A PESAR DE SU IMPORTANCIA Y SIGNIFICADO, A GRANADA, COMO REALIDAD Y CONCEPTO HISTÓRICO, POLÍTICO Y ADMINISTRATIVO, SE LE HA HECHO DESAPARECER INTERESADAMENTE DEL ESTADO DE LAS AUTONOMÍAS Y DE SU SIMBOLOGÍA, DESDE LA CELEBRACIÓN DE TODAS LAS ASAMBLEAS REGIONALISTAS HABIDAS
CÉSAR GIRÓN
De GH
La permanencia del símbolo de Granada entre los más altos emblemas de nuestra nación es testimonio del indeleble significado que el reino de Granada tuvo, y tiene, en la historia, la política y la organización territorial de España. Su presencia se extiende entre 1492 y hoy día, 2023, sin ninguna excepción; entre los Reyes Católicos y Felipe VI; en todos los escudos de España y en los escudos de armas de todos los monarcas; con todos los regímenes habidos: monarquías —cuatro dinastías distintas, considerando la Bonaparte—, y repúblicas, tanto en la Primera como en la Segunda; incluso en las enseñas y emblemas de los distintos bandos contendientes en todos los momentos de conflicto, especialmente en las guerras civiles habidas entre españoles, al menos cuatro desde 1833, hasta nuestros días.
Heráldica española
En una conferencia organizada por el aula de Cultura del diario Ideal, en 2008, con ocasión de la que después sería fallida idea de la conmemoración del Primer Milenio del Reino de Granada, expuse dilatadamente lo que ahora digo sobre la presencia del símbolo de Granada y su reino en el escudo de España y la postergación que, del mismo, medida y calculadamente, se ha hecho en la simbología andalucista y andaluza. Aquella exposición que sorprendió a muchos de los presentes que no habían recalado en el planteamiento, generó la airada respuesta de algún centro directivo de la comunidad autónoma, que no estaba dispuesta a permitir el desmán, el atrevimiento de que un funcionario autonómico pusiera en solfa y en duda a la gran Andalucía actual.
Seguro que no incurrimos ahora, como tampoco entonces, en ningún exceso, al resaltar el valor de Granada, porque se trata de una cuestión de historia y de realidad, por más que al andalucismo oficial y a sus prosélitos, no guste.
Así, según la heráldica, como disciplina auxiliar de la historia, la invención del escudo cuartelado para dar cabida a las distintas armerías fue una creación de Fernando III el Santo, en 1230, en su escudo a las armas de Castilla y León. Los reyes de España posteriores, todos sin excepción, habidos desde los Reyes Católicos —trastámara—, austrias, borbones, bonaparte, saboya y las dos repúblicas, mantuvieron en sus emblemas oficiales las armas del Reino cristiano de Granada. Como tal blasón ha sido recogido principalmente en el entado del escudo, en la punta, como elemento simbólico de cierre de la unidad nacional lograda con su conquista. Cierto que no han faltado construcciones heráldicas que le hayan dado otra posición más destacada, como la de José I Bonaparte, que dividió el escudo de España en 6 cuarteles, concediendo el 5º a Granada y el 6º a las Indias.
En la heráldica de armas de los reyes españoles ha sucedido igual. El escudo ha recogido el blasón de Granada, la peculiar granadilla, principalmente, entado en punta, sin perjuicio de que en alguna ocasión haya aparecido, también, centrado a modo de escusón. Asimismo, prácticamente el diseño de la granada ha sido el mismo: “al natural, rajada de gules o rojo, tallada y hojada de dos hojas de sinople o verde”, aunque en el caso del escudo de la II República se expresó no en natural sino en sinople y rajada de gules. Colores, sinople y gules, que posteriormente, en 1980, el concejal José Miguel Castillo Higueras, ambientándose también en los colores del estandarte de Muhammad I, empleara para inventar la moderna bandera de la ciudad.
