DE PRIMERA MANO: Joaquín Alastrué Funes

Autor de “Inventando la pólvora, fabricando la pólvora: El Fargue y la fábrica de Granada”

Joaquín, tu vinculación con la Fábrica de Pólvora de El Fargue es especial, cuéntanos.

Mi padre formó parte de una de las primeras promociones del Cuerpo de Ingenieros de Armamento y Construcción, que sustituía al Arma de Artillería, que llevaba inmediatamente antes la fábrica. En ella nació mi hermana Pilar y tanto ella como yo nos criamos en esta –y luego en el Refino– y por eso le tenemos mucho cariño, al igual que a las personas y amigos con los que compartimos nuestro tiempo allí.

Qué fue lo que te impulsó a escribir tu libro “Inventando la pólvora, fabricando la pólvora: El Fargue y la fábrica de Granada” (Diputación de Granada, 2016)

Siempre se dijo que la fabricación de pólvora en Granada databa de tiempos de los musulmanes, pero había que ponerlo negro sobre blanco para ver si era realmente cierto. Es una de las razones por las que me decidí a escribir un libro, para desentrañar esa cuestión. Investigué principalmente en la Biblioteca Nacional –que es un tesoro– estuve allí año y medio, y luego en la Biblioteca Central Militar –en este caso un tesoro desconocido–, especializada en defensa e ingeniería, en la que estuve durante unos dos años. También con visitas a la Academia de Artillería o el Museo Militar de La Coruña.

Y ¿qué averiguaste sobre la pólvora?

He tratado de ver la situación de la pólvora con relación a Granada. Sobre su uso en artillería hay manuales, pero sobre su método de fabricación es más difícil encontrar datos. La primera referencia es a la pólvora negra, que es la que se conocía hasta finales del siglo XIX. Estaba formada por azufre, salitre y carbón. Esa parece que se inventó en China. Hacia el año 1044 ya consta una descripción escrita sobre su fabricación. Se difunde por la Ruta de la Seda hasta el mundo árabe y de ahí llega a España.
Hay constancia de su uso en el año 1250 aproximadamente, durante la conquista de Damieta en Egipto por Luis IX de Francia, en las Cruzadas, se usaban tarros de pólvora para espantar las cargas de la caballería pesada. Aunque no se habla de cañones. En Acre en 1251 se derribaron sus murallas con minas que se explotaban con pólvora. Pero no parece que esa pólvora se usara en el cerco de Niebla de 1257, el sitio en que tradicionalmente se dice que se utilizó por primera vez. Aquí se habla de “tiros de trueno”, que no tienen que ser hechos con cañones, sino de artillería neurobalística, es decir máquinas, catapultas que lanzaban bolas, muchas veces recubiertas de sustancias incendiarias. De hecho nunca más se vuelve a hablar de pólvora. Incluso el infante don Juan Manuel en su Libro de los estados, donde habla de la forma en que se debe combatir a los moros, no menciona el uso de la artillería.

Pero en Occidente ya existía el fuego griego.

No hay que confundir la pólvora con el fuego griego. Este mantuvo a salvo a Constantinopla de los ataques otomanos hasta 1453, en que fue conquistada. No se sabe su composición real, pero era una mezcla bituminosa, con algún tipo de petróleo o similar, que se lanzaba a presión con una bomba y se incendiaba. Era muy eficaz, no se apagaba con el agua, los barcos ardían como la yesca.

Si el primer uso de la pólvora en España no fue en Niebla, como tradicionalmente se cree, ¿fue en Granada?

