En primera persona: JOSÉ LUIS CORRAL

“La historia es maestra de vida y desde luego es un arma ideológica formidable”

Ana Morilla

José Luis Corral es catedrático de Historia Medieval en la Universidad de Zaragoza. Experto en la España musulmana y en la historia de Aragón. Autor de numerosas y exitosas novelas históricas desde que en 1996 publicara El salón dorado, así Matar al rey, Corona de Sangre, El conquistador, Trafalgar, Numancia, El rey Felón, El amuleto de bronce, El invierno de la Corona, El número de Dios y un largo etcétera.

JOSÉ LUIS CORRAL

Has escrito excelentes novelas de los Austrias, del Cid, de Pedro el Cruel, de Jaime el Conquistador, de Pedro el Ceremonioso, de la reina Petronila, de Jesucristo… Has divulgado grandes periodos y personalidades de España. ¿Alfonso el Batallador se encuentra entre tus favoritos?

Pues sí, es uno de mis personajes favoritos de la historia de España, por muchas razones. Además, para un novelista como yo, además de historiador, Alfonso I es un personaje realmente fascinante, que participa en hazañas impresionantes, que está obsesionado por ir a Jerusalén, que hace una expedición tremenda por al-Ándalus llegando a la costa de Granada, que intenta conquistar Valencia, que repuebla buena parte del sur de Aragón. Con una serie de fueros sin parangón en la Europa feudal. Que conquista la ciudad de Zaragoza, Tarazona, Tudela, Daroca… Que tiene un matrimonio absolutamente inverosímil con la reina Urraca de León. Que fue rey de Castilla aunque allí no se lo reconocieran, de Pamplona y de Aragón. Un personaje novelesco. Escribir una novela con mi hijo sobre él, todavía hace que resalte más para mí.

En tu opinión de experto (catedrático de Historia Medieval, divulgador, además de colaborador habitual de medios de comunicación), cómo valoras el reinado de Alfonso el Batallador. ¿Cuáles fueron sus logros más significativos?

Consiguió logros extraordinarios. Sin duda los que han pasado a la historia de una forma más significativa son las grandes conquistas del valle del Ebro, especialmente la conquista de Zaragoza que era una ciudad de unos veinticinco mil habitantes y donde probablemente vivía más gente a principios del siglo XII en esa ciudad, que era hispánica, que formaba parte del imperio de los almorávides, que en todo el resto del reino de Aragón.

Un logro fundamental fue conseguir que todo el país, todos los reinos cristianos, lo reconocieran como un rey absolutamente poderoso. Un hombre que participó en treinta batallas y que solo perdió la última, la de Fraga, en unas condiciones deficientes, porque se creía invencible y relajó la guardia.

¿Y su figura como hombre? ¿Qué debemos reconocerle y qué debemos reprocharle?

¡No soy yo quién para reprochar nada, evidentemente, a Alfonso el Batallador!

Desde luego como ser humano tenía serias dificultades para comprender que era un personaje importante, pero no era en absoluto un ser todopoderoso que podía con todo. Quizá en su “debe” está su relación con Urraca.

Dicen las crónicas, que por cierto son las crónicas castellanas, gallegas, leonesas, que él llegó a maltratar, a pegarle dicen, con los pies y con las manos a su esposa.

Hoy hablaríamos de violencia de género, pero en el siglo XII estas cuestiones ni tan siquiera se planteaban.

Con la mayor parte de los súbditos fue un hombre que se portó bastante bien, especialmente con aquellos nobles que le ayudaron en sus conquistas y a los cuales repartió privilegios y mercedes.

josé luis corral entrevista

Quizá los gallegos y leoneses no tengan tan buena opinión porque arrasó algunos monasterios, parroquias e iglesias y por tanto en esas regiones no lo consideran un buen rey, todo lo contrario. De hecho, la Historia compostelana o la I Crónica Anónima de Sahagún hablan del Batallador con calificativos terribles: le llaman ladrón, traidor, cobarde. Depende de quién hable de él.

La conflictiva relación con Urraca, su esposa, y posterior anulación del matrimonio hoy hubieran llenado portadas y programas de la prensa rosa. ¿Qué ocurrió de verdad entre ellos?

Depende de qué crónicas, fuentes e información se busque. Para leoneses y gallegos un maltratador, en cambio para las crónicas aragonesas y los documentos de este lado del sistema ibérico era un hombre fiel, bondadoso, que intentaba respetar a su esposa y que si se rompió ese matrimonio no fue por culpa del Batallador, sino que lo achacan a las relaciones amorosas que Urraca tenía fuera del matrimonio. Desde luego la relación fue tumultuosa. Dos personalidades muy fuertes. Acabó muy mal.

Hay una cuestión añadida, Alfonso I era homosexual o por lo menos no le gustaban las mujeres ni estar cerca de ellas, y por tanto a su esposa apenas le hizo caso. El matrimonio duró cinco años aunque en realidad estuvieron juntos muy pocos meses. En 1114, cinco años después de la boda, que fue en octubre-noviembre del año 1109, el matrimonio fue disuelto y anulado por el papa porque había una consanguinidad.