Los reyes de España posteriores, todos sin excepción, habidos desde los Reyes Católicos —trastámara—, austrias, borbones, bonaparte, saboya y las dos repúblicas, mantuvieron en sus emblemas oficiales las armas del Reino cristiano de Granada
En Andalucía
Llama la atención tras lo dicho, como se porfió en la eliminación de la presencia y significado de Granada en la vexilología y la heráldica andaluza, al tiempo de hacer nacer la actual “gran” Andalucía. Torpemente se optó por borrar todo recuerdo a un pasado acrisolado que nos encontraba y reunía, para crear una serie de símbolos desconocidos y poco reconocibles (bandera, escudo, himno y padre de una patria ignota). Que Hércules y las columnas del Plus Ultra están vinculados con la historia de España, no hay duda, aunque sea más mitológico que real. Ahora bien, si la hay, es que lo sea exclusivamente de Andalucía. Menos aún lo es la verde y blanca, a la que como bandera se le ha tratado de buscar origen y fundamento en lejanos pendones de la edad media, todos vinculados con el Islam, como si el Al-Andalus constituyera el período de oro de nuestra historia.
Torpemente se optó por borrar todo recuerdo a un pasado acrisolado que nos encontraba y reunía, para crear una serie de símbolos desconocidos y poco reconocibles (bandera, escudo, himno y padre de una patria ignota)
Un momento que no solo no lo es, sino que realmente en él, se reconocen y encuentran las diferencias conceptuales entre la Andalucía y Granada, como dos territorios contiguos, pero inconexos sociológica y culturalmente, como mantiene la profesora Gloria Lora, de la Universidad de Sevilla, sobre la base del importantísimo libro: “El siglo XI en primera persona. Memorias del Rey Abu-Abdalah”, que tradujeran y trabajaran tras su hallazgo fortuito en Fez, Évariste Lévi-Provençal y Emilio García Gómez.
Origen mítico
Merece constatar que a la bandera andaluza se le han señalado —o mejor, inventado— varios orígenes. Acaso el más “noble”, se señala por su origen el del ser ya pendón del emir Al Mutásim de la taifa de Almería, en cuya alcazaba, allá por el año 1051, ondeaba. Ello ha servido para llevar a los nacionalistas andaluces a decir que
“ante ella nos encontramos con absoluta seguridad con la bandera más antigua de toda Europa —ahí es nada—, y por lo tanto, probablemente, de las que se siguen usando oficialmente hoy día en el mundo”.
Afirmación que con un mínimo razonamiento, es tan peregrina como osada. Más cuando se eleva a categoría de tautología irrefutable, que su existencia como bandera de Andalucía, se constata en unos versos, tomados por Henri Pérès en su libro “Esplendor de Al Andalus”, de un poema de Abú Asbag Ibn Arqam:
“Una verde bandera/ que se ha hecho de la aurora blanca un cinturón/ despliega sobre ti un ala de delicia,/ que ella te asegure la felicidad/ al concederte un espíritu triunfante”.
Pueden buscarse y encontrarse otros orígenes no menos arriesgados o falsarios en orden al origen del actual pendón andaluz. Así, no debe olvidarse la cita en la Historia General de España (1896) de Miguel Morayta, que narra la entrada de Abderramán en la llanura de Sevilla, en la zona de la actual Tocina y Los Rosales, que los avezados glosadores del régimen emplean para señalar como origen mítico de la bandera blanca y verde, argumento al que suman una cita dispersa en la historiografía, que avalan con el hecho de que fuera citada por Claudio Sánchez Albornoz en “Lecturas históricas españolas”, que viene a referirse al mismo pasaje, del Ajbar Mauchmua o Crónica anónima del siglo XI.