El historiador y poeta andalusí Ibn al-Jatib estuvo presente y describió detalladamente la primera vez que se utilizó la pólvora, si no en Europa al menos en la península ibérica. Fue el 14 de julio de 1324 en que el sultán Ismail I de Granada, con ayuda de los benimerines, atacó la fortaleza de Huéscar. En ese momento estaba en poder cristiano y custodiada por los caballeros de Santiago. Hacía frontera con el reino de Murcia, ya en poder castellano. Se trata del uso de la pirobalística (artillería de pólvora) que echando chispas, eso dice Ibn al-Jatib, cayó entre los sitiados causando tantos daños como el rayo caído del cielo. El terror se apoderó de los cristianos que se sometieron a sus condiciones tan solo cuatro días después, que es cuando Huéscar conmemora su fundación, el 18 de julio, pues una vez conquistada, Ismail decidió hacer una ciudad alrededor de la fortaleza para afianzar el territorio. No es un hecho aislado este uso de la pólvora en Granada. Al año siguiente el mismo Ismail I puso sitio a Baza y utilizó también cañones. En 1331 su hijo, Muhammad IV, fue contra Orihuela y Alicante. En las crónicas del rey de Aragón se dice que “puso en aquel tiempo grande temor una nueva invención de combate”, se trata de la pólvora como elemento pirobalístico.

¿Cómo era la fabricación de la pólvora y cuándo comenzó esta en Granada?

La fabricación era sencilla, consistía en mezclar los tres componentes profundamente: azufre, salitre y carbón –reduciendo su tamaño–. En principio se hacía en el propio campamento de los atacantes de una fortaleza o plaza fuerte, en el real. Y se hacía con morteros de mano. Era una labor tediosa y peligrosa porque ardería con frecuencia, dado que el salitre hace que salten chispas y se prenda con facilidad la mezcla.
Desde tiempos tempranos se procedió a la industrialización del proceso utilizando molinos hidráulicos, movidos con agua de acequias o ríos. El primero fue el batán, molino para el teñido de tejidos, y luego se pasó a uno específico de pólvora con morteros y mazos especiales que facilitaban el trabajo.
Los nazaríes montaron su primer molino a orillas del Darro, debajo de la Alhambra y frente al Albaicín. Ese molino fue el que pasó a ser propiedad de los Reyes Católicos tras la Reconquista y que siguió funcionando hasta 1590 en una especie de “concesión” a un “fabricante”, Juan Real. Aquello terminó fatal, porque ese año sucedió que sus enemigos le prendieron fuego. La explosión destruyó medio Albaicín y mató a multitud de personas y destrozó una parte de la Alhambra.

Aquel molino, que era heredero de la fabricación nazarí de pólvora, es el que subió al Fargue en 1620. En la propia Fábrica de Pólvoras se conserva la escritura de la compra de tierras al morisco Juan Ciycy. Y allí sigue la fábrica en la actualidad. Por tanto la fábrica de pólvoras de Granada cumplirá setecientos años en 2024. Y eso es lo que nos gustaría conmemorar. Nos encantaría que los granadinos supieran que tienen una industria con un recorrido histórico que parte de una fecha: 14 de julio de 1324.

¿Hubo cambios en tiempos cristianos?

Los Reyes Católicos basaron la defensa de la ciudad y del Reino en la propia Alhambra, con un pequeño parque de Artillería donde había artilleros elaboradores de salitre, forjadores de cañones, etc, que residían allí mismo. La Alhambra fue pues responsable de la defensa de Granada y de la fabricación de la pólvora y dotaba a las diversas ciudades, a la costa, etc., de la pólvora necesaria. Y no solo a Granada, sino a las Indias.
Porque también se hacía pólvora en Sevilla, fabricada por un francés, pero no era adecuada para llevarla por mar, porque se licuaba y no valía. Decían en la Casa de Contratación que la pólvora fabricada en Sevilla más valía que se la dieran a turcos y enemigos porque era francamente mala. La fábrica granadina siguió avanzando y fabricando pólvora de gran calidad. Y superior a otras pólvoras que se fabricaban por España.
Esa vinculación de la fabricación de pólvora con la Alhambra duró hasta más de 1867 en que todavía se pretendía utilizar el palacio de Carlos V como polvorín, que afortunadamente no se llegó a realizar, porque cualquier accidente hubiera hecho desaparecer el palacio.

En el siglo XIX se producen grandes cambios y aparece la pólvora “sin humo”.

