La Emperatriz Eugenia rodeada de sus damas de compañía. Winterhalter. Palacio de Compiègne

EUGENIA DE MONTIJO, EMPERATRIZ DE LOS FRANCESES

UNA PROFECÍA REVELADA POR UNA GITANA UN DÍA QUE PASEABA POR EL SACROMONTE CON SU AYA LE ANUNCIÓ QUE “SERÍA MÁS QUE UNA REINA”. AÑOS MÁS TARDE EN PARÍS EL FAMOSO QUIROMANTE “PADRE BODINET” LE VATICINÓ IGUAL DESTINO. TRAS CONTRAER MATRIMONIO CON LUIS NAPOLEÓN BONAPARTE, SE CONVERTIRÍA EN LA EMPERATRIZ DE FRANCIA.

Eugenia de Montijo: Breve biografía en pasajes

La historia prodigiosa de Eugenia de Montijo tiene toda la gracia sugestiva, toda la poesía cautivadora, todo el interés novelesco, toda la emoción palpitante de una bella invocación levantada por una portentosa fantasía. Aquel bello cuento de un poderoso rey que elevó a su trono a una linda doncella se convirtió en realidad viva con esta granadina de sorprendente hermosura que tenía en sus ojos la divina visión del cielo de Granada y en sus labios la frescura y el color de los rojos claveles albaicineros.

De Granada a Europa

Muy probablemente, como preludio de su agitada vida posterior, Eugenia Guzmán y Portocarrero, venía al mundo en Granada el 5 de mayo de 1.826 en medio de una larga secuencia de terremotos tan propios de la ciudad. El miedo que su madre sentía hacia los temblores hizo que naciera en una tienda de campaña anclada en el jardín familiar y casi un mes antes de la fecha pronosticada para el alumbramiento.

Era la segunda hija de la noble familia formada por los Condes de Teba, don Cipriano Guzmán Palafox y Portocarrero y doña María Manuela Kirkpatrick y Grevignée, instalados en Granada desde 1.823 tras sufrir el padre pena de destierro en Santiago de Compostela por afrancesado y conspirar contra la causa liberal.

A las pocas horas de abrir sus ojos al cielo granadino era bautizada en la iglesia de la Magdalena por el Capellán Mayor de la Capilla Real con el nombre de María Eugenia Ignacia Agustina, siendo el padrino el capitán general de la plaza, su tío Eugenio, conde de Montijo, conocido desde el famoso motín de Aranjuez con el apelativo de “tío Pedro”.

Era la segunda hija de la noble familia formada por los Condes de Teba, don Cipriano Guzmán Palafox y Portocarrero y doña María Manuela Kirkpatrick y Grevignée, instalados en Granada desde 1.823

En 1830 sus padres se trasladarían a Madrid por empeño de su madre en estar cerca de la corte borbónica, aunque su padre siempre estaría yendo y viniendo de una a otra ciudad. La epidemia de cólera que azotó la villa en 1.834 y la muerte de su tío el conde de Montijo, servirían de pretexto a su madre para trasladar la residencia familiar al fulgurante París, en el que se instalarían en un palacete de los Campos Elíseos.

Su infancia en Granada correría de la mano de su aya, Pepa, e imbuida en los ambientes selectos de la sociedad granadina, en la que los Teba regían una de las más interesantes tertulias de la ciudad.

A partir de este momento comenzaría una larga peregrinación por las principales ciudades europeas de corte, primero Londres para estudiar y después Bruselas, Roma, Berlín… Hasta que tras la muerte de su padre en 1.839 y debidamente introducidas en la sociedad parisina se instalen definitivamente en la ciudad de la Luz.

la muerte de su tío el conde de Montijo, serviría de pretexto a su madre para trasladar la residencia familiar al fulgurante París

Fue en una fiesta donde Carlos Luis Napoleón, por entonces príncipe-presidente, donde se enamoró de la “petite Eugenie”, la españolita

Eugenia emperatriz

Fue en una fiesta donde Carlos Luis Napoleón, por entonces príncipe-presidente, donde se enamoró de la “petite Eugenie”, la españolita que con su belleza tenía eclipsada a toda la sociedad parisina del momento; una damisela desalentada en Madrid en sus primeros años de juventud por el amor imposible con el duque de Alba y que había visto fracasar su relación con el duque de Sesto, José Alcañices.