Asambleas regionalistas
Ahora bien, se sabe de las propuestas y resultados de las fallidas asambleas regionalistas de Ronda (1918) y de Córdoba (1919) donde los “teóricos” representantes de Granada y de otras provincias abandonaron la reunión y abortaron los resultados pretendidos por los protoandalucistas encabezados por los “liberalistas” Blas Infante o Álvarez Ossorio, donde se reconoce que es necesario abandonar el color negro y el rojo que habían pensado para la bandera de Andalucía. El negro que representaba “el luto por los caídos”, que “había que cambiarlo por la alegría”;
Será en 1932 cuando se asuma por primera vez, en la desastrosa asamblea regionalista celebrada, la bandera verde, blanca y verde como bandera de la falaz Andalucía que se trataba de crear
y el rojo que testimoniaba “la sangre vertida” porque “estimulaba a venganzas que había que desterrar”. Clarificadora explicación, demostrativa por demás, de la cercana creación e invento de la bandera de Andalucía.
Será en 1932 cuando se asuma por primera vez, en la desastrosa asamblea regionalista celebrada, la bandera verde, blanca y verde como bandera de la falaz Andalucía que se trataba de crear. Aquella bandera fue pensada inicialmente sin escudo, debe quedar claro. Sería esta la bandera que elevan por vez primera tres notables personalidades del momento en Sevilla: José González Fernández de la Bandera, alcalde de la ciudad entre 1931 y 1933, Hermenegildo Casas Jiménez, presidente de la Diputación sevillana, y Blanca Vázquez, hija del periodista andalucista, amigo personal de Blas Infante y uno de los más vehementes defensores del “Ideal Andaluz”, José Andrés Vázquez y Pérez, que fue precisamente, la encargada de izar la enseña de aquel nacionalismo sevillano-andaluz.
No es necesario trasladar ahora aquí lo que los representantes públicos granadinos del momento, alcalde de Granada y presidente de la Diputación, principalmente, ambos del PSOE, opinaron de aquella forzada asamblea de 1932 y con qué argumentos rechazaron participar en ella. Aunque, merece destacar, que se manifestaron en El Defensor de Granada:
“la pretendida creación de la región andaluza solo respondía al intento, movido y jaleado desde el Ateneo sevillano y otros círculos hispalenses, de poder sufragar los gastos de la celebración de la Exposición Iberoamericana de 1928, usando al señorito Blas Infante”
que les venía perfectamente para su propósito, dado su origen malagueño y haberse formado en la universidad granadina.
Tanto del actual himno andaluz, como del padre de la Patria andaluza, Blas Infante —padre que fue declarado por el Parlamento andaluz mediante la moción no de ley 6/1983, esto es, dos años después de aprobarse y entrar en vigor el estatuto andaluz, mejor ni hablar—. Del himno quedémonos con una ilustrativa afirmación que realiza el conocido comunicador, Carlos Herrera Crusset, que afirma que “la letra [del himno], no aguanta ni el más mínimo análisis histórico”, porque habla de patrias inexistentes, guerras falsas y vueltas legionarias para pedir una libertad de una Andalucía subyugada que, por fortuna, nunca ha existido.
Desaparición de Granada
A partir de la promulgación de la Constitución de 1978, pero más exactamente con el advenimiento del movimiento autonomista durante la transición, se porfió denodadamente, de modo metódico e interesado, en hacer desaparecer a Granada de la conformación territorial de España y del mapa autonómico.
Ello se consiguió con distintos subterfugios y falacias políticas, enarbolados por la clase dirigente sevillana, con la quiescencia y tolerancia de los políticos provinciales granadinos y de buena parte de la sociedad de Granada, confundida por los mensajes de falsa modernidad, libertad y federalismo o autonomismo igualador que respetaría nuestra historia y los derechos de Granada.
Ni que decir tiene que se impidieron todos los intentos de conformar la creación de la comunidad autónoma de Granada o de Andalucía Oriental, dada la inclusión del territorio de la provincia de Jaén, administrativamente subyacente. Esta lógica y legítima pretensión, a pesar de que contaba con el reconocimiento del Gobierno de España, no pudo cristalizar por impedimento del naciente poder regional centralizado en Sevilla.
Desde entonces, 1979-80, y hasta nuestros días, todo ha sido avanzar en la eliminación conceptual de Granada como realidad histórica y porfiar en la creación de una Andalucía inventada, “la gran Andalucía” actual, solo grande por ser la suma de las ocho provincias del sur.