ESPEJISMOS Y ALUCINACIONES

Antonio Manuel Peña García
Catedrático de Universidad
Director del Grupo de Investigación RNM-913
«Luminotecnia para la Seguridad y la Sostenibilidad»
Dpto. Ingeniería Civil – Universidad de Granada

Espejismos

Si algún día, paseando por el bosque, me encuentro a Galadriel con su espejo, tengo una larga lista de acontecimientos pasados y futuros que le rogaría me mostrase. Y en esa lista ocupa un lugar relevante la cara que hace algunos miles de años se quedó a los antiguos pobladores de los fiordos noruegos o del Estrecho de Mesina al ver sus modestas embarcaciones flotando en el cielo en lugar de surcar el mar como debería ser.

Este fenómeno, hoy perfectamente conocido y explicado, se denomina “Fata Morgana” o “barco fantasma”. Y no solo se percibe con embarcaciones: también con montañas en latitudes extremas. No obstante, el lugar más famoso del mundo para disfrutarlo nítidamente es el Estrecho de Mesina debido a una determinada combinación de factores térmicos.

Tampoco se quedarían atrás los antiguos nómadas de los desiertos al perseguir lagos que nunca llegaban a alcanzarse, el típico espejismo del oasis que con frecuencia aparece en películas de aventuras.

Ambos fenómenos, barcos fantasma y espejismos en el desierto, eran conocidos por navegantes y tuaregs respectivamente hace siglos y se deben a que el aire en contacto con el mar o con las arenas abrasadoras, está muy frío o muy caliente respectivamente.

Si la masa de aire sufre una notable variación de temperatura conforme asciende y se aleja de la superficie, su densidad también experimentará un cambio brusco. Esto ocasiona una desviación progresiva de los rayos de luz que parecen venir del cielo o del suelo según estemos en un ambiente muy frío o muy caliente. En ambos casos, nuestro ojo y nuestro cerebro se limitan a contarnos lo que ven. Son los rayos de luz los que no apuntan hacia el sitio del que realmente partieron porque se han desviado.

Cuando el cerebro se aburre

Pero, aunque la Naturaleza conjure a sus elementos para hacernos ver las cosas donde no están, el burlador por antonomasia es nuestro cerebro, hasta el punto de que podríamos dedicar un libro entero a las ilusiones ópticas y a las alucinaciones que nos hace experimentar. Aquí no llegaremos a tanto.

Imaginemos que, reflexionando sobre barcos fantasma y oasis perdidos, nos tumbamos sobre la hierba a contemplar con atención un cielo veraniego, azul y despejado y que éste ocupe todo nuestro campo visual. Pasados unos minutos ocurrirá algo inesperado: la bóveda celeste cambiará su azul por un color que podríamos definir como gris. Puede incluso que veamos extrañas luces zigzagueantes u otros efectos igualmente inquietantes. Será entonces cuando, asustados por si estamos ante una emergencia médica, nos incorporemos de golpe y al mirar a nuestro alrededor, el color vuelva a inundarlo todo. Y al levantar la vista, aún temerosos, el cielo será azul como si nada hubiera pasado. ¿Qué ha ocurrido?

Este monumental susto es consecuencia de un aislamiento sensorial que, en ocasiones, puede producir el llamado “efecto Ganzfeld”, o “campo total” en alemán. Nuestro cerebro, que necesita procesar información continuamente, se ha cansado de percibir un estímulo monótono y sin cambios, ha desconectado esa señal tan aburrida y ha comenzado a producir alucinaciones. Este mismo efecto puede reproducirse mirando al techo con tal de que éste sea homogéneo y ocupe todo el campo visual.

Entre los numerosos experimentos que se han llevado a cabo sobre Ganzfeld, tanto en laboratorios como en entornos nevados completamente homogéneos, los participantes han «visto» a la nieve cobrar movimiento, sombras amenazantes, y hasta un oso panda que los observaba [1]. Más allá de los experimentos, montañeros perdidos en la inmensidad de la nieve, han creído ver todo tipo de extraños fenómenos y criaturas. La gran mayoría se han explicado por la presencia de osos y otros animales junto al agotamiento y a la desorientación, pero el efecto Ganzfeld también se ha considerado una explicación plausible. También algunos viajeros sorprendidos por tormentas de arena en el desierto han descrito alucinaciones similares al verse inmersos durante un periodo de tiempo en un campo visual sin cambios.

Y no hablamos solo de percepción visual. Los estímulos auditivos monótonos también llevan al cerebro a hacer de las suyas. Este hecho ha sido aprovechado por algunos parapsicólogos, que tapan los ojos a los participantes en sus sesiones y los exponen a un ruido monótono y constante. Pasado un rato, la uniformidad del estímulo y las travesuras del cerebro pueden hacerles creer que escuchan (mensajes telepáticos) o de índole aún más sobrenatural. Incluso los Simpsons han probado los efectos de una relajante sesión de privación sensorial.

En conclusión, si en uno de esos cada vez menos frecuentes días que Sierra Nevada está completamente cubierta de nieve, tenemos la desgracia de perdernos en alguno de sus parajes más remotos y a ese problema se suma el de un abominable hombre de las nieves que nos observa amenazante, parpadeemos con fuerza, miremos en todas direcciones y a nuestra ropa si es de color. Si después de eso el Yeti sigue ahí, podemos preocuparnos de verdad.

espejismos y alucinaciones

Referencias
[1] https://www.diva-portal.org/smash/get/diva2:1463603/FULLTEXT01.pdf
[2]http://nectar.northampton.ac.uk/15114/1/Cooper_Callum_etal_SPR_2019_Reconsidering_sensory_isolation_in_floatation_tanks_as_a_method_of_promoting_psi_conducive_imagery.pdf

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