LA OCG, FUNDADA EN 1990 POR INSTITUCIONES GRANADINAS, LLEVA 35 AÑOS SIENDO REFERENTE CULTURAL. PESE A DIFICULTADES, DESTACA POR LA CALIDAD DE SUS MÚSICOS, SUS DIRECTORES, CONCIERTOS MEMORABLES Y SU ESPECIAL AFINIDAD CON FALLA, EL REPERTORIO ESPAÑOL Y LOS GRANDES MAESTROS DE LA MÚSICA
La Orquesta Ciudad de Granada (OCG) es, a día de hoy, uno de esos milagros culturales que logran mantenerse —contra mareas políticas, económicas y hasta generacionales— en un país que a menudo da por descontada su alta cultura. Y sin embargo ahí está: erguida, luminosa, reconocible en su sonido y en su trayectoria. Un buque insignia de Granada y, sin exagerar, una contribución decisiva al canon sinfónico español contemporáneo.
La Orquesta Ciudad de Granada fue fundada en 1990. Nació como orquesta sinfónica clásica y su origen no fue casual, ni fruto de un único actor institucional: Ayuntamiento de Granada, ONCE y Caja General de Ahorros de Granada crearon el Consorcio Fundación Granada para la Música. Fue un gesto de ambición, pero también de visión: entender que una ciudad ancestralmente musical, sentida y mediterránea del tamaño de Granada podía —y debía— tener una orquesta estable, con sello propio.
cada director titular ha ido añadiendo un color, un pulso, una manera de frasear, que hoy es reconocible
Treinta y cinco años después, el tiempo les da la razón. No ha sido un camino recto, ni siempre fácil; ha habido etapas de estrechez presupuestaria, de
incertidumbre estratégica, de cambios de marco institucional. Pero la OCG, gracias a sus equipos directivos y especialmente gracias a la seriedad, nivel y perseverancia de sus músicos, sigue siendo un referente cultural indiscutible: una orquesta de primer rango, respetada por programadores, por invitados y por público.
Los directores titulares que la han guiado a lo largo de estas décadas han hecho algo más que marcar el compás: han definido carácter. Cada director titular ha ido añadiendo un color, un pulso, una manera de frasear, que hoy es reconocible: la OCG no es anónima. Tiene identidad. Tiene firma. Tiene sonido.
Sus músicos —profesionales de una élite invisibilizada demasiadas veces— son el verdadero cimiento de ese sello. Sin su disciplina, su artesanía diaria y su altísima exigencia personal, la orquesta no habría sobrevivido ni resistido los momentos duros.
Cada director titular ha ido añadiendo un color, un pulso, una manera de frasear, que hoy es reconocible: la OCG no es anónima. Tiene identidad. Tiene firma. Tiene sonido
La OCG tiene hitos memorables: temporadas completas en las que Granada —y medio país— se acercaba a escuchar nuevas miradas sobre repertorios nucleares; conciertos especiales en el FEX y el Festival Internacional de Música y Danza; colaboraciones exultantes con solistas de categoría internacional.
Y, por supuesto —y esto es más que una nota de color histórico— su reconocida especialidad, quizá en otros momentos más que ahora, en la interpretación de Manuel de Falla y de otros compositores españoles: ese repertorio nacional que en sus manos adquiría sentido, profundidad, textura y carácter. La OCG ha sido una de las custodias de esa tradición sinfónica española —y no es un reconocimiento menor.
En 2025, hablar bien de la OCG no es una cortesía: es un acto de justicia cultural. Porque Granada sería otra ciudad sin ella y España sería un poco más impaciente, menos valiosa musicalmente hablando si no contara con estos 35 años de presencia interpretativa de la Orquesta Ciudad de Granada, una institución nuestra para el mundo.




