EN EL CXXV° ANIVERSARIO DE SU MUERTE, ÁNGEL GANIVET, EL GRANADINO ILUSTRE Y NOTABLE, FILÓSOFO Y LITERATO, PERMANECE EN LA MEMORIA COLECTIVA DE LOS GRANADINOS Y LOS ESPAÑOLES. SU TRÁGICO FIN EN LAS AGUAS DEL RÍO DVINA OCCIDENTAL, EN LA REPÚBLICA BÁLTICA DE LETONIA, NO SUPUSO SU EPITAFIO INTELECTUAL; CON SU INESPERADO ADVENIMIENTO NO SE APAGÓ SU LEGADO, QUE HOY, EN EL MOMENTO QUE VIVIMOS EN ESPAÑA, COBRA VALIOSA VIGENCIA.
CÉSAR GIRÓN
De Granada Histórica
Resumen de la personalidad de nuestro pensador, son las palabras que de él dijera Eugenio d’Ors:
“Ganivet fue glorioso precursor del pensamiento; antorcha del fin de siglo y de Granada, que pasó por la vida como una sombra, como si deseara que su presencia no fuera notada”.
En realidad su biografía se reduce a bien poca cosa, dicen algunos, más si tenemos en cuenta su temprana desaparición del palenque literario. Sin embargo, su personalidad y su legado cobra en los últimos tiempos inusitada relevancia.
En los tres últimos años de su existencia, entre 1895 y 1898, como si lo presintiera, creó lo que otros tardan en escribir una vida entera: su magnífica obra, integrada por títulos como El Idearium Español, Granada la Bella, La conquista del reino de Maya, Los trabajos de Pío Cid, España filosófica contemporánea, Epistolario, El escultor de su alma, Cartas finlandesas y varias más, son las creaciones de un gran pensador inserto en una generación que había de producir prohombres de la talla de Unamuno, Ortega y Gasset o Pío Baroja, todos, en el Olimpo de los intelectuales más preclaros de la contemporaneidad patria.
La figura de Ganivet cobra pujanza de nuevo, no solo en el contexto local granadino al que algunos han pretendido relegarlo, sino en el panorama general español y en la defensa de nuestra nación. Basta repasar en breve lectura algunas de sus creaciones literarias.
En el panorama nacional, su pensamiento finisecular, es reivindicado por doctos académicos contemporáneos como José Luis Abellán, que lo citan en un intento de revisión de las enseñanzas de un siglo conflictivo como el XX, que ha influido, acaso más que ningún otro, en el tiempo posterior.
En su obra “Ortega y Gasset y los orígenes de la transición democrática”, Abellán expone en diversos momentos los pensamientos de Ganivet, dejando notar
La figura de Ganivet cobra pujanza de nuevo, no solo en el contexto local granadino al que algunos han pretendido relegarlo, sino en el panorama general español y en la defensa de nuestra nación.
que la influencia de nuestro conciudadano es más profunda en el filósofo cordobés de lo que a priori podría pensarse, pues no en vano se basa en ocasiones decisivas en el legado ganivetiano para crear su obra.
“Mucho vale la sangre pero más vale la obra del espíritu” es la frase más valiosa de nuestro conciudadano que, escrita en el Idearium español, resume el sentir de este espíritu frágil y turbado al que la desdicha de una época y de su propia inquietud se llevó. Con esta proposición, que Ortega emplearía en varias ocasiones, se destaca la necesaria vindicación hoy de los desvelos de un pensador que sintió tal vez como ningún otro, la deriva española.
destaca la necesaria vindicación hoy de los desvelos de un pensador que sintió tal vez como ningún otro, la deriva española
En el ámbito local, de nuestra Granada hecha y por no deshacer, dice Ganivet:
“La causa de los males de la humanidad es la precipitación, el deseo de ir deprisa, rigiéndose por ideas en flor. Así las flores se ajan y los frutos nunca llegan”.
Demasiado se ha porfiado en socavar innoblemente nuestro futuro colectivo como granadinos:
“¿Por qué ha de tener en el mundo, y ahora más que nunca, tan gran predicamento la simple exterioridad? —reflexiona—. Parece que hay miedo de conocer el fondo de las cosas… no vaya a ser que descubramos que en el fondo no hay nada…”.
Con disquisiciones como estas, expuestas una tras otra, “Granada la bella” se configura como un excelso manual de urbanidad, derogado en mucho pero tan vigente en tanto, que proporciona base suficiente para la formulación de un excursus capaz de reconducir la impersonalidad de la ciudad del siglo XXI, hacia la singularidad artística de la Granada de los tiempos, la que todos deseamos, anclada a sus valores y amplia historia.
Ángel Ganivet supo extraer de la vida lo bello y lo amargo, disfrazando su pesimismo, a veces como un ropaje alegre, sirviéndonos sus ideas en la copa del más puro ser granadino
“Una ciudad material —los edificios— es tanto más hermosa cuanto mayor es la nobleza y distinción de la ciudad viviente —los habitantes—. Para embellecer una ciudad no basta crear una comisión, estudiar reformas y formar presupuestos, hay que afinar al público, hay que tener criterio estético, hay que gastar y proponer ideas”;
“no es ya admisible que nuestros dirigentes se reúnan cuando los comicios están cerca para pedirnos nuestros pensamientos, los mismos que una tras otra vez ellos mismos han olvidado tras entregárselo nosotros generosamente…”, robando nuestros anhelos.
“Si en la vida se practica la abulia se hace visible el no hacer, que en la vida intelectual se caracteriza por el no atender” —Idearium español—;
Nuestros dirigentes no pueden, dice Ganivet en relación con Granada, “no conocer lo que esta ciudad universal ha sido, es y debería ser, pues lo interesante es tener ideas y colocarlas en donde deben estar, en los sitios más altos; que la inteligencia no viva subyugada por la petulancia de los audaces…que quieren contarnos lo que no saben ni comprenden…”.
Ángel Ganivet supo extraer de la vida lo bello y lo amargo, disfrazando su pesimismo, a veces como un ropaje alegre, sirviéndonos sus ideas en la copa del más puro ser granadino, hoy tan ultrajado, tan lejano, tan similar sin embargo, al de la ciudad que le vio nacer en 1865. “La civilización cambia lo accidental, pero la naturaleza humana, como entidad esencial, ha sido siempre idéntica…”.
Las locuciones de Ganivet, complicadas y profundas, sorprenden al ser leídas ahora porque no han perdido ímpetu ni razón. Salvando la distancia con el tiempo en que fueron formulados, su digresión, sus máximas y aforismos, ora sincréticos, ora laxos, siempre absolutos y atronadores, aparecen engarzados sabiamente en su obra, conformando un manual de lecciones para el servicio de una sociedad como en la actual, con escasas miras de futuro y con recuerdos cada vez más tenues de la historia vivida. Sin duda, el pensamiento de Ganivet cobra actual vigencia…