste aragonesa; la conjunción era necesaria, pues Alfonso I, a diferencia de la estrategia utilizada en la conquista de Zaragoza en 1118, no llevó a Granada maquinaria de asalto, acarreo que era de todos modos extremadamente impracticable dada la larga distancia que recorrería la expedición y las dificultades logísticas que conllevaba penetrar tan profundamente en el territorio enemigo.
Según cuentan las crónicas andalusíes, que siempre hay que contemplar con precaución, la mesnada de Alfonso I se vio reforzada con un contingente de cincuenta mil hombres, algo que resulta exagerado si se compara con la noticia que ofrece el normando Orderic Vital, que cifra en unos diez mil los mozárabes que posteriormente se asentarían en el valle del Ebro, lo que deja en cuestión aquella otra cifra de las fuentes árabes.
Sea como fuere, lo cierto es que desde Guadix, el Batallador se encaminó por Diezma hasta Granada, que tuvo a la vista el 7 de enero de 1126, acampando en la localidad de Nívar, lo que generó notable temor entre los granadinos que temieron el asalto de la ciudad.
Operaciones ante la ciudad de Granada
A pesar de las inclemencias del tiempo y el celo de los defensores de Granada, el ejército del Batallador pudo ser aprovisionado por la población cristiana, que durante diez días permaneció acampada en la localidad de Nívar, decidiendo si efectuaba batalla campal o esperaba a que la rebelión mozárabe le franqueara las puertas de la ciudad y tomarla.
Debido a la tensa espera, el Batallador le reprochó al responsable de los mozárabes de Granada, Ibn al-Qalas, no cumplir con lo pactado. El cabecilla mozárabe le reprobó achacándole la negativa a la rebelión de los cristianos granadinos, al haberse demorado en escaramuzas a lo largo de la ruta y haber desvelado su posición en Guadix, lo que había alertado a tiempo a los almorávides, que ya estaban aprestando tropas a uno y otro lado del estrecho. Porque de ese modo había quedado anulado el efecto sorpresa y se habían malogrado los planes iniciales. Sea como fuere, la demora permitió a los almorávides reforzar aún más las defensas y recibir refuerzos para defender la ciudad. Ello llevó finalmente a Alfonso l a abandonar la empresa de conquistar Granada y dirigirse hacia Córdoba, no sin antes asolar la Vega y saquear cuanto encontró a su paso camino de Córdoba, por Maracena y Pinos Puente hasta el lugar de “Assica”, que algunos han identificado con Montefrío.
La batalla de Arnisol
Apenas unas jornadas después avanzaba camino de la conquista de la ciudad califal, pasando por las actuales localidades de Luque, Baena y Espejo, para luego virar hacia el suroeste entrando en Cabra y Lucena, donde saqueó cuanto pudo. Después giró en sentido contrario para asediar la ciudad de Córdoba, tomando por Aguilar de la Frontera.
Para atajar el avance del soberano aragonés, desde Sevilla partieron tropas al mando de Abu Bakr, hijo del emir Ali ibn Yusuf, alcanzándolo en Arnisol —Arinzol o Aranzuel, según las fuentes—, actual Anzur, en el municipio de Puente Genil, cerca de Lucena. Allí se trabó batalla campal el 9 de marzo de 1126 con el resultado de victoria decisiva para los aragoneses. Como ya hemos dicho, ese mismo día, en el Castillo de Saldaña (Palencia) su exmujer, Urraca I, moría y era sucedida por Alfonso VII de León.
Travesía hasta el mar: Vélez-Málaga
Tras la victoria en la batalla de Arnisol (Puente Genil), el Batallador se dirigió hacia el sur pasando nuevamente cerca de Granada camino de las Alpujarras siguiendo los estrechos barrancos del curso del río Guadalfeo y alcanzó la costa por Motril y Salobreña hasta llegar a Vélez-Málaga.
Fue este un momento clave porque parece que durante la travesía, las crónicas musulmanas cuentan que Alfonso le dijo a uno de sus señores de confianza «¡Qué tumba si nos tiraran tierra desde arriba!», así como comentan que al llegar al mar, el aragonés ordenó que se botase una embarcación desde la que pescaron un pez que el rey comió, y se preguntan en los relatos andalusíes si fue por dejar una anécdota para el futuro o para cumplir una promesa.
Si bien más parece que ello se trataría de un gesto de toma de posesión del mar. Tan interesante suceso pudo haber transcurrido en Almuñécar, aunque no falta quien señale que fue en Salobreña.
Fin de la expedición y regreso a Zaragoza
Desde Vélez-Málaga, el contingente cristiano volvió a orientar sus pasos hacia Granada acampando en la localidad de Dílar, donde permaneció tres días, y luego en Alhendín, rechazando varios ataques almorávides. Dos días después llegó a la Vega de Granada y se instaló en La Zubia, a seis kilómetros de la capital, seguido de cerca por la caballería islámica en perfecta formación de combate, que acampó en la fuente de Atsa o de la Teja (en las cercanías de Alfacar), conociéndose que persiguió a los aragoneses por la Alpujarra, por la localidad de Bérchules, y seguidamente, fuera de ella, por Alicún y Guadix.
Avanzados los refuerzos africanos de Mequinez y Fez, dirigidos por los comandantes Abu Hafs ibn Tuzyin e Inalu al-Lamtuni respectivamente, que hostigaron a Alfonso I, éste tomó hacia el norte. La retirada se produjo por Caravaca de la Cruz y Játiva, siendo asediados por las tropas musulmanas hasta su llegada a Aragón en junio de 1126. El contingente de Alfonso I llegó diezmado por las penalidades, pero satisfecho de los logros alcanzados.
Consecuencias
Alfonso no logró conquistar Granada y establecer en ella un principado cristiano. Su expedición determinó un notable empeoramiento de las condiciones de vida de los mozárabes en el territorio almorávide. Así, en octubre de 1126 el emir almorávide ordenó la deportación de gran parte de los mozárabes a diversas regiones marroquíes. Si bien, lo que sí consiguió Alfonso I con su larga campaña fue poner de manifiesto la extrema debilidad del imperio almorávide, incapaz de detener las correrías de Alfonso y de atraerse las simpatías de la población mozárabe, que posteriormente abriría paso a la derrota de las Navas de Tolosa varias décadas después.