Bizantinos en el sureste peninsular

EL PROYECTO DE RENOVATIO IMPERII DESPLEGADO POR LOS EMPERADORES BIZANTINOS DEBE SER ENTENDIDO NO TANTO COMO UN AUXILIO AL OCCIDENTE, SINO COMO UNA ESTRATEGIA PARA IMPEDIR LA EXPANSIÓN POR ORIENTE DE LOS PUEBLOS GERMÁNICOS PRESENTES YA EN LOS ANTIGUOS DOMINIOS ROMANOS.

CÉSAR GIRÓN
De GH

La historiografía europea más acreditada considera que fue la posición mantenida por el imperio de oriente lo que posibilitó la expansión y asentamiento de los pueblos germánicos en los antiguos dominios de Roma. Existe un dato que se considera concluyente, el hecho que desde casi el comienzo de los asentamientos territoriales los emperadores orientales no titubearon en reconocer a los reyes que gobernaban en Hispania, Italia o Galia. No impidieron en que éstos emplearan el título de Flavius, como Teodorico el Grande, o que incluso se rodearan el áurea romana. No obstante, este reconocimiento era mutuo. Los reyes germánicos asentados mostraban hacia el emperador romano de Constantinopla distintas formas de reconocimiento, que iban desde la “indiferencia” hacia él, hasta actos expresos de sumisión a su autoridad, algo que dependía del momento en que se encontrase cada territorio y los diferentes agentes políticos.

La Península y Europa

Tras la batalla de Vouillé, acaecida en 507, que para muchos historiadores supuso el cambio de giro de la historia universal posterior para más de diez siglos, la totalidad de Europa Occidental está controlada por distintos grupos y pueblos germánicos. La Península Ibérica estaba controlada de forma efectiva por los visigodos ya en el siglo VI, asentados en Hispania tras su derrota ante los francos. A los visigodos habían precedido en Hispania otros pueblos germánicos.

La Península Ibérica estaba controlada de forma efectiva por los visigodos ya en el siglo VI, asentados en Hispania tras su derrota ante los francos

A comienzos del siglo V se produjeron las principales migraciones germánicas a través del Rin que modificaron el mapa y la realidad de los territorios del Imperio Romano de Occidente. Según Ward-Perkins, la escasa militarización del limes renano-danubiano, causada por la falta de dinero procedente de las arcas públicas del Estado imperial para mantener guarniciones permanentes estacionadas en la frontera, llevó a que las ciudades localizadas en las provincias limítrofes sucumbieran a la presión de los pueblos bárbaros germanos.
Con esta situación nos situamos en los últimos días del año 406. Concretamente el 31 de diciembre de dicho año, es decir, un siglo antes del acaecimiento de Vouillé, cuando un nutrido grupo de gentiles bárbaros compuesto por suevos, alanos y vándalos asdingos y silingos penetraron en el Imperio a través del río Rin, en las proximidades de la ciudad de Mogontiacum, la actual Maguncia —Mainz, capital del estado de Renania-Palatinado—. A partir de este momento se irán abriendo paso una mayor cantidad de pueblos germánicos que los siguieron y que se diseminarán por el resto de los territorios de Europa occidental, creando sus propias entidades políticas sobre los restos de un moribundo Imperio Romano de Occidente, desparecido de facto —cuestión que se discute actualmente por los historiadores— partir del año 476.

Rhomaioi

Frente a esta expansión, en Oriente, al otro lado del mar Mediterráneo, paralelamente la parte del Imperio Romano que no ha perecido a las migraciones germánicas, efervescía en sus sentimientos romanos. Los habitantes de este Imperio Oriental no se consideran ajenos a Roma, seguían denominándose a sí mismos rhomaioi, como seguirían haciéndolo a todo lo largo de la Edad Media, hasta la caída de la ciudad imperial en 1453, en poder de los turcos.

Los habitantes de este Imperio Oriental no se consideran ajenos a Roma, seguían denominándose a sí mismos rhomaioi, como seguirían haciéndolo a todo lo largo de la Edad Media, hasta la caída de la ciudad imperial en 1453

Este matiz resulta imprescindible para entender que tanto el intento de conquista de la Península Ibérica como el de otras antiguas partes del Imperio Romano deben de enmarcarse en un proyecto destinado a recuperar lo que los romanos orientales consideraban como su propio territorio. Ello fue la renovatio imperii, que traería al sureste de Hispania, más o menos, entre las actuales provincias de Cádiz y Alicante, con leves incursiones en el territorio de otras provincias limítrofes como Sevilla o Córdoba, la conformación de un territorio de presencia bizantina, ajeno a la dominación visigoda del resto de la península. Un ámbito que es conocido como la Spaniae Bizantina, la provincia del Imperio romano de Oriente en el sureste de la actual España.