Durante la invasión francesa, en 1812, la fábrica tiene que empezar a trabajar para la artillería enemiga. Cuando se retiran los franceses en 1814 de Granada camino de Murcia, que precisamente la fábrica estaba situada en el antiguo camino de Murcia que habían ampliado los franceses para transportar su artillería, aprovecharon para quemarla, la dejaron arrasada. En 1818 se creó un molino, pero la fábrica empezó a languidecer. Hasta que en 1850 se hace cargo de esta el Cuerpo de Artillería. Se hizo un segundo molino y comenzó a industrializarse con maquinaria moderna como prensas, cernedores hidráulicos etc. A final del XIX la pólvora negra, la de azufre, salitre y carbón, la única conocida hasta entonces, empezó a perder presencia porque se inventó la nitración, nitrar sustancias que producían pólvora llamada “sin humo”, que erosionaba menos las armas, hacía los disparos más precisos y permitía alcanzar en armas pequeñas y pesadas mayores distancias. La primera fábrica que hizo la pólvora sin humo fue la de Granada. En 1897 produjo el primer lote de pólvora de nitrocelulosa, la que actualmente sigue fabricándose.

Por la fábrica pasaron ciertas personalidades destacadas, ¿podrías comentarnos alguna curiosidad?

Vino hasta en cuatro ocasiones el rey Alfonso XIII a inaugurar la fabricación de otros explosivos, de los que la fábrica granadina fue pionera: la picrinita, bastante inestable, la trilita, más estable, que no explota tan fácilmente. La fábrica era muy avanzada para su tiempo. Para disponer de personal creaba escuela y disponía de formación profesional con capacitación de todas las especialidades que se necesitaban: polvoristas, analistas de química, mecánicos, dibujantes, etc. Creó también algo que tuvo mucho éxito: una banda de música de obreros polvoristas, su primer y único director fue el conocido maestro Alonso, una de las canciones que hizo, un pasodoble titulado “Pólvora sin humo”, lo compuso aquí en Granada y se tocó por primera vez en la fábrica. En el año 47 la fábrica hizo una serie de chalés para sus operarios y coincidió con una visita de Eva Perón, muy sonada para la época, donde inauguró la barriada de casas de El Fargue.

¿Crees que los granadinos conocemos la fábrica o detalles de su intrahistoria, como de dónde procedían los trabajadores?

La fábrica es una gran desconocida para la mayoría de granadinos, que no sabe dónde está, ni qué hace, ni qué ha supuesto para Granada. A lo largo del tiempo ha tenido multitud de operarios provenientes de los pueblos de alrededor de El Fargue que venían allí a trabajar. En su momento, cuando una persona se jubilaba tenía derecho su hijo a entrar de trabajador. Del Albaicín, que está relativamente cerca subiendo por el Sacromonte, venían operarios, también de Víznar, Alfacar, Huétor Santillán y hasta de Beas de Granada. Y venían diariamente a trabajar a la fábrica.

¿Qué se pretende con la celebración de la efeméride de los setecientos años de antigüedad?

Que se conozca la fábrica. Que haya un espacio expositivo permanente, una sala o un museo que esclarezca la trayectoria de la fábrica desde 1324 a la actualidad. Fábrica que tiene una importancia enorme desde el punto de vista industrial y también importancia económica. Estamos trabajando con la subdelegación de Defensa en Granada, con la dirección de la Fábrica, con la Fundación CajaGranada, con el Ayuntamiento, con la Diputación, con el Patronato de la Alhambra y con la Universidad de Granada –que posee precisamente una serie de piezas que fueron donadas por la fábrica en su día para la creación de un museo–. En fin, con todas las entidades interesadas en su divulgación y en una celebración digna. También pensamos en actos puntuales como conferencias, bandas de música, sellos de correos, etc, que transmitan y den visibilidad a la conmemoración para que Granada se sienta partícipe del acontecimiento.

Creo que estáis trabajando en una asociación especial. Háblanos de ello.

Estamos creando una Asociación de Amigos de la Fábrica de Pólvoras de Granada con la pretensión de colaborar en la realización de los actos y de cara a mañana, para que haya un núcleo de personas que difundan el pasado, presente y futuro de la fábrica en la sociedad granadina.

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Ana Morilla Palacios

Doctora por la UGR con el programa Teoría de la Literatura y del Arte y Literatura Comparada. Profesora, editora y escritora.

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