EL CORAZÓN NEGRO: ENTRE LA HISTORIA Y LA LEYENDA

La verdadera historia que rodea la leyenda del corazón negro y su relación, no con dos, sino con tres reinas: Isabel I de Castilla, Catalina de Aragón y Ana Bolena, es contada en un bellísimo relato incluido en el libro Nuevos cuentos de la Alhambra, en el que participan varios grandes de las letras españolas: Santiago Posteguillo, Juan Gómez Jurado, Javier Sierra, Manuel Pimentel, José Luis Corral, José Calvo Poyato, María del Amor Martín y César Girón. Este último es el autor del cuento El corazón negro que protagoniza Washington Irving durante su estancia en la Alhambra, en 1829.

JACOBO BENSUSAN

Corazón negro

Tras su muerte, los restos de Catalina fueron conducidos en procesión desde Kimbolton hasta la abadía de Peterborough donde se inhumaron el 29 de enero de 1536. El pueblo de Inglaterra lloró largamente su muerte. Aún sigue llorándola. Enrique no asistió al funeral y prohibió que María, la hija de ambos, lo hiciera.

Ese mismo día Ana Bolena, “la mala perra”, que así la llamaba con rabia el pueblo, parió un mortinato. Ana había sido maldecida por los ingleses y comenzaba a expiar sus culpas.

Todos recordaban la amenaza que profirió poco antes de morir Catalina:

”Yo seré su muerte y si no ella será la mía”

contaban que dijo, por lo que corrió el rumor, cuando Catalina murió, de que había sido envenenada por un enviado de Ana, Gregory di Casale, luego que los galenos descubrieran al embalsamarla que tenía el “corazón negro”.


Dicen que un corazón negro apareció inesperadamente en el monasterio franciscano de la Alhambra. Fue en la madrugada del día 7 de enero de 1536, el mismo día y en el mismo instante en que Catalina expiró en Kimbolton. Según sus deseos, por alguna circunstancia sobrenatural, su corazón apareció, pero ennegrecido, en el lugar a donde deseó que estuviera tras su muerte, en el lugar donde había yacido su madre, en la Alhambra.

Y como proclamaba el Adagio de Erasmo de Rotterdam: “Caerse el corazón a los pies”, vino a surgir en la parte baja de la lápida del sepulcro donde estuvo enterrada su madre, la reina católica.

Allí estuvo hasta que desapareció cuando los monjes hacían el rezo del segundo Ángelus del día 19 de mayo de aquel mismo año de 1536.

Se esfumó tan súbitamente como cae el tajo del hacha.

Ese mismo día, en la Torre de Londres, Ana Bolena fue decapitada al mediodía.

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