La paleogenética

Hace años me llamó la atención un estudio que ponía de manifiesto como en el sureste español había personas que portaban genes iranios, genes propios de los pueblos nórdicos y también genes de griegos tracios. La razón, se afirmaba, se encontraba en la presencia durante varias generaciones y décadas, de vándalos, alanos y bizantinos en el sureste peninsular.
En el magnífico estudio de Orlandis sobre el reino visigodo español se da cuenta como aún más allá de lo genético, hoy día permanecen ciertos elementos de diversa índole que recuerdan la presencia del imperio romano de oriente en nuestro país. Los importantes avances en la ciencia y la paleogenética han permitido estos estudios y el encontrarse con tan apasionantes resultados para el avance en el conocimiento y la explicación de la historia.

La llegada de los bizantinos

El establecimiento de los visigodos en la península Ibérica, tras ser vencidos en la primavera de 507 por los francos cerca de Poitiers en la batalla de Vouillé, en los Campos Vogladensis, aparece rodeado de una nebulosa en la que casi todo es especulación histórica. Los godos habían penetrado anteriormente en Hispania por encargo de Roma, principalmente, con Walia en 417, para poner orden entre los pueblos bárbaros ya instalados, suevos, vándalos y alanos.
La derrota de Alarico II ante Clodoveo I supuso la desaparición de la presencia de los godos al norte de los Pirineos, salvo en la Septimania, y el traslado de la capital visigoda instalada en Tolosa, años después, a Toletum, desde donde trataron de controlar el extenso territorio hispano. Un dominio en el que uno de sus pasajes es el de la llegada, establecimiento y presencia del imperio bizantino en el sur y el sureste peninsular, entre 552 y 625.

Las tropas imperiales

Fue en 533 cuando Bizancio se lanzara definitivamente a la conquista del Mediterráneo a las órdenes de Belisario, quien recuperó sin mucha dificultad territorios ocupados por los vándalos. En este avance del imperio, siguió el asalto a la península itálica, que estaba ocupada por los ostrogodos, logrando restaurar tras más de medio siglo de control bárbaro los territorios de Dalmacia, Sicilia y la mismísima ciudad de Roma. En la campaña se invirtieron dos décadas y la larga campaña tuvo un enorme coste humano y económico lo que sembró un profundo descontento entre los súbditos romanos, más especialmente por la fuerte subida impositiva que la administración imperial impuso para sufragar la guerra. La famosa revuelta de Nika, en Constantinopla, fue una rebelión popular contra el gobierno del basilei. Más de 30.000 hombres fueron masacrados, ardiendo la antigua iglesia sobre cuyo espacio se erigiría posteriormente Santa Sofía.

En este clima interno, Bizancio conquistaría la parte sudoriental de la Península Itálica convirtiendo así el Mediterráneo, nuevamente, en el Mare Nostrum. Seguidamente se acometería la conquista de Hispania, eso sí, tras un largo período de relajo obligatorio dado que la peste asoló el corazón del imperio a partir de 541. Sería el momento de eclosión de Justiniano, una figura decisiva en la historia universal, que contribuyó con su sueño de preservación del legado romano y de su continuación, a ensalzar el papel de Roma en la historia.

Bizancio conquistaría la parte sudoriental de la Península Itálica convirtiendo así el Mediterráneo, nuevamente, en el Mare Nostrum

Ahora Hispania

Las tropas imperiales de Justiniano concluían por entonces sus acciones en Italia en la Guerra Goda. Acudieron a Hispania llamadas por el magnate Atanagildo, quién habría demandado ayuda frente a Agila I. Los intereses de los visigodos levantados y los bizantinos se proyectarían entonces sobre el territorio de Hispania. Bizancio, el imperio romano de oriente con capital en Constantinopla, ciudad de la antigua Tracia griega, en tiempo de Justiniano I el Grande (527-565), había emprendido distintas acciones para procurar la Renovatio Imperii: la recuperación íntegra del mundo mediterráneo y rehacer la unidad del antiguo Imperio.
La conquista de la Hispania meridional es la última empresa en Occidente de Justiniano dentro de su grandioso programa de reconstruir Roma y acaso también la menos conocida. A ello ha contribuido la casi nula información contenida en las fuentes históricas contemporáneas. Procopio de Cesarea, seguramente enfrascado en su campaña de desprestigio de Teodora, no hace ninguna referencia a la conquista de Spania en su Historia de las guerras, en tanto que el cronista visigodo Jordanes solo hace una muy breve a Liberio (Petrus Marcellus Felix Liberius), al que señala como el comandante de la expedición. Son otras las fuentes algo más precisas las que deben ser consultadas como las de Leandro e Isidoro de Sevilla, hijos de Severiano, que era originario de Carthago Spartaria, que aún escuetas, ofrecen una visión aproximada a la gesta justinianea en Hispania.

Desembarcos

En junio o julio de 552 las tropas imperiales desembarcaron en Hispania, unieron sus fuerzas a los partidarios de Atanagildo y derrotaron al ejército de Agila I. El lugar escogido para el desembarco es aún hoy objeto de discusión. Unos historiadores consideran que teniendo en cuenta que Atanagildo se encontraba en Hispalis y las tropas reales de Agila en Emerita Augusta (Mérida), parece que la elección de un puerto con fácil acceso a una calzada que condujese al interior de la actual Sevilla sería lo más apropiado, por lo que es altamente probable que la flota bizantina recalase previamente en Septem (Ceuta), lo que situaría como puerto de desembarco uno próximo al estrecho de Gibraltar, de modo muy similar a lo que ciento cincuenta años después, en 711, efectuara Tarik Ibn Ziyad, llamado por Rodrigo. Ello no empece que posteriormente se efectuase un nuevo desembarco en la costa de la Cartaginense, en un lugar próximo a Cartagena.

El territorio bizantino

¿Cuál sería la extensión de la provincia bizantina en Hispania? Ante la aludida falta de informaciones precisas debemos movernos en el terreno de las hipótesis, expurgando datos que nos permitan conocer el alcance de la conquista justinianea, que se fue ampliando durante el enfrentamiento entre Agila I y Atanagildo. Durante las décadas siguientes el territorio imperial se vería disminuido progresivamente. Sin ninguna duda el ejército de Justiniano se apoderó de una amplia franja costera de la Bética y de la Cartaginense comprendida entre la desembocadura del Guadalete y el norte de Cartagena. Carthago Spartaria (Cartagena) y Malaca (Málaga) fueron las mayores ciudades y los más importantes puertos imperiales en el litoral mediterráneo hispano. La penetración hacia el interior de la dominación imperial es difícil de precisar, pero se conoce que Asidona (Medina Sidonia), fue conquistada, ya que Leovigildo hubo de recuperarla en 572, así como la plaza de Sagontia, al norte de Asidona, en la calzada romana hacia Hispalis, que las fuentes citan también en manos bizantinas, y que los generales de Witerico (603-610) hubieron de tomarla durante su reinado; y Basti (Baza) que fue conquistada en el 555, por su importante valor estratégico en las comunicaciones entre la levantina y la bética, para facilitar el contacto con las tropas del sur.
Actualmente el territorio conquistado amplía sus márgenes, porque es un dato cierto que Illici (Elche) y Dianium (Denia) permanecieron bajo control bizantino hasta los últimos años de la presencia de los imperiales en Hispania. Eso sí, parece que estos nunca tuvieron presencia en Sevilla y Córdoba

El final de la presencia imperial

Para los visigodos los aliados bizantinos pronto se convirtieron en unos molestos invitados, conocidos sus deseos de conquista íntegra de la antigua Hispania. Atanagildo convertido en rey intentó expulsarlos, los combatió y consiguió vencer en algunas ocasiones, pero no pudo desalojarlos, prolongándose su presencia hasta 625, casi tres cuartos de siglo, hasta que el que sería primer basileus bizantino, Flavio Heraclio Augusto, que por distintas razones se vio conminado a abandonar Spaniae, la provincia occidental de Bizancio.

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César Girón

César Girón es granadino, nacido y criado en el Paseo de los Tristes, a los pies de la Alhambra. Se licenció en Derecho en la Universidad de Granada, donde tiene previsto doctorarse en breve con la tesis Aspectos administrativos de una nueva organización territorial del estado de las autonomías.

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