Confesada su pasión por Luis Napoleón y unidos en destino en Notre Dame, desde el trono de la Francia imperialista, de la Francia que intentaba resucitar el prestigio heroico de la odisea napoleónica, la gentil granadina, deslumbró al mundo con su belleza y su elegancia. Eugenia de Montijo tuvo la alegría de asistir a la suprema exaltación de su belleza de mujer y el dolor de sobrevivir a la catástrofe.

Fue toda su vida, desde los años juveniles hasta las frías horas de la senectud, un hermoso poema de gran fuerza lírica y emocional. Un poema de primavera maravillosa, tejido con brillantes estrofas cortesanas y adornado con madrigales regios; después, un poema hondamente dramático.

Matrimonio de Eugenia y Luis en Notre Dame (París) 1853

Y sobre los esplendores y las tristezas de esta vida augusta, flotó siempre el alma serena, inquieta y atormentada de la mujer, de la emperatriz y de la madre.

Expediciones y guerras

Pero el águila imperial no estaba firme. Francia estaba convulsa. La agitaba el espíritu revolucionario del pueblo francés. Para dominar las inquietudes populares hubo que exhumar la tradición guerrera y lanzar a los ejércitos imperiales a la conquista. Crimea, África, Italia, las artificiosas victorias de Sebastopol y Solferino. La hora trágica de la derrota señaló inexorablemente el triunfo de la revolución.

Como una anciana venerable que había pasado la cumbre de los noventa años viajaba por Europa como una sombra de otros tiempos

Vinieron después los días amargos del destierro; el éxodo a través de tierras extrañas con el alma llena de inquietudes y atormentada por íntimos recuerdos; la evocación de la dorada leyenda en los hondos momentos de tristeza crepuscular. Como una anciana venerable que había pasado la cumbre de los noventa años viajaba por Europa como una sombra de otros tiempos, al margen de la vida oficial, como una hoja arrancada del libro de la Historia y arrojada lejos por el torbellino de las pasiones universales.

Los emperadores con Visconti en la finalización del Louvre, por Tissier.
Eugenia a caballo. Retrato de Boutibonne

El fin

Antes de morir, la emperatriz Eugenia presenciaría silenciosamente, pero con una profunda emoción sin duda, el desarrollo bárbaro de otra epopeya guerrera, la Primera Guerra Mundial. Revivió ante sus ojos entristecidos la trágica explosión que cincuenta años atrás hizo pedazos su imperio. Pero ahora eran otras coronas la que se hundían. Era Prusia, la Prusia triunfadora y férrea de antaño la que sentía la convulsión de la catástrofe. Y la dama gloriosa sonreiría con desconsolada tristeza. Sedán, El Somme, El Marne, Verdun.. Quedaba cerrado un periodo histórico.

Con su muerte desapareció una de las figuras más cautivadoras, más interesantes, más fuertemente sugestivas de Europa y una de las más admirables mujeres españolas.

Su vida concluyó en Madrid, en el palacio de Liria, el 10 de julio de 1.920. Bajo el cielo de España, la emperatriz Eugenia abrió por primera vez sus ojos y bajo el mismo cielo los cerró por última. Con su muerte desapareció una de las figuras más cautivadoras, más interesantes, más fuertemente sugestivas de Europa y una de las más admirables mujeres españolas. Con los episodios de su vida puede escribirse la más bella historia de amor y de dolor que pueda concebir el ingenio más prodigioso.

Estatua de Eugenia en la Avenida Constitución en Granada, obra de Miguel Barranco

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César Girón

César Girón es granadino, nacido y criado en el Paseo de los Tristes, a los pies de la Alhambra. Se licenció en Derecho en la Universidad de Granada, donde tiene previsto doctorarse en breve con la tesis Aspectos administrativos de una nueva organización territorial del estado de las autonomías.

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