Tu novela, “Batallador” (2018), escrita junto a tu hijo Alejandro Corral, es apasionante, se la recomendamos a los seguidores de HG que quieran disfrutar leyendo un buen libro y también comprender aquel periodo convulso y a las personas que lo marcaron. ¿Cuál fue vuestra motivación como escritores? ¿Qué queréis transmitir a vuestros lectores?

Escribir El Batallador con mi hijo fue una experiencia absolutamente extraordinaria. Yo le planteé a Alejandro una dicotomía, escribir novela histórica o escribir novela literaria, que es lo que él hace.

Él había escrito El cielo de Nueva York, que había tenido bastante éxito, y le planteé la posibilidad de una novela histórica. Él me dijo que eso era muy fácil, que consistía en coger una figura del pasado y novelarla. Yo le dije “si es tan fácil, inténtalo”. Al cabo de un par de meses, me dijo que no era tan fácil. Yo le planteé hacer juntos una novela sobre la figura de Alfonso.

José Luis con su hijo Alejandro

Daba la casualidad de que poco después se iba a conmemorar el noveno centenario de la conquista de Zaragoza, en 1118-2018. Me dijo que sí y nos pusimos mano a la obra. Yo propuse un guión histórico, él fue añadiendo y corrigiendo cosas, estuvimos un verano trabajando juntos codo con codo. Una experiencia fascinante. Nos pusimos de acuerdo enseguida y luego corregimos una y otra vez para darle una unidad estilística, hasta el punto de que escritores e historiadores amigos no sabían distinguir la parte que originariamente escribió cada uno.

¿Qué hemos olvidado los españoles de esa época que deberíamos recordar?

Los españoles somos muy dados a olvidar nuestra historia, mejor dicho, a no conocerla, y es una historia fascinante, con sombras, con luces, con oscuridad y tinieblas, pero también con momentos extraordinarios y además con personajes fascinantes.

Si los norteamericanos tuvieran nuestra historia, ellos tienen apenas trescientos años, ¡la de series, películas e instrumentos intelectuales que hubieran puesto encima de la mesa para magnificar su historia! Pero en España hemos hecho esto muy mal. Los historiadores españoles nos hemos preocupado de transmitir bien nuestros conocimientos, pero también hemos dejado la transmisión de la historia de España en manos de algunos novelistas, que efectivamente hay de todo, y por si fuera poco, han sido otros los que han escrito la historia de España y lo han hecho desde la perspectiva del extranjero, de una nación enemiga, como ha ocurrido entre los holandeses y británicos, y de ahí la famosa leyenda negra. Lo que pasa es que no conviene pasar directamente, como suele ocurrir en España, de la leyenda negra a la leyenda rosa.

Ahora hay algunos novelistas que, sin ser historiadores, están haciendo unas novelas históricas que realmente están planteando una historia de España en rosa, olvidándose de lo oscuro y de las sombras, que también las hubo y muchas.

¿Crees que España se está “medievalizando” actualmente debido a la situación política? A veces parece que volvemos a ser muchos reinos distintos y en conflicto.

Yo siempre digo que la historia es maestra de vida y desde luego es un arma ideológica formidable. Puede ser que España haya tenido en algunos momentos esa tentación, me refiero a los últimos años de división en reinos de taifas. Mi maestro, Antonio Ubieto, decía que España había fluctuado en los últimos mil años entre el centralismo y la divergencia, la fragmentación, desde los reinos cristianos medievales a los reinos de taifas del siglo XI. Evidentemente no se pueden comparar épocas, ni esos reinos cristianos o islámicos con las autonomías actuales, ni muchísimo menos, pero sí que es cierto que esa tendencia en España por un lado a la disgregación, a la fragmentación, y por otro lado a la concentración, a la centralización, también ha ocurrido en los últimos dos siglos.

En el XIX con los movimientos federalistas y los cantonalistas, con la I República, con el centralismo borbónico, con el centralismo franquista… Es una dicotomía muy larga. Está absolutamente sin resolver.

Creo y espero que alguna vez se den cuenta los que mandan en este cotarro que llamamos España, que lo importante es llevarnos bien y sobre todo no caer en la tentación de romper a la fuerza el país, de romper España. Y por una razón, porque las independencias, y los casos son muchísimos, siempre han tendido a la guerra. Yo no conozco ningún país que haya conseguido la independencia de otro por las buenas, por un pacto o por un acuerdo. En el siglo XX lo hemos visto en Yugoslavia, en el norte de África, en muchos sitios. España tiene también esas experiencias traumáticas de ver cómo hacían falta guerras coloniales en América para que países como México, Argentina, Bolivia y Venezuela se independizaran de la metrópoli. Los movimientos de independencias siempre llevan violencia, guerra, y espero que eso no ocurra en este país. En los últimos cuarenta años la Constitución de 1978 ha sido el instrumento jurídico y político que ha contribuido al periodo de paz y desarrollo más largo de nuestro país.

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Ana Morilla Palacios

Doctora por la UGR con el programa Teoría de la Literatura y del Arte y Literatura Comparada. Profesora, editora y escritora